Brindó una charla informal en la Usina del Arte en la que los invitó a transformar el mundo; habló de Cuba y de Trump
Ya había recibido las llaves de la ciudad (y una camiseta de Racing) de manos del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Ya había dado el primer paso con diez minutos de discurso vibrante aconsejando a los jóvenes que "no acepten el mundo como es, constrúyanlo como quieren que sea", mechado con referencias a Manu Ginóbili, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
Pero el presidente Barack Obama quiso dejar en claro que la razón principal de su visita a la Usina del Arte eran las preguntas de los más de mil jóvenes líderes que esperaron largas horas para escucharlo. "Preguntas, por favor", pidió el presidente norteamericano, y de inmediato realizó, en pocos segundos, un triple y sugestivo gesto: se quitó el saco, se desanudó la corbata y se arremangó la camisa blanca a la manera de un oficinista que ingresa a su trabajo.
Todo un símbolo de la hora y cuarto en la que el mandatario encantó a los estudiantes, jóvenes empresarios y funcionarios nacionales y porteños con su histrionismo, su manejo de los tiempos y algunas definiciones fuertes sobre temas tan variados como el capitalismo, el conflicto de Medio Oriente, la salud, el candidato republicano Donald Trump y el intercambio comercial con el país.
"Gracias por la recepción que nos dieron a mí, a mi familia, a mi suegra... esto es muy importante", agregó Obama, para arrancar las primeras risas francas del auditorio.
Eran las 15.40 y el presidente norteamericano arrancaba un intercambio que duró una hora y cuarto, algo más de lo que el propio Obama pronosticó antes de comenzar, parado delante de una tarima con sesenta jóvenes líderes y a la manera de un predicador convencido.
"Siempre me encantó hablar con los jóvenes. Ustedes pueden cambiar el mundo, desarrollarse, ver el progreso", dijo Obama durante su introducción, donde elogió al presidente Mauricio Macri, con quien se había reunido horas antes. "Estados Unidos ve con beneplácito el liderazgo de la Argentina. Somos un equipo", elogió, y al decir la última palabra en español motivó risas y aplausos.
Mencionó en ese lapso tres veces a Celeste, la joven latina que lo presentó, un recurso utilizado a menudo por la comunicación Pro.
"No subestimo los desafíos, pero tengo fe y esperanza. La humanidad avanza, no en línea recta, pero avanza", dijo, optimista, ante la primera de las nueve preguntas que le formularon. "¡Voy a tener un ataque al corazón! Usted es mi héroe", lloriqueó la joven Natalia Cloa. "Gracias, ahora alguien que tenga una pregunta", la cortó el presidente. Cuando Valeria Bossio le pidió una "colaboración más amplia" en materia científica, Obama sorprendió al decir: "El zika no parece ser un virus complicado, si trabajamos en conjunto lo podemos resolver", respondió. La pregunta de Matías Rodríguez le sirvió para defender su sistema de seguro de salud, "que les brindó a veinte millones de personas una cobertura que antes no tenían", y dar un toque progresista al afirmar: "Nada mata más que la pobreza. Hay que aumentar los ingresos en todos lados", esgrimió.
Lo escuchaban, además de los estudiantes y profesionales, los ministros Pablo Avellutto (Cultura) y Esteban Bullrich (Educación); el gabinete porteño en pleno, y dirigentes como el economista Martín Redrado, cercano a Sergio Massa.
La política exterior ocupó buena parte de sus respuestas. Sobre su reciente viaje a Cuba, Obama mezcló elogios a sus sistemas de salud y educación con críticas despiadadas a su sistema político y económico. "Uno camina por La Habana y se da cuenta de que esa economía no funciona. ¡Desde los años 50 no ha cambiado nada!", exclamó. Se mostró frustrado por la vigencia del conflicto entre israelíes y palestinos, porque "a pesar de los esfuerzos no hemos logrado avanzar en la manera que hubiésemos querido".
Sobre el liderazgo global, apuntó a dejar de lado "la derecha y la izquierda" y pidió a los jóvenes "elegir lo que funciona y tomarlo". También distinguió entre los dirigentes que "se concentran mejor