La puneña y bucólica postal de Sergio Massa con el radical Gerardo Morales en Jujuy puede tener una contraversión indeseada: Gustavo Posse, el alcalde de San Isidro que blande su condición de no peronista como bandera de la "pluralidad" del Frente Renovador, envió un ultimátum sobre los términos de su permanencia dentro de ese espacio y, como advertencia, revitalizó las relaciones, jamás rotas, con Mauricio Macri.
El detonante es doméstico, casi de entrecasa. Posse cohabita, como antes hizo su padre, el "Cholo" Melchor con el clan Galmarini que expresa, hace años, un sector del peronismo de San Isidro. De allí es Malena, la esposa de Massa, y allí milita y transita Sebastián Galmarini, cuñado y diputado provincial del FR, también están su suegro,Fernando, el "Pato", que fue secretario de Deportes de Carlos Menem y la saga se completa con Marcela Durrieu, exdiputada, actual concejal y la vocera familiar más inquieta e impetuosa contra Posse.
Su osadía lingüística más festejada en Tigre fue comparar al alcalde con el Sapo Pepe y acusarlo de tener "pobrefobia" por proponer mudar un asentamiento. En otro tramo, jugueteó con su influencia sobre Massa y aseguró que Posse no tiene "ninguna posibilidad" de ser gobernador, cargo por el que se largó a competir el lord de San Isidro.
Pintoresco
En el possismo explican que al principio, los embates del clan Galmarini resultaban pintorescos, pero que ante la inacción de Massa, empezaron a considerar de otro modo. "¿No puede poner en línea a su suegra y quiere ser presidente?", castigó, belicoso, un operador possista.
En el entorno del intendente multirreelecto cuentan que le pidió a Massa, de diversas formas y en reiteradas ocasiones que interceda para "moderar" la actitud de su familia política, los Galmarini-Durrieu, sin conseguir ningún resultado. En una gestualidad ostensible, Posse pegó el faltazo -aunque mandó delegados- el lunes pasado al acto en que el massismo recordó la victoria del 27 de octubre de 2013 en la provincia de Buenos Aires, esquema del que el alcalde formó parte.
Hubo, en estas semanas, otra alerta: en San Fernando, que gobierna Luis Andreotti, posiblemente el intendente que más le debe a Massa, aparecieron empapelados los paredones promocionando la candidatura a intendente de Mario Posse, el hijo menor de "El Cholo", hermano de padre con Gustavo. Una especie de guerra de guerrillas en la que Posse, como no le garantizan que no sufrirá fuego amigo en su distrito, avisa que también puede hacer daño.
Según la numerología possista, el intendente de San Isidro mide 40 puntos en San Fernando y con su apellido puede inquietar la aparente previsibilidad electoral, favorable a Andreotti, en ese distrito de la zona norte, influencia directa de la figura de Massa.
La crisis del pacto Massa-Posse tiene como factor visible la tensión en San Isidro entre la familia política del candidato presidencial y el intendente, pero debajo de esa hojarasca aparecen otros elementos. Uno de ellos tiene que ver con que Posse cree que, hasta acá, Massa no le da la entidad que él cree tener porque, dicen en San Isidro, fue el único candidato a gobernador que creció en los últimos meses. En los informes possistas, el intendente mide un 25% en la Primera Sección y el 7,5% en la Tercera lo cual, sin contar al zigzagueante Martín Insaurralde, lo convierte en el postulante con mejor intención de voto del malón renovador, por encima de Felipe Solá y Darío Giustozzi.
"Gustavo sigue apostando al Frente Renovador, pero algunas cosas tienen que cambiar", dicen, con tono de advertencia, en San Isidro a la vez que recuerdan que Posse nunca rompió su relación con Macri, conducta que los armadores del PRO interpretan -o sobreinterpretan- como un indicio de que, más temprano que tarde, el alcalde se convertirá en una pieza electoral del tablero de Macri.
Deslizan, en una explicación más amplia, que algunas conductas se volvieron menos soportables desde que la figura de Massa empezó a registrar una baja a la que vez que recuperó vigor la candidatura de Macri.
Posse, por lo pronto, bendijo a Carlos Castellano como heredero para que dispute la jefatura local, una señal de que apuesta en otros entreveros. En ese juego tuvo, por caso, un acercamiento con Mónica López, legisladora provincial del FR, y esposa de Alberto Roberti, diputado y jerarca de los petroleros privados, además de mecenas de varias aventuras electorales.
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