Un optimista Schiaretti impulsa la campaña de ellas

Un optimista Schiaretti impulsa la campaña de ellas

La figura central del acto de mañana en el Hotel Quórum será Schiaretti quien, previsiblemente, asumirá la responsabilidad de guiar a los suyos hacia el éxito. Resultará interesante analizar su racionalización de la oferta de su espacio, esto es, si hablará más para que los peronistas del FdT abandonen aquel barco o si les prometerá a los votantes de JpC que, con Vigo y De la Sota, sus aspiraciones republicanas quedarán a buen resguardo.

Juan Schiaretti se restriega las manos. Está contento. Las PASO, ese artificio endemoniado para el oficialismo provincial, esta vez pueden depararle buenas noticias. Hay dos razones que dan pie a su optimismo: la lista de Hacemos por Córdoba puede resultar la más votada (considerada individualmente) y Luis Juez podría transformarse en el candidato formal de Juntos por Córdoba.

Ambas hipótesis han sido analizadas desde esta columna, pero merecen un repaso. Es posible que la dupla Alejandra Vigo – Natalia De la Sota obtenga un número de votos similar o aun mayor que la de los demás binomios en pugna. Esto, por supuesto, no significaría gran cosa (va de suyo que la sumatoria de votos para JpC será ampliamente mayor a la que obtenga el peronismo) pero los alquimistas del Centro Cívico se encargarían de presentarla como un triunfo. Sería la paradoja de proclamar vencedoras a quienes, en realidad, han perdido.

Con Juez sucede algo similar. Si se impusiera ante Mario Negri, sería justo el adversario que el gobernador hubiera elegido. El exembajador ante Ecuador podría detonar la campaña más prolija mediante uno de sus típicos arrebatos, en tanto que muchos simpatizantes macristas desistirían de votarlo simplemente porque no lo reconocen como un exponente adecuado de sus convicciones. En esta coyuntura, el gobernador solo tendría que convencerlos de que apoyar a su peronismo republicano es mejor negocio que llevar a un dirigente impredecible al Senado.

No obstante, ambas variables se comportante de diferente manera. La primera es dependiente de la acción de Schiaretti, mientras que la segunda es independiente. En esta última y aunque quisiera, no podría influir sobre los votantes de JpC. Y, si lo intentase, lo único que lograría sería fortalecer la posición de Negri, que es justamente lo que no desea hacer. Por consiguiente y en esta etapa, solo resulta conveniente concentrarse en fortalecer las chances de sus candidatas.

Esta una tarea que, en justicia, el gobernador nunca ha esquivado. En las PASO de 2017 (precandidatos a diputados nacionales) puso la cara por Martín Llaryora a sabiendas que solo un milagro le permitiría vencer a Cambiemos, la antigua franquicia macrista. Hizo campaña a consciencia por su lista e incluso fue él -y no Llaryora- quién reconoció el triunfo de Héctor “la Coneja” Baldassi cuando la distancia entre uno y otro se mostraba como irremontable.

Es legítimo suponer que, en esta oportunidad, tiene mejores razones que entonces para continuar en sus porfías electorales. Y no solo por los motivos aludidos, sino porque también es su esposa la que encabeza las aspiraciones a ocupar la banca que Carlos Caserio decidió llevarse al Frente de Todos cuando Alberto Fernández fue postulado como el candidato de Cristina.

Es un hecho que los votos que el Centro Cívico cuenta como propios le pertenecen a Schiaretti antes a Vigo y la hija de De la Sota. Esto explica la fuerte apuesta publicitaria que el gobierno ha llevado adelante en las últimas semanas y la invariable presencia de la actual diputada nacional en cuanto evento oficial o inauguración de obra pública se haya llevado a cabo en la provincia. Es inevitable la tentación de transferir, vía ósmosis política, la fuerte valoración social que goza el gobernador a quienes lo rodean. No es una estrategia ni nueva ni infalible, pero es lo suficientemente práctica como para continuar fatigándola toda vez que se pueda.

La legislación, sin embargo, impone restricciones a esta práctica impidiendo la publicidad oficial hasta treinta días antes de las elecciones. Esto supone pasar a una nueva fase, en la que el gobernador se convierte en un dirigente que reclama el apoyo para los suyos mediante los típicos recursos de las campañas electorales. Uno de ellos, el acto político, será puesto a prueba el mañana jueves en las instalaciones del Hotel Quórum.

Tal como imponen las circunstancias, sus organizaciones prevén una escenografía híbrida, con asistencia presencial y protocolos en el lugar de realización y con su retrasmisión vía Zoom o canal de YouTube a cientos de unidades básicas en toda la provincia para que los simpatizantes, impedidos de asistir por cuestiones de aforo, puedan seguir a sus candidatos a prudente distancia. Es la nueva normalidad de las reuniones políticas, distantes del calor y del folclore que se espera de los peronistas. Algo es algo.

La figura central será Schiaretti quien, previsiblemente, asumirá la responsabilidad de guiar a los suyos hacia el éxito. Resultará interesante analizar su racionalización de la oferta de su espacio, es decir, si hablará más para que los peronistas del Frente de Todos abandonen aquel barco o si les prometerá a los votantes de JpC que, con ellas, sus aspiraciones republicanas quedarán a buen resguardo. Es un punto sobre el que habrá de prestar singular atención.

De cualquier manera y más allá de estas especulaciones, debe darse por sentado que el tránsito hacia noviembre será menos ingrato para las huestes de Hacemos por Córdoba que en el pasado. Colabora a esta presunción no solo la interna que viven los cambiemitas sino la debacle que sufre la imagen presidencial. Esto determina que los candidatos de Alberto en la provincia se las vean en figurillas para hacer campaña. Se descuenta que terminarán terceros, con Caserio fuera de la conversación para renovar su banca. Esta es una gratificación que, con recoleta compostura, Schiaretti también disfruta contemplando el panorama por delante.

 

Por Pablo Esteban Dávila

 

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