Del relevamiento realizado por el Centro Padre Galli se desprende que, así como en una primera fase las restricciones impuestas para controlar la pandemia parecieron no afectar tanto emocionalmente a la población, con el devenir del año la situación fue dejando crecientemente huellas. Una descripción sobre el uso de los Servicios de Salud Mental y Adicciones plantea desafíos en un escenario de mayor demanda.
El domingo pasado, el informe publicado en esta sección daba cuenta de los resultados del segundo relevamiento realizado por el Centro Integral para la Prevención y el Tratamiento de las Adicciones “Padre Galli” sobre el comportamiento que tuvo el consumo de sustancias psicoactivas en la población de Pergamino y la zona desde el inicio de la pandemia. El estudio también indagó en otros aspectos vinculados a la salud mental e interrogó a los participantes de la encuesta sobre estados de ánimo y preocupaciones que los afectaron durante el confinamiento.
Asimismo, efectuó algunas consultas sobre el uso de servicios de salud mental para trazar una proyección sobre posibles futuras demandas. Este informe desagrega estos últimos aspectos del relevamiento y abunda en las que fueron las preocupaciones de la comunidad en un año sumamente complejo, disruptivo y marcado por la incertidumbre, y sujeto a medidas que modificaron la dinámica de la vida cotidiana con el objetivo de controlar la pandemia, y el correlato que tuvo en cuestiones subjetivas que condicionaron en muchos casos el bienestar.
Más señales de malestar
La encuesta realizada por el Centro Padre Galli en el mes de octubre indagó en las emociones que más frecuentemente experimentaron las personas consultadas desde el inicio de la pandemia. Siempre con anclaje en ese tiempo definido como excepcional, las consultas se focalizaron en que los participantes de la encuesta pudieran expresar sus estados emocionales y hablar sobre si los consideraban transitorios -y motivados por la situación de la emergencia sanitaria-, o preexistentes -y por tal perdurables en el tiempo-Así como en el mes de mayo -cuando se concretó la primera encuesta- el confinamiento parecía no afectar tanto la dinámica emocional de las personas, las que referían cierta adaptación a la situación y apego a las normas, con el devenir del año, en la segunda consulta comenzaron a aparecer referencias a angustia, ansiedad, miedo, soledad en algunas situaciones, así como cierto cansancio, saturación y hasta trasgresión al necesario distanciamiento. Esta información brindada por los participantes va en coincidencia con los temas que más convocan en la actualidad al sistema de salud mental y los que mayormente se observan en las consultas.
El 46,76 por ciento de las personas encuestadas considera estar padeciendo algún tipo de malestar emocional, producto de la pandemia o bien de las medidas preventivas que debieron instrumentarse para contener la emergencia sanitaria. Es decir, prácticamente la mitad de la población encuestada. A ello se suma un 16,80 por ciento que ve la afectación como independiente de la pandemia y aislamiento y refiere signos en algunos casos preexistentes o independientes de la situación epidemiológica actual. Es de considerar entonces que, el 63,56 por ciento de la población afirma experimentar la presencia de signos o síntomas vinculados a su salud mental y/o adicciones.
Estos datos, aunque son indicativos de una afectación de la salud emocional, no son considerados por los impulsores del estudio como “padecimientos necesariamente duraderos”. De igual forma, plantea que no se considera posible “aludir a diagnósticos a partir del relevamiento porque para poder hacerlo debería contarse con datos específicos que escapan al espíritu del estudio realizado”; hacerlo requeriría de instrumentar diferentes mecanismos de escucha y entrevistas particulares con otra modalidad de búsqueda de información.
Motivos de la preocupación
Al momento de indagar en las preocupaciones más frecuentes de la población encuestada, la salud parece continuar siendo el principal tema de alarma. El 59,58 por ciento expresó preocupación por los adultos mayores o personas con preexistencias (el 45,14 por ciento de ellos refiere mayor temor por los familiares o allegados, mientras que una proporción menor lo hace por este grupo social de manera general). En segundo lugar se menciona la preocupación por la propia salud. Fueron menos elegidas las categorías vinculadas al poder adquisitivo o la situación laboral, si bien los porcentajes también requieren atención.
Asimismo, y en relación con las preocupaciones, el accionar de la población en general evidencia ciertas situaciones encontradas. Es posible inferir de las respuestas cualitativas un relajamiento general respecto del cuidado del distanciamiento social en encuentros sociales de diferente índole, desde reuniones familiares hasta grupos sociales secundarios.
Interés en buscar ayuda
A la pregunta sobre si recurrirían a ayuda profesional en los meses venideros, entre quienes manifestaron presentar signos de padecimiento subjetivo, el 87 por ciento planteó su intención de acudir a una consulta profesional.
Indagados sobre la modalidad que elegirían para esta consulta, un alto porcentaje se inclinó por la presencialidad. Más del 50 por ciento de los encuestados refirió no considerar los medios digitales para recurrir a consultas profesionales. Por otra parte, es posible inferir desigualdades en la accesibilidad a las tecnologías de las comunicaciones y a la adaptabilidad (disponibilidad de herramientas tecnológicas, conectividad y manejo de las mismas). Se observaron en ocasiones “restricciones significativas al funcionamiento de los dispositivos, se suspendieron las actividades grupales y la mayoría de las prácticas presenciales individuales, algunos pasaron a la modalidad de remotas o virtuales” durante las primeras fases.
En este sentido la apertura de los dispositivos así como la intención manifiesta de los consultados por iniciar tratamientos profesionales, permiten inferir un incremento de la demanda al sistema de salud mental y adicciones tanto público, de seguridad social, como privado”, lo que remite a la necesidad de contar con “dispositivos abiertos a la atención presencial”.
Puntualizando sobre cuáles de los ámbitos de la salud serían elegidos para próximas consultas, y considerando al total de personas que aún no ha concurrido al sistema de Salud Mental y Adicciones y piensa hacerlo en los próximos meses, el estudio concluye que se prevé un incremento de la demanda que recibirá el sistema de Salud Mental y Adicciones del sector público en un 52,63 por ciento de las respuestas. Por su parte el sector privado recibiría un incremento del 25,88 por ciento. Es necesario mencionar que, si bien el incremento incumbirá mayormente al sector púbico, la mayor parte de los encuestados recurren o lo harán al sector privado o de seguridad social (obras sociales).
El estudio
Este artículo da cuenta de datos recogidos por el Centro Integral para la Prevención y Tratamiento de las Adicciones en un relevamiento que supuso la realización de 600 encuestas en Pergamino y la zona durante el mes de octubre. La consulta se vehiculizó mediante formularios enviados a través de las redes sociales y entrevistas telefónicas. Y se concretó en una situación epidemiológica sensiblemente distinta a la que se tenía cuando se concretó el primer estudio -en el mes de mayo-.
La edad de participación en la encuesta fue mayoritaria entre los 20 y los 40 años, siendo ampliada a un 80 por ciento entre los 16 y 55 años -se ha incrementado la participación de personas más jóvenes en comparación con el primer relevamiento y se observa una disminución en la franja que va de los 40 a 51 años y un aumento significativo entre los 16 y 25-. La información volcada en este informe da continuidad al publicado por LA OPINION en la edición del pasado domingo.
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