Sostienen que la comparación con lo que se llamó la crisis de los opiáceos en Estados Unidos es errónea. Hay un leve incremento, pero lo consideran un mercado marginal.
En los estados norteamericanos más golpeados por el fenómeno conocido como la crisis de los opiáceos –Filadelfia, Virginia, California– es tan frecuente cruzarse con alguien que está teniendo una sobredosis en la calle que agentes de tránsito, bomberos y hasta los empleados de las bibliotecas públicas están siendo entrenados para actuar ante una emergencia. El improvisado rol de enfermeras de muchas bibliotecólogas, que aprenden a detectar síntomas e inyectar Naxolona –un antídoto para cortar la intoxicación–, es apenas una postal de la epidemia de sobredosis que atraviesa Estados Unidos, a causa de los opiáceos legales e ilegales. Hoy, un norteamericano tiene más chances de morir por una intoxicación con derivados de morfina que en un accidente de tránsito.
LEER MÁSCrisis de opiáceos | Distintas caras, la misma emergenciaLEER MÁSEntrevista a Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández | Guía para el consumo seguroPor Dolores Curia
En el marco del clima catástrofe que generan esas cifras, durante los últimos días, algunos medios argentinos encendieron alarmas sobre el aumento del consumo de opioides en estas tierras. La venta del OxyContin, cuyo principal componente es la oxicodona –derivado de la morfina que puede generar una fuerte dependencia–, por parte del laboratorio Mundipharma Pharmaceuticals SRL, que se instaló en Argentina en 2016, fue una de estas alertas. La noticia de la comercialización local del OxyContin –que en verdad está autorizada desde mediados de 2018– se difundió en el marco del escándalo judicial que generó la demanda en Nueva York contra siete laboratorios. El más conocido es Purdue Pharma de la aristocrática familia Sackler, que enfrenta un juicio por publicidad engañosa, por colaborar con la epidemia de opiáceos y enriquecerse a costa de la salud.
Por otro lado, el último informe de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar) donde se indica que los analgésicos opioides sin prescripción médica ya son la tercera sustancia legal de mayor consumo en la Argentina, superados sólo por alcohol y el tabaco, es otra fuente de preocupación en esta línea. Y también lo es el dato de que el servicio de Toxicología del Hospital Fernández registró el año pasado ochenta casos vinculados con el abuso de Oxicodona, un número que viene creciendo desde 2015.
Aun con la presencia de todos estos indicios, ¿es válida la comparación entre dos contextos tan dispares como el de Estados Unidos, donde la crisis de los opioides ya supera en muertes a las armas de fuego, y lo que se podría leer como una leve señal de incremento del consumo en Argentina? “No somos un país de heroína ni de Oxicodona”, calma los ánimos el profesor de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA Eduardo Barreiro. “En Estados Unidos el miligramo de Oxicodona llega a cotizar más que el oro. No estamos ni cerca. Allá tienen en especial un problema con el Fentanilo, otro opiáceo. Algo que acá no hay. El OxyContin es lo que los norteamericanos usan cuando no tienen heroína. Pero, insisto, nosotros no somos grandes consumidores de ninguno. Si hay casos de abuso, suelen ser anestesistas o médicos, que tienen acceso a eso”.
También desde la Sedronar hacen algunas aclaraciones al dato que se desprende del último estudio en el que los analgésicos opioides sin prescripción médica figuran como la tercera sustancia legal que se consume en la Argentina. Verónica Brasesco, directora del Observatorio Argentino de Drogas, explica que el estudio incluye a todos los que alguna vez en la vida consumieron estos medicamentos: “No distinguimos todavía entre un uso recreativo, quien lo consume de modo prolongado en el tiempo y quien lo consumió ocasionalmente (porque alguien se lo dio para probar, por ejemplo)”. Pero también agregan el dato de que en los últimos “ocho meses recibimos llamados a nuestra línea de personas que consumieron Morfina, Tramadol, Codeína –todos opiáceos– y les produjo algún efecto” que motivó una consulta.
Para Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández, una cosa es informar sobre las precauciones necesarias frente al consumo de este tipo de sustancias y otra es demonizarlas: “Son para dolores crónicos. Para una persona con un cáncer terminal, la morfina es una bendición. Pero mal utilizada es terrible. Se lo puede usar tres días sin problemas. Pero al cuatro día tiene que pensar en cambiar ese analgésico porque genera mucha dependencia física y el cuerpo cada vez va a demandar más (ver recuadro)”.
Si hay en Argentina un mercado negro de opiáceos, es muy marginal. Por lo menos en este punto coinciden muchos especialistas. “La Oxicodona y el resto de los opioides acá está totalmente regulado. Sólo se pueden comprar con un formulario especial. El médico tiene que estar registrado ante la Anmat y debe tener un recetario oficial para prescribirlo. Tampoco es de las drogas más usadas por nuestros profesionales”, asegura Ricardo Saxton, titular de Farmacología de la Universidad Maimónides y farmacéutico del Fleni.
Marcelo Peretta, Secretario General del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb), indica que “la mortalidad por abuso de estos analgésicos es muy acotada y suele estar asociada a una elite: quienes pueden pagar las drogas caras, famosos, público de raves. El ícono de esto es Ricardo Fort: personas de alto poder adquisitivo que padecen dolor crónico”.
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