El Tribuno llegó hasta el hogar donde viven los papás de Marcos Solís, una choza. A días de la muerte, todavía no recibieron asistencia de la Provincia.
Nadie va a descubrir la pólvora si llega hasta Morillo, a la casa en donde viven los Solís, y observan el estado de indigencia total en el que transcurre su existencia.
El Tribuno llegó al lugar donde Luisa y Santiago criaron al niño de casi dos años que murió a causa de un "megacolon congénito", según el diagnóstico dado por la jefa del Centro de Recuperación Nutricional e Investigación Clínica de las Enfermedades de la Infancia, Gladys Pernas.
La comunidad Misión Chañar II está ubicada a unas 6 cuadras de la plaza principal de Morillo. Allí les hicieron unas casitas mínimas de materiales que nunca alcanzan y sirven de apuntalamiento para ampliaciones hecha al estilo wichi: con ramas y lonas en el mejor de los casos.
Donde vivía el bebé Marcos, no hay casa. En realidad es el terreno de su abuelo Juan Solís. Su mamá Luisa había optado por viví allí junto a sus tres hijos porque el papá de los niños, Santiago, trabaja en la finca La Moraleja y el régimen de horarios no le permitía estar mucho tiempo con su familia.
"Yo trabajo un mes completo en la finca y vengo unos días a verlos", dijo el hombre de unos duros 25 años. En consecuencia, en el terreno viven unas 10 personas aproximadamente; esto por el hecho de que los wichi están siempre en constante movimiento.
Se insiste con el concepto "terreno" para identificar al lugar de residencia porque eso es lo que es. No tiene ni pozo ciego. Una manguera provee agua turbia a los tachos de los agrotóxicos utilizados en las fincas. Seis postes y unas chapas hacen de habitación donde duermen todos en tres camas. Completan el paisaje los perros flacos y las ramas de mistol que levantaron para que el viento no les impida cocinar a leña lo poco que tienen.
Suena demasiado cruel, pero no hay nada fuera de la realidad cotidiana de los aborígenes del Chaco salteño.
Al mediodía no hay ni fuego prendido, todo lo tienen en contra y ya son generaciones de wichi que se asentaron en el pueblo y abandonaron su modo de vida en el monte chaqueño. "Nosotros sabemos que el agua esta mala. Por eso le daba la diarrea y fiebre", dijo la mamá.
A los papás nadie les explicó nada, o por lo menos ellos no tienen consuelo ni respuestas de lo que sucedió.
Esperan respuestas
"Nosotros no sabemos qué hacer, pero vamos a ir hasta las últimas consecuencias para saber qué pasó con nuestro bebé", dijo Santiago mirando al suelo duramente.
"Él ya estaba bien. Lo trajimos de Salta muy mejorado y por un recaimiento lo llevamos nuevamente al hospital de Morillo y ahí no sabemos que pasó. Estaba tomando por la boca agua y leche. No nos explican qué pasó en el trayecto de Morillo a Embarcación y luego a Orán", dijo la mamá.
"Nos dijeron que no hubo operación, pero cuando yo vi el cuerpito tenía una cicatriz en medio del pechito", dijo totalmente quebrado el papá. Hasta el cierre de esta edición la familia no había recibido ninguna asistencia de la Provincia.
También hay sobrepeso
"Hay que estar acá para dar fe de que esto sí es cultural", dijo el gerente del Hospital de Morillo, Carlos Alberto Villarreal."Los chicos llegan tarde porque las mamás primero van a ver al curandero", señaló.
"Nosotros también debemos decir que la desnutrición en la zona existe, pero también tenemos que advertir que tenemos muchos chicos con sobrepeso: los malnutridos. Y es porque acá las mamás le dan de comer muchas harinas y frangollo", agregó.
Es por eso que el profesional asegura que la muerte de Marcos es multifactorial, pues todo: el clima, la pobreza, la cultura, el agua con arsénico y la falta de estructura y políticas complotan contra la salud de los niños en Morillo.
Resuena en las memorias la frase de Santiago, el papá de Marcos, que dijo: "Nosotros frutas no comemos. Es un lujo como otras tantas cosas".
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