Pablo Iglesias, el joven candidato de Podemos a la presidencia del gobierno de España en las elecciones del próximo domingo, le dio una cara y un partido a los "indignados" y ahora tiene al alcance de la mano convertirse en el artífice del cambio progresista en España.
Carismático, con capacidad de retórica, este profesor universitario de 37 años, que forjó su liderazgo en la televisión y las redes sociales, necesitó apenas una semana de campaña y dos debates para recuperar el terreno perdido en los últimos tiempos en detrimento de Ciudadanos, el otro partido emergente español.
Los comicios del 20 de diciembre se presentan como los más disputados de la historia democrática de España y, según todos los pronósticos, marcarán el fin del tradicional bipartidismo español, encarnado por los tradicionales Partido Popular (PP), del presidente Mariano Rajoy, y Partido Socialista (PSOE).
Los últimos sondeos sitúan a Podemos aún lejos de la victoria -que volvería a conseguir Rajoy-, pero en condiciones de ser decisivo en un gobierno alternativo al conservador PP.
Las encuestas más favorables otorgan a Iglesias un tercer puesto con apenas un punto de ventaja sobre Albert Rivera, líder del partido liberal Ciudadanos, si bien la mayoría de los estudios reflejan un empate técnico entre ambos.
Pedro Sánchez, del PSOE, continúa segundo, pero retrocede especialmente a costa de Iglesias, empeñado en que Podemos reemplace a los socialistas como referentes de la izquierda española.
Un Iglesias emocionado hasta las lágrimas abrazaba a la alcaldesa de Barcelona, la ex activista anti desalojos Ada Colau, entre gritos de "sí se puede" de los miles de simpatizantes que llenaron el domingo pasado el acto central de Podemos en Madrid.
Tanta emoción no se entendería sin mirar el pasado de Podemos y su candidato, surgidos del movimiento de los "indignados" o 15-M, que en mayo de 2011 irrumpió en las plazas reclamando un cambio político y social ante las políticas de ajuste del PSOE y luego el PP durante la crisis económica y financiera que sacudió con fuerza a España.
En aquel momento, Iglesias, vecino del barrio madrileño de Vallecas y profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid -es doctor, también licenciado en Derecho y máster en Comunicación y Humanidades-, fue uno más de los muchos protagonistas de aquel fenómeno que cuestionaba el sistema capitalista y rechazaba liderazgos.
Sin embargo, fue al calor del 15-M que él y un grupo de compañeros de trabajo -entre ellos la también candidata Carolina Bescansa y el intelectual Juan Carlos Monedero-, entendieron que había una "ventana de oportunidad" para un nuevo partido capaz de capitalizar ese enfado ciudadano con un nuevo discurso de izquierda y progresista.
Este grupo de politólogos, con vínculos con la izquierda -Iglesias se afilió a las Juventudes Comunistas con 14 años y fue asesor externo de Izquierda Unida (IU) en 2011 -y experiencia en asesoramiento a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, tenía claro que querían ganar, llegar al poder.
Para ello, creían que debían librar la batalla ante todo en el terreno hegemónico de los medios de comunicación.
Y Pablo Iglesias parecía el hombre ideal. Desde 2010 conducía el programa de tertulia política La Tuerka, no muy conocido (ahora en el diario digital Público), y otro llamado Fort Apache, en Hispan TV.
Sólo necesitaba dar el salto a la televisión nacional, a la gran audiencia. Lo consiguió el 25 de abril de 2013, cuando lo invitaron al programa "El Gato al agua", de Intereconomía, un canal de referencia neoliberal.
Con su larga melena recogida en una cola de caballo y su lengua suelta, Iglesias fue furor en las redes; y de allí saltó al resto de medios: La Sexta, Tele5, Cuatro.
La idea era "utilizar un medio que normalmente había sido patrimonio exclusivo del enemigo y normalizar una serie de razonamientos que, en principio, estaban alejados del mainstream" o corriente prevaleciente, decía hace tiempo Iglesias al explicar su éxito.
Recién en enero de 2014, Podemos se presentó como partido con la mirada puesta en las elecciones europeas de mayo. Iglesias era la cara visible del proyecto, el cartel electoral, y prácticamente él sólo, con un discurso anti austeridad similar al de sus socios griegos de la radical Syriza, consiguió 5 eurodiputados y que Podemos se convirtiera en la cuarta fuerza política en España.
Quedaba mucho por construir. La asamblea constituyente de Podemos se celebró en octubre y fue ahí que Iglesias fijó La Moncloa como meta: "El cielo no se toma por consenso, sino por asalto", proclamó ante sus seguidores.
A principios de 2015, Podemos subía en las encuestas y se situaba en segunda posición, tras el PP.
Pero con vistas a las municipales y generales, Iglesias decidió impulsar un giro centrista en Podemos -abandonando propuestas más radicales como la renta básica -, dirigido a construir un partido de izquierda que acabe sustituyendo al PSOE.
Cuando el cambio comenzaba a palparse tras el triunfo de las iniciativas Ahora Madrid y Barcelona en Común, Podemos comenzó a perder hegemonía, algo que algunos atribuyen a errores de Iglesias, entre ellos su decisión de apoyar a Alexis Tsipras en Grecia en su postura respecto al rescate europeo.
En cambio, un experto como José Fernandez Albertos, autor del libro "Los votantes de Podemos", cree que la fuerza de Iglesias "aglutinaba demasiada gente y esa transversalidad era muy efímera, no era viable".
"Podemos nace como un partido de los indignados, de jóvenes con aspiraciones que se han visto frustrados, entorno urbanos, altos estudios, movilizados", aseguró este doctor en Ciencia Política de la Universidad de Harvard, en declaraciones a Télam.
"Y una vez que se hacen más famosos en TV, crecen atrayendo a votantes de todo tipo, pero se afianzan en un perfil más proletario, la gente castigada por la crisis, y esa base la mantiene", prosiguió Albertos.
Paradójicamente, "cuanto más moderó su discurso, Iglesias más consolidó su base de izquierda y es consciente de ello, por eso busca el electorado más moderado", añadió.
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