Por: Joaquín Morales Solá. El lamentable espectáculo que dieron todos los dirigentes de Pro indica, por un lado, que la política y la ambición son capaces de destruir las relaciones humanas más largas y entrañables que se puedan imaginar.
En la mañana del lunes se rompió definitivamente una relación política y personal de más de 20 años. Sucedió en el momento en que Horacio Rodríguez Larreta anunció que unificaría en un mismo día las elecciones primarias capitalinas y nacionales, pero que se harán con dos urnas distintas y dos sistemas electorales diferentes. La conclusión de ese método es que los candidatos a jefe de Gobierno de la Capital no irán colgados de una lista con candidatos a presidentes. Cada candidato local logrará lo que logre por sí solo. La resolución de Rodríguez Larreta provocó un cataclismo dentro de Pro y, por lo tanto, dentro de Juntos por el Cambio. La otra novedad que ocurrió en el acto, aunque nada se dijo públicamente, es que Mauricio Macri jugará en la interna de las presidenciales abiertamente a favor de Patricia Bullrich" abiertamente a favor de Patricia Bullrich, porque considera que Rodríguez Larreta traicionó los intereses permanentes de Pro, el partido que nació casi como una expresión comunal bajo la sombra del expresidente. En rigor, ese proyecto que terminaría gobernando luego la Capital y después la Nación, aunque en este caso ya en alianza con la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, fue una construcción de Macri con dos hijos políticos que trabajaron a su lado: María Eugenia Vidal y el propio Rodríguez Larreta. La relación de confianza con este último se remonta a 2003 cuando los dos (Macri-Rodríguez Larreta) conformaron la fórmula que compitió por primera vez por el gobierno de la Capital y que ganó Aníbal Ibarra con el apoyo explícito del entonces presidente Néstor Kirchner y de su también entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el actual Presidente. Macri accedió al gobierno de la Capital cuatro años más tarde, en 2007, y durante los ocho años siguientes, hasta 2015, lo tuvo a Rodríguez Larreta como su virtual segundo con el influyente cargo de jefe de gabinete.
El lamentable espectáculo que dieron todos los dirigentes de la oposición indica, por un lado, que la política y la ambición son capaces de destruir las relaciones humanas más largas y entrañables que se puedan imaginar. Sin embargo, la conclusión más grave es que la oposición le dio la espalda a la sociedad, que ya estaba harta de los políticos de cualquier laya y decepcionada del futuro, aunque este cayera en manos de los contrincantes del peronismo. Demuestra, al mismo tiempo, que la política argentina prefiere el conflicto al acuerdo. ¿Por qué dos políticos que se conocen desde hace tiempo, que trabajaron juntos durante dos décadas, no pudieron encontrar una fórmula para resolver el problema que los enfrentaba? ¿Hubo intención y voluntad de hacerlo o directamente dejaron que las cosas sucedieran hasta el escándalo? Rodríguez Larreta tiene la facultad legal de fijar el día de las elecciones y el sistema con el que se votará. La pregunta que debe hacerse, no obstante, es si esa facultad se puede ejercer sin una precisa observación del contexto en el que se la toma.
Es probable, como dijo Andrés Malamud, que el hijo político haya querido matar al padre político. Es decir, que Rodríguez Larreta llegó a la conclusión de que nunca labraría su propio liderazgo sin terminar antes con el liderazgo de Macri. La historia de la humanidad (y la argentina) está llena de ejemplos sobre casos de parricidio político. Aquí se da el caso paradojal de que para matar el predominio en Pro de Mauricio Macri, Rodríguez Larreta debe matar antes la candidatura de Jorge Macri, primo carnal del exmandatario, a jefe del gobierno capitalino. Pero Jorge Macri es, a la vez, el ministro con funciones más políticas del propio Rodríguez Larreta. Nadie sabe si esa extraña situación durará más allá de los próximos días o de las próximas horas. Dicen que en la última conversación de Mauricio Macri con Rodríguez Larreta, el expresidente le reprochó al alcalde que en ocho años de gobierno local no haya construido una alternativa taquillera dentro de Pro, sobre todo porque Rodríguez Larreta no tiene posibilidad de reelección después de este mandato, que es su segundo. A su vez, el nombre de Jorge Macri es el que provoca más disputas dentro del larretismo, porque muchos consideran que una eventual victoria de Jorge Macri significaría la continuidad de un liderazgo ya familiar, no solo político. El macrismo responde que Jorge Macri construyó por sí solo en ocho meses una candidatura local cuando ya su primo no era presidente de la Nación ni tenía ningún cargo público.
