En el palco, un entusiasmo que no se veía desde hace años

En el palco, un entusiasmo que no se veía desde hace años

Macri y Vidal fueron ovacionados. “Estamos todos”, decía un empresario, rodeado de banqueros e industriales.

 

 

Desde las 9, una fila daba varias vueltas alrededor de la pista central. Eran los que después colmaron las tribunas. Previsora, la Rural regalaba banderitas que le dieron otro color a una fiesta con un brillo y un entusiasmo que no se vio desde la llegada de la democracia, en 1983. Luis Miguel Etchevehere supo reconocer a los que poblaron los laterales, mencionando los distintos lugares desde donde provenían. Distinta fue la presencia en el palco oficial. Los industriales y banqueros, con asistencia perfecta, eran el mejor síntoma de que la represalia por ir a la Rural en tiempos de Cristina ya es parte de la historia. “Estamos todos”, sonreía Adrián Werthein junto a Adrián Kaufmann, Cristiano Rattazzi, Eduardo Eurnekian, Jaime Campos, Juan Chediak, Miguel Blanco, Norberto Peruzzotti, Enrique Cristofani y Gabriel Martino. Ni hablar de los cabañeros, empresas de insumos y productores de todo tamaño, un conjunto que ya se siente, “la base para el éxito” del gobierno de Mauricio Macri. “Vinimos a decirle que no le vamos a fallar”, decía Eduardo Crotto, presidente de la Asociación de Caballos de Carrera.

El primero de muchos indicios fue el ingreso de María Eugenia Vidal, con una ovación que sorprendió a la propia gobernadora y que estuvo a la par de la que minutos más tarde le dedicaron al Presidente, que llegó a pie y escuchó un discurso, el del titular de la Rural, en total sintonía con el suyo. Pese a que la calefacción estaba apagada, en un guiño hacia la política oficial de ahorro, el ambiente era de tal simpatía hacia su figura, que Macri hizo “pucheros” varias veces, por la emoción, según describió después Ricardo Buryaile. “Es que dejaron de lado las cosas que faltan para celebrar lo que se hizo”, sintetizó el ministro de Agroindustria a Clarín. A su lado, Leonardo Sarquís, ministro bonaerense, abrumó de cifras alentadoras.

En su discurso, Macri dijo no ser un hombre de campo pero recordó a su familia materna y especialmente a Jorge Blanco Villegas, ya fallecido, su tío cabañero, que fuera presidente de la UIA. Su viuda, Graciela Blanco Villegas, aportó otro momento de emoción cuando se acercó a saludarlo y alzó en sus brazos a Antonia. Los observaba Miguel Bein, que combina su tarea de economista con la de importante productor triguero.

Alfonso Prat-Gay llegó temprano y rodeado de cabañeros comentaba la reunión con los supermercadistas para evitar abusos en el tema que más le preocupa: los precios. “Alguien tiene que ser duro”, dijo en lo que se leyó como mensaje al interior del Gobierno. Más atrás se habían ubicado los ministros Francisco Cabrera, Esteban Bulrrich que fue con todos sus hijos y Guillermo Dietrich. Claudio Cesario (bancos extranjeros) remarcaba que el Banco Central estaba tomando deuda a la tasa más baja en dólares de la historia. Y la canciller Susana Malcorra, con elegante falda Miyake, aportaba su visión sobre las oportunidades infinitas que despierta la imagen externa de Macri.

A Diego Santilli, vicejefe de Gobierno de la Ciudad, se lo vio tan exultante que nadie le preguntó por la ausencia de su jefe, Horacio Rodríguez Larreta. Santilli ingresó junto al próximo titular de la Unión Industrial bonaerense, Mario Gualteri que aclaraba que no tiene ningún parentesco con su homónimo que supo hacer negocios en la época de Duhalde. Cerca de ellos se ubicó José Scioli, único exponente de esa rama política en el acto.

Esta vez los tradicionales loden y los capelinas dieron paso a los más democráticos ponchos y algún que otro sombrero cloche. Y entre los invitados se destacaron Graciela Fernández Meijide y Toty Flores, dirigente de La Matanza. “En el barrio la estamos peleando, pero hay esperanza”, aseguró.

A la hora del desfile de grandes campeones hubo otra constatación. Las cocardas ya no son patrimonio de las cabañas patricias. Y emergen nuevos apellidos como los Groppo de Belle Ville, que surgieron de un almacén de ramos generales o los Fernández, desde un estudio de marcas y patentes que se mezclaron, entre tantos otros con los Gutiérrez y Gabriel Romero, el dueño de la Hidrovía, que hizo desfilar a su campeón Wagyu, famoso por su carne de lujo.

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