El intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, jugó bastante al límite con su ego, cuando en medio de una entrevista en un medio local y refiriéndose con enojo a la decisión de mucha gente en esta capital de salir a la calle desoyendo las recomendaciones de no romper el aislamiento domiciliario, el jefe comunal actuando en defensa propia, dijo “Después nos van a apuntar con el dedo y nosotros no queremos lo que está pasando en España, Italia, en Serbia. No queremos poner a las Fuerzas Armadas en la puerta del Hospital para ver quien puede vivir y quien no. No lleguemos a eso”.
Por: Rubén Lasagno.
Lamentamos decirle a Pablo Grasso que él no es tan importante ni es tan necesario (ni lo será) como para pensar que su decisión es fundamental a la hora de decidir quién vive o quien muere. Y si acaso la sociedad lo apuntan con el dedo, seguramente equivocada no estrá. Como responsable del municipio de Río Gallegos y en plena crisis epidemiológica como Intendente no ha podido resolver el problema de la contaminación del vaciadero, las nubes de moscas que invaden los barrios, los problemas cloacales, los problemas de transporte público, la cuestión sanitaria de la capital, los perros sueltos y los servicios en barrios que están aislados por la falta de planificación irresponsable del Estado.
Seguramente lo van a poder apuntar con el dedo, por lo poco y nada que ha hecho a casi tres meses de gestión. Pero no creo que el Intendente tenga la potestad, la facultad y las competencias de tomar una decisión sobre la vida y muerte de los ciudadanos, porque si así fuera entonces sí que estaríamos en un serio problema.
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La diarrea dialéctica de la clase política en estos días, suele necesitar algún tipo de medicamento secante para evitar que tantos discursos altisonantes, pretendiendo ser proactivos ante una situación de calamidad como la que vivimos, solo para ganarse la posibilidad de estar en la foto y que todos lo vean y escuchen. Ese medicamento es la exposición de cada uno de ellos por los dichos y los hechos en los que ellos pretenden ser protagonistas.
Pablo Grasso tratando de actuar en defensa propia, se arrogó facultades que en algún momento él cree que puede tener al decir que si esto sigue sin acatarse en la medida en que “ellos” lo han dispuesto, “nosotros” lo vamos a apuntar cuando deban poner a las FFAA a decidir a quien dejan entrar al hospital y a quien no.
Grasso convive con el germen de la vanidad y el egocentrismo, creyendo que como llegó a intendente gracias a la Ley de lemas, tiene los diplomas necesarios como para sentirse por sobre “nosotros”, marcando sin esfuerzo la clara diferencia que tenemos con “ellos”, que tienen la potestad de decidir sobre los demás mortales. Pero el funcionario municipal debería pensar que lejos de ser Higlander, es un mortal que puede ser un vehículo transmisor o portador del coronavirus, el cual no se inmuta ni impresiona con los discursos políticos.
Un exabrupto de principiante, que juega a sentirse un poquito Dios, sin que por el momento haya llegado a monaguillo. Antes de pensar que va tener que decidir quien vive y quien muere, tiene la tarea más fácil de preocuparse por dejar una ciudad más limpia, más ordenada, menos contaminada y más vivible para todos los riogalleguenses. Eso, junto con la conciencia ciudadana que algunos no tienen, ayudaría a que no llegue el día en que alguien deba decidir quien vive y quien muere. Y si bien hay gente de “servicios esenciales” que como la policía y los sanitaristas deben arriesgar su salud en contacto con la gente, no creo que la presencia suya en la calle subido a camiones, sacándose fotos en los operativos de tránsito para el diario del otro día o “fiscalizando” cosas que puede hacer el personal asignado o yendo a los estudios de radio y TV para mostrarse políticamente activo, sirva como ejemplo. El mejor ejemplo que puede mostrar Grasso y la señora gobernadora, la cual siendo de alto riesgo se fotografía en Guer Aike y en lugares donde hay concentración humana, es aislarse y hacer las comunicaciones por vía electrónica o a través de un enlace con emisoras de radio.
La foto no es necesaria, excepto para el intendente y la gobernadora que quieren arrimar agua para su molino partidario, mostrando el egoísmo que los lleva a actuar de manera imprudente. Lejos de marcar interés y acción de las autoridades, su exposición pública demuestra una gran irresponsabilidad de parte de ellos, un contramensaje hacia la sociedad que los mira y a quienes le piden observar las reglas y una imprudencia supina al ponerse en riesgo, siendo que ellos (aunque nunca vayan a decidir quien vive y quien muere) tienen la obligación de preservarse, por la autoridad que les fue concedida con el voto y porque, además, deben promover el ejemplo.
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