El otro nombre que provoca controversias es el de Martín Lousteau, que es el precandidato a jefe de Gobierno por el radicalismo. Jorge Macri y Lousteau serán probablemente los dos finalistas en la interna por la candidatura a jefe de Gobierno en nombre de Juntos por el Cambio. El macrismo está lejos de Lousteau y el larretismo está cerca de él. Y ahí radica el principal altercado entre Mauricio Macri y Rodríguez Larreta: ¿por qué, dicen cerca del expresidente, hacerles las cosas fáciles a los radicales en el único distrito de Juntos por el Cambio que no gobiernan los radicales? Los tres restantes distritos en poder de la coalición opositora (Mendoza, Jujuy y Corrientes) tienen gobernadores del radicalismo. Rodríguez Larreta replica que es hora de que Juntos por el Cambio se mueva como una auténtica coalición no solo electoral, sino también de gobierno. Por eso, el alcalde porteño tuvo en el acto la adhesión de la conducción del radicalismo, con la voz insistente de su presidente, Gerardo Morales, y de la Coalición Cívica. Es cierto, de todos modos, que tanto Morales como Elisa Carrió venían distanciados desde hace varios meses de Mauricio Macri, algunos por razones ideológicas, como Morales, y otros porque cuestionan su forma de liderazgo, como Carrió. “Deben prevalecer la ley y la República cuando se trata de nosotros. De otro modo, no tendremos autoridad para reprocharle al gobierno cuando viola la ley y degrada la República”, repite en estas horas Carrió. También es verídico que existen sectores del radicalismo que disienten del compromiso de ese partido con Lousteau, aunque es difícil establecer si lo hacen por discrepancias con el actual senador nacional o porque no están de acuerdo con las posiciones de Morales.
La decisión de Macri, no hecha pública, de apoyar abiertamente a Patricia Bullrich en la competencia interna con Rodríguez Larreta por la candidatura presidencial es una consecuencia natural de lo que sucedió el lunes. “Seré justo, pero no neutral”, anticipó el expresidente cuando desistió de ser candidato a presidente. En verdad, Macri venía coincidiendo con Bullrich mucho más que con Rodríguez Larreta desde hace tiempo. Aprecia el coraje y la decisión de no cambiar sus objetivos cuando los fija de quien fue su ministra de Seguridad. La decisión de Rodríguez Larreta del lunes lo habilitó, según él, para jugar claramente en la interna de Juntos por el Cambio por la definición de la candidatura presidencial. Es más que explícito que después de la decisión de Rodríguez Larreta, Macri nunca jugará a favor de este. La figura de Macri sigue siendo influyente dentro de los votantes de Juntos por el Cambio. Es una presencia que Rodríguez Larreta no ignoró cuando decidió apostar a todo o nada. O será presidente por sus propios méritos o no lo será, concluyó. También existe una línea divisoria en el pensamiento político de los dos principales contendientes de las últimas horas. Mientras Rodríguez Larreta aboga por una política más amable entre los argentinos (“Nos hemos peleados durante décadas y nos fue muy mal. ¿Por qué no intentar hacer las cosas de otro modo?”, suele decir), Macri cree que este es un momento que solo permite enfrentar decisivamente al peronismo cooptado por el kirchnerismo. “La avenida del medio no lleva a ninguna parte”, insiste.
El estrépito político que los argentinos viven desde el lunes es injusto e inoportuno para una sociedad que se mece entre la angustia y la penuria. Un país de gente desdichada ya no escucha a economistas que estudian si la inflación bajará o no; estudian cuán cerca o cuán lejos estamos de la hiperinflación. Para algunos economistas, a la hiperinflación se llega por etapas, pero no pudieron establecer todavía cuántas etapas faltan. ¿Dos, cuatro, siete? Son como los pasos que se requieren para llegar a la cornisa del abismo y al propio abismo. Para otros economistas, la hiperinflación se produce en el momento en que la sociedad rechaza la moneda nacional, porque simplemente no le sirve de nada, y entonces ninguna política monetaria resulta eficiente para frenar el aumento constante de los precios. El fenómeno económico ocurre además cuando gobierna un linaje político carenciado de credibilidad pública y volátil con el sistema de toma de decisiones (si es que existe un sistema de tal naturaleza). Es la misma sociedad que presenció, estupefacta, el espectáculo de un ministro de Seguridad a punto de ser linchado por compañeros de trabajo de un chofer de colectivos injustamente asesinado por el delito y el narcomenudeo en el descontrolado conurbano bonaerense. Fue un caso espectacular, pero solo uno entre muchos que suceden cotidianamente en el poblado cordón que rodea a la Capital. Las disputas de Juntos por el Cambio, en ese contexto, son como hablarles en el incomprensible esperanto a los argentinos fatigados de una dirigencia política, sea cual fuere su extracción, que no mira más allá de la próxima baldosa. No es el kirchnerismo el beneficiado por estas discordias públicas de la oposición, como se adelantó a sugerir esa facción política; es Javier Milei el que cosechará lo que quede de Juntos por el Cambio. Si bien el problema es interno de Pro, la mala imagen que están dando cubre a toda la coalición opositora. Aunque es (¿o era?) el espacio con mayor intención de votos en las encuestas, esa alianza no crece en las mediciones de opinión pública de los últimos meses. A veces, entre la ambición y el suicidio hay solo un paso, corto y fulminante.
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