Cartes, el favorito, aspira a devolver el timón presidencial al conservador Partido Colorado, vinculado con el autoritarismo, el clientelismo y la corrupción y derrotado hace cinco años por el ex presidente izquierdista Lugo.
Paraguay entró en la recta final hacia las elecciones nacionales del domingo, en un clima de tranquilidad, expectativas e incertidumbre sobre lo que pueda pasar.
De hecho, las previsiones no favorecen a ninguno de los dos candidatos. Una de los dos últimas encuestas divulgadas, de la firma Grau y Asociados, adjudica a Horacio Cartes, un empresario multimillonario candidato del Partido Colorado, el 45,3 por ciento de la intención de voto, a 14 puntos de su principal rival, el oficialista Efraín Alegre, del Partido Liberal. Pero el otro sondeo publicado el domingo, de la consultora Gabinete de Estudios de Opinión (GEO), ubica al empresario con 34,8 por ciento de las preferencias, por debajo de Alegre (36,7 por ciento).
Sin embargo, los analistas, que explican en parte esta caída de Cartes por un pacto electoral de los liberales con los herederos políticos del fallecido líder Lino Oviedo, aseguran que la puja será ajustada. Cartes, un exitoso hombre de negocios y dirigente deportivo de 56 años, recién llegado a la política, aspira a devolver el timón presidencial al conservador Partido Colorado, vinculado con el autoritarismo, el clientelismo y la corrupción, y derrotado en las urnas hace cinco años por el ex presidente izquierdista Fernando Lugo. El triunfo en 2008 del ex obispo católico, destituido en junio pasado por el Congreso por “mal desempeño”, marcó el final de una hegemonía colorada de 61 años, que incluye el régimen de Stroessner entre 1954 y 1989.
Además, esta elección concentra muchas esperanzas en cuanto al porvenir del país. Aislado regionalmente desde la destitución de Fernando Lugo, Paraguay espera recuperar sus credenciales democráticas en los comicios del día 21 y ser readmitido en el Mercosur.
De hecho, para mediar en la crisis abierta por el juicio político contra el presidente Fernando Lugo, que fue destituido el 22 de junio de 2012, Maduro, en esa fecha canciller venezolano, acudió de urgencia a Asunción, en el marco de una misión de la Unasur. Una semana después, la Unasur y el Mercosur suspendieron a Paraguay de la participación hasta ver el desarrollo de sus comicios, y este segundo bloque admitió además a Venezuela, cuyo ingreso había bloqueado el Legislativo paraguayo durante años. El panorama se complicó más cuando, a principios de este mes, Franco consideró un milagro la muerte del antecesor de Maduro, Hugo Chávez, lo que le llevó a ser calificado de escoria humana y política por el canciller venezolano, Elías Jaua. Además, la Cancillería paraguaya se sumó este lunes a las peticiones de nuevo recuento, en forma rápida y con total transparencia, de los votos de las presidenciales venezolanas del pasado domingo, en las que Maduro obtuvo un 50,75 por ciento de los sufragios, frente al 48,97 por ciento del opositor Henrique Capriles.
No obstante, el embrollo diplomático que tendrá que solucionar el nuevo Ejecutivo apenas ha tenido incidencia en la campaña electoral, y los dos candidatos favoritos a la presidencia han dado muestras de que optarán por el pragmatismo para facilitar su regreso al Mercosur, aun con Venezuela dentro. “Venezuela ya está adentro, duele decirlo, pero voy a ser presidente”, declaró la semana pasada el colorado Cartes. Por otro lado, Alegre dijo que sólo el nuevo gobierno que tome posesión el 15 de agosto en Paraguay podrá restaurar los puentes con Venezuela y recomponer las relaciones con el Mercosur. “Estoy seguro de que no es un tema insuperable. Al contrario, para el Mercosur, Paraguay es importante, para nosotros también es importante el Mercosur. Vamos a sentarnos a dialogar y estoy seguro de que se van a recomponer esas relaciones”, dijo en una entrevista. Con Maduro como nuevo presidente en Venezuela, claro que habrá una relación de Estado, declaró también el candidato liberal, que confió en que los cuatro mandatarios socios del Mercosur estarán en Asunción para la jura presidencial del 15 de agosto del vencedor de las elecciones del próximo domingo.
Con este complejo panorama diplomático de trasfondo, Paraguay se juega a recuperar la credibilidad democrática ante sus vecinos, en las elecciones más vigiladas en sus 24 años de democracia. Se montó un esquema informático con tecnología de punta para la transmisión de los resultados y se han cursado invitaciones a unas 300 instituciones internacionales para que envíen observadores, muchos de los cuales ya están en el país. Así, la Unasur y el Parlamento del Mercosur sumarán sus observadores a los destacados por la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos y varios organismos electorales del continente. “La gente va a participar con mucho criterio cívico. No creemos que haya violencia”, declaró ayer el candidato Alegre.
De los 6,5 millones de habitantes que tiene Paraguay, 3,5 millones están en el extranjero y se registraron en España, Estados Unidos y la Argentina. El presidente que surja de la elección del domingo asumirá el 15 de agosto.
Comentá la nota