Los miedos y la ambición volvieron a sacar de quicio a la jornada electoral.
Los que ganaron perdieron una banca y los que perdieron ganaron una banca. Este trabalenguas sintetiza el veredicto que dio el 82% de los tucumanos que estaban en condiciones de votar y fueron a las urnas.
Festejaron todos. Unos más que otros. También hubo mensajes. Para algunos más claros que para otros. A Osvaldo Jaldo le dijeron que no podía ser el gran dueño del triunfo y del peronismo. Por eso terminó con cinco puntos menos (45.000 votos) que en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Ese dato se convirtió en fundamental para que el senador José Alperovich recuperara su euforia. Durante todo el año el ex gobernador era un actor de reparto, porque, al tener la lapicera que todo lo dice Juan Manzur y Jaldo los votos, 2019 podía quedarle muy lejos a Alperovich. Con los resultados de ayer volvió a ser protagonista del peronismo tucumano.
Beatriz Ávila prometió que iba a ser diputada nacional y cumplió. Ayer el intendente Germán Alfaro también derrochaba alegría. Había recuperado 15.000 votos respecto de las PASO y consiguió que su esposa lograra la banca que se le había escapado el 13 de agosto. Pero Alfaro, que es el peronismo disidente dentro de Cambiemos, espacio que no comulga mucho con los peronistas, devolvió con votos a aquellos que lo señalaban como el virus de la derrota de Cambiemos. La discusión no ha terminado. Apenas ha comenzado porque hay dirigentes radicales y del Pro que imaginan un Cambiemos tucumano sin peronistas. Y también sonrió José Cano, quien de salvador se había convertido en la oveja negra de la agrupación.
Ricardo Bussi no pudo evitar festejar que estuvo a 3.000 votos de ser diputado nacional y el FIT también creció en votos lo que le permite soñar a Ariel Osatinsky con alguna banca provincial para 2019.
Manzur, por otra parte, no paraba de sonreír. Los tucumanos le endosaron un poder para ser referente nacional del PJ, oportunidad que ayer perdieron el salteño Juan Manuel Urtubey y el cordobés Juan Schiaretti.
Las instituciones tucumanas no pudieron sonreír. Una vez más las triquiñuelas, la falta de confianza de los políticos provinciales y la picardía barata hicieron pasar vergüenza a los tucumanos porque no pueden evitar el acarreo, el pago por el voto y otros indignos recursos que sólo afean a nuestras elecciones.
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