Federico trabaja en una ambulancia en la Unidad Coronaria de Morón. A pesar de los cuidados, se contagió de un compañero médico. Internado en el hospital Héroes de Malvinas, hoy espera el resultado del tercer hisopado para tener el alta.
Claudio Federico Artza (29) está al frente de la batalla contra el coronavirus. Su servicio como paramédico en la Unidad Coronaria de Morón se vuelve una tarea fundamental en este contexto de crisis sanitaria. Sin embargo, a pesar de haber tomado las medidas preventivas, se contagió.
Hasta este sábado, según el Ministerio de Salud de la Nación, eran 431 los profesionales de la salud los que dieron positivo en el test de COVID-19 y quedaron fuera de la primera línea de combate.
Hace 20 días que Artza está internado en el Hospital de Héroes de Malvinas de Merlo, sin poder ver a su mujer y a sus tres hijas. “Quiero recuperarme y volver a mi servicio. Este es el momento que más nos necesitan”, cuenta desde su cuarto compartido con otro paciente de COVID-19.
Desde que se desató a la pandemia, los profesionales fueron entrenados bajo un estricto protocolo sanitario no solo para cuidar a los pacientes sino para resguardar al equipo médico. “Desde hace semanas, la demanda de trabajo aumentó para atender a personas que, en su mayoría, tenían síntomas compatibles al virus”.
Fernando no cree haberse infectado por el contacto con un paciente sino por un compañero de trabajo. Arriba de su ambulancia -donde pasa 24 horas y descansa luego 48-, no está solo: lo acompañan el chofer, el camillero y otro médico, que está haciendo la residencia en ginecología en el Hospital Español donde atendió a varios positivos de coronavirus. “Él nunca manifestó ningún síntoma compatible con el COVID-19, pero me había comentado que no siempre contaba con los insumos necesarios para protegerse”.
El martes 24 de marzo -feriado nacional- recibieron un llamado de asistencia a domicilio. “Fuimos a la residencia del paciente, como lo hacemos habitualmente. Esta persona presentaba otro tipo de afección sin relación alguna con la pandemia. En el lugar, le pedimos agua caliente para el mate y por error lo compartimos con mi compañero”.
Terminado el servicio, Fernando, se fue a su casa en Merlo donde lo esperaban su hija Elena, de un año y dos meses, y su esposa Maria Belén. Sus otras dos hijas viven junto a su madre, y lo visitan los fines de semana, pero para resguardarlas desde que se declaró la cuarentena decicieron evitar el contacto directo. “Suspendimos las visitas para cuidarlas, hace casi dos meses que no las abrazo. Es muy duro, aunque es por su bien”.
En la madrugada del miércoles 25 de marzo, Fernando se despertó transpirado, con dolor de cabeza y garganta. “Me tomé la temperatura, tenía 38,6º C. Inmediatamente llamé a un médico. Me revisó, me dijo que tenía placas y me diagnosticó faringitis. Me hizo una receta para tomar antibióticos e ibuprofeno porque me dolía muchísimo la cabeza. Confíe en las indicaciones”. A las pocas horas el cuadro empeoró. “La cefalea era cada vez peor. Le pedí a mi mujer que me inyectara un calmante y ahí recién sentí un poco de alivio”
Cumplidos los días de reposo, Federico llamó a su trabajo para reincorporarse: el 31 de marzo retomaría sus funciones. Pero la tarde del domingo 29 sonó el teléfono. Era su compañero Claudio que le llevó la noticia menos esperada: había dado positivo para coronavirus. «Sentí que el mundo se venía abajo. Tenía a mi hija Elena en brazos, e inmediatamente se la di a mi mujer y le pedí que se alejara. En ese momento lo único que pensaba era en ellas: si yo estaba enfermo, seguramente ellas también. ¿Quién las iba a cuidar?”.
Desesperado, de manera preventiva, se aisló en una de las habitaciones de su casa. “Lo comuniqué a mi trabajo y se activó el protocolo. Me tomaron las muestras, y 48 horas más tarde me confirmaron que tenía coronavirus”.
Cada día se va recuperando: “Me siento bien desde el día que me hospitalizaron. No volví a tener fiebre, solo un poco de dolor muscular. Ahora estoy a la espera del resultado negativo del tercer hisopodo para poder tener el alta hospitalario. En casa tendré que seguir con el aislamiento”.
Fernando no ve la hora de reencontrarse -aunque sea sin contacto con su familia y retomar su labor. “Estamos luchando en una guerra, y nosotros somos parte de un gran ejército. Sé que existe el riesgo del recontagio, pero elegí esta profesión para servir al prójimo”.
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