Por: Carlos M. Reymundo Roberts. El sábado pasado pedí que no nos tomáramos en broma la crisis machaza que atraviesa el país. Frente a la tendencia de muchos de convertir todo en un meme (desde los extravíos de Alberto hasta el lavado y planchado de causas de corrupción que lleva adelante el Senado), llamé a encarar esta hora con la mayor seriedad. Debo admitir que no lo estaría consiguiendo.
Les hablé con el corazón y me contestaron con la sarasa de Martín Guzmán y la sesión hot del diputado Juan Emilio Ameri. No me sirve la excusa de Ameri de que él también le apunta al corazón.
¿Qué nos dice lo que se ha viralizado como #TetaGate? Uf, nos dice de todo. Pero, otra vez, me propongo encarar el tema con rigor y prudencia. No quiero caer en los desbordes de mi amigo Nik, que propone que ahora los diputados debatan en el Salón de los Bustos. Es un episodio que no me causa ninguna gracia y que debe llevarnos a profundas reflexiones. El video de Ameri haciendo el control de calidad de las cirugías de su novia está dando la vuelta al mundo. Somos el hazmerreír, o hazmellorar, de todos. Trump ya lo vio 150 veces; Putin, célebre puritano, está envenenado; Lacalle Pou le ofreció a Juan Emilio radicarse en Punta del Este, y Maduro dice que es una lástima que en su país no funcione el Congreso.
En mi opinión, no importa que se trate de un diputado kirchnerista: la Argentina entera, sin banderías políticas, debería unirse para hacer una contención del daño, porque nuestra imagen seguramente quedará por el piso. Dividámonos las tareas. Que Cristina, cuya palabra es tan respetada, ponga en un tuit que es una fake, más fake incluso que el allanamiento a la quinta de Macri; a Alberto le pedimos que ya no diga "volvimos mejores", sino simplemente "volvimos", y en todo caso que le pida permiso a Cristina para retuitearla; los medios deberíamos silenciar las denuncias de acoso a menores de edad que pesan sobre Ameri y presentarlo como un legislador cuya contracción al trabajo no lo ha llevado a desatender a los suyos; Ameri podría emprender un viaje a las grandes capitales para ir a presentar su versión de la sustentabilidad de las prótesis mamarias, pero, eso sí, que no vaya acompañado; a Massa le reclamamos un regreso urgente a las sesiones presenciales, en el Congreso o en el Maipo, y que por favor borre de la versión taquigráfica de anteayer eso de que iba a formar una comisión para estudiar el caso; Massita, de onda te lo pregunto, ¿en serio pensabas formar una comisión? ¿La iba a presidir Beraldi? ¿Cuál vendría a ser el propósito? ¿No tomar una decisión antes de ver las imágenes en cámara lenta? ¿Tu duda era expulsarlo de la Cámara o suspenderlo por no usar barbijo?
Afortunadamente, la renuncia del diputado -a la banca, no a sus obligaciones domésticas- nos salvó de la conformación de esa comisión, que estaba destinada a dar títulos que hubieran dado la vuelta al globo: "Analizan el video cuadro por cuadro, beso a beso", "La comisión reclama mejorar la conectividad de Salta", "Llaman a dar su testimonio al cirujano". Ese riesgo está conjurado, pero no otros. Sin pretender justificarla, la desatención de Ameri se produjo mientras exponía Carlos Heller, y, es cierto, escuchar sus peroratas se hace cada vez más cuesta arriba; callar a Heller sería una forma de encauzar el trabajo legislativo y despojarlo de connotaciones revisteriles. Ayer ya se podía escuchar en las redes un tema alusivo al escándalo: obviamente, un cuartetazo.
Otra cosa: no hay forma de bajarle el perfil al pornozoom si no muteamos a María Rachid, jefa de la oficina contra la discriminación de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires; anteanoche, al ser entrevistada por Nicolás Wiñazki, defendió a Ameri y dijo que le parecía más grave que "la diputada Carrió no vaya nunca a ninguna sesión"; Nico, impiadoso, discriminador, le recordó que Carrió ya no es diputada.
Pienso que se debería hacer algo para que la relación entre la tecnología y el kirchnerismo resulte más amigable. A las desventuras del cariñoso Ameri hay que sumar que, esta semana, tres veces Alberto quiso nombrar a Cristina en un discurso, y las tres veces se lo impidió el micrófono; acaso, el mayor gesto de autonomía que se le haya conocido al profesor. Otro micrófono, inoportunamente abierto, nos reveló que Martín Guzmán también se siente capaz de "sarasear", lo que vino a confirmar una sospecha generalizada. Y ahora acabamos de enterarnos de que el año pasado, en un acto durante la campaña, un micrófono y una cámara registraron para la historia la descarnada admisión de María Eugenia Bielsa:"Me duele tener que explicar por qué robamos. Muchachos, robamos, perdónenme que lo diga así, robamos, y no hay que robar en la política. La plata del pueblo no se toca". Increíble. Increíble que una ministra de Vivienda de pronto tenga que dormir afuera.
No sé si estoy un poco pesimistón, pero veo cierto deterioro en nuestra cultura política. Se suceden los fallidos. El blooper de Cafierito fue pedirnos que "ahorremos en dólares"; el de Alberto, que ahorremos en pesos. Guillermo Moreno dice que este gobierno ya fracasó. Ameri no fue expulsado: le permitieron renunciar.
Quizás el problema es que yo me tomo todo muy a pecho
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