La transición fluye aceitada entre Maximiliano Pullaro y Omar Perotti. Cómo se construyó el acuerdo y por qué le conviene a los dos. Seguridad, fuera del margen de chicanas.
Por Gabriela Albanesi.
Pasadas dos semanas de las elecciones en Santa Fe, la transición en el gobierno provincial está en marcha y fluye. Desde el momento cero, el mismo domingo a la noche en el que Maximiliano Pullaro arrasó en las urnas, el gobernador Omar Perotti no demoró los tiempos y lo llamó temprano para felicitarlo. Ahí se puso en marcha entre ambos un pacto no firmado, casi tácito, al que esta semana se le dio forma.
Ese tratado de paz implica una transición limpia, sin chicanas, sobre todo en materia de seguridad, y no hacer campaña por lo menos hasta dentro de un año. Es que una vez que la cúpula define el tono y las características del proceso, el resto se ordena. Los dos ganan con este acuerdo.Uno de ellos quiere terminar la gestión y salir por la puerta grande, y el otro elige a su rival.
El lunes último, el teléfono de Pullaro sonó temprano. Lo llamaba Perotti y le avisaba que había decidido retirar los pliegos de 42 cargos para la justicia, un reclamo fuerte que venía haciendo la oposición. Ese mismo día, la ministra de Gobierno, Celia Arena, ajustó los detalles con el diputado radical Fabián Bastía y lo comunicó a la Legislatura. Al día siguiente, Pullaro y Perotti retomaron el diálogo. Afinaron los puntos sobre los cuales sus equipos técnicos iban a discutir, se planificó la primera foto oficial de la transición y un punto central del presupuesto próximo: un endeudamiento de 100 millones de dólares para un nuevo tramo del acueducto Santa Fe-Córdoba. El miércoles se reunieron los equipos económicos. El jueves fue el turno de obras públicas e infraestructura y fijaron fecha para la reunión de ministros de seguridad. La transición corre aceitada, sin conflictos.
La comparación con 2019 es inevitable. Hay actores que se repiten en la mesa, como por ejemplo el senador perottista Alcides Calvo, pero también muchos que están en la periferia de la negociación, que manejan las cifras y la información fina. En aquel momento, el traspaso de la banda de la gobernación del socialista Miguel Lifschitz a Perotti fue un camino largo -por la fecha temprana de los comicios la transición duró seis meses-, más que sinuoso y con acusaciones cruzadas y reiteradas de querer dinamitar el proceso. El contexto actual es distinto.
La primera lectura que hacen hoy en la mesa chica del poder es sobre el mensaje del electorado en las urnas, no solo en las elecciones provinciales sino también en las nacionales: no hay margen para más conflicto político. También es claro que hay una disparidad profunda de fuerzas. El escenario de tercios ya no existe en la provincia, Pullaro ganó con una cifra histórica de más de un millón de votos, se quedó con la mayoría en ambas Cámaras de la Legislatura y muchas intendencias. El peronismo retuvo muy poco, casi nada, y siente esa debilidad. Perotti quiere terminar sus últimos tres meses de gestión sin complicar la situación de sus funcionarios y salir de la Casa Gris con aire para reconstruir(se).
La primera foto de transición: Calvo, Corach y Pusineri en nombre de Perotti; Puccini, Michlig y Enrico por el lado de Pullaro.
Para Pullaro, entrar a la gestión encaminada desde la transición significa ganar tiempo de gobierno, pero no es lo único. Encuentra conveniencia en tener a Perotti como actor vivo de la oposición y a la distancia justa. La frase que dejó el candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, en su visita a Pilar, cuando prometió llevar a Perotti al gabinete nacional en caso de ganar, tampoco pasó desapercibida para un Pullaro que, tras su victoria, se dedicó a hacer campaña con candidatos de Juntos por el Cambio de otras provincias y que este fin de semana se subió a la Patoneta con Patricia Bullrich para recorrer siete localidades de la provincia.
El toma y daca de la negociación se proyecta también en el largo plazo. Para qué hacer leña del árbol caído si el año próximo las concesiones de hoy pueden tener otro rinde. Todo eso con un plus: si Pullaro elige como adversario a Perotti, en un peronismo que hoy no tiene jefe, desdibuja a otros actores que quieren emerger.
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