El impacto en la provincia del voto negativo de Máximo Kirchner y aliados al acuerdo con el FMI. El mensaje de Larroque y el rol de Kicillof.
Un mensaje de menos de 100 caracteres, que el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque, publicó en Twitter y que apuntó contra Alberto Fernández (“Aturden el silencio y la parsimonia del gobierno frente al ataque al despacho de la Vicepresidenta”) demuestra hasta qué punto la pelea de fondo que dsató el acuerdo con el FMI en el oficialismo puede arrastrar al gobernador Axel Kicillof a un ring al que, por ahora, no parece querer subirse.
Larroque sacudió el avispero en un momento híper sensible, pero el timming de su intervención es llamativo. Cuando escribió, Fernández ya había prometido investigar las pedradas contra despacho de Cristina Fernández. Kicillof había calificado de “atentado” el episodio, que había sido repudiado por todos los oficialistas a los que se consultó. Es válido el Ministro que entienda que faltó énfasis, aunque entre sus motivaciones (qué sólo él conoce) puede figurar la voluntad de aparecer como “más duro” en la defensa de su jefa que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, con el que está peleado y quien unas horas antes había expresado su solidaridad pública con Cristina.
Está claro que ese pronunciamiento tensa la cuerda con el gobierno nacional, que salió a responderle. Pero lo relevante, desde el punto de vista bonaerense, es que el episodio insinúa la posibilidad de que Kicillof sea arrastrado más temprano que tarde a tomar posición pública.
No es que haya dudas sobre el alineamiento político del Gobernador con la Vice, su único sostén político relevante. La cuestión es la imposición de una estrategia de confrontación que puede resultar temeraria para un administrador que depende de la discrecionalidad nacional para el manejo financiero diario. La incertidumbre respecto de cuánto podrá minimizar la Provincia el aumento de tarifas impuesto por el FMI es un ejemplo de lo que está en juego.
Kicillof, como Larroque, cree que el acuerdo con el FMI es pésimo. Y como Máximo Kirchner, está enojado con Martín Guzmán, a quien no le perdona haber avisado “tarde” que lo que se negociaba era una refinanciación con revisiones trimestrales. Es lo que hizo público el 5 de enero, cuando dijo, luego de la reunión del ministro de Economía con los gobernadores del oficialismo, que tal vez era el momento de “revisar la estrategia” del entendimiento que ya se vislumbraba.
Pero el gobernador extrema la cautela. Hay, para eso, motivos políticos más allá de las precauciones relacionadas con la gestión. En el entorno del gobernador dicen que es para él una incógnita qué hará el cristinismo en el Senado. Analiza, en ese sentido, la posibilidad de un voto que no sea negativo, como el de La Cámpora en Diputados. “Aunque no parezca, sería una forma de reafirmar el rol de Máximo como guardián de los principios sin aparecer ella complicando la gobernabilidad al modo que le tocó padecer con Julio Cobos”, traducen cerca suyo. La lectura tiene un trasfondo que va más allá de la coyuntura. Para Kicillof es difícil discutir sentido político con Máximo sin saber exactamente cuál es el juego de Cristina. Y si Máximo encarna la pureza doctrinaria ese debate sería más incómodo aún, cree el Gobernador.
La pelea es tan dura que ahora en provincia no descartan una interna, si fuese necesaria, para definir la candidatura en 2023. De hecho, circula una teoría: la de la X, que da cuenta de internas a nivel presidencial y de gobernador, con una sola postulación que nadie objeta, la de Cristina a Senadora, ubicada en el centro en que se cruzan las dos barras que forman la letra. Una duda atraviesa ese escenario: ¿cómo recibió la base del peronismo territorial el movimiento de Máximo, que preside del partido en la Provincia? ¿Hay más satisfacción por dejar a salvo los principios y preparar el escenario para resistir el ajuste? ¿O prima la desconfianza ante un líder que vota el contra de un presidente propio en un momento crucial? Nadie lo sabe exactamente, porque ningún dirigente de peso (tal vez la excepción sea Mario Ishii) ha fijado posición en público. Y es difícil deducirlo del voto: Brenda Vargas Matyi, la diputada que responde a Fernando Espinoza, votó positivo, igual que Julio Pereyra, el exintendente de Varela. Pero Agustina Propato, diputada con origen en la segunda sección, pareja y socia política de Sergio Berni, acompañó a Máximo en el rechazo.
Mientras el albertismo arma su mesa bonaerense –con Katopodis, Zabaleta, Tolosa Paz y el reactivado Grupo Callao- para disputar también en la Provincia. Y el massimo, con su jefe en modo articulador nacional, también aspira a tallar más fuerte de ahora en más. (DIB)
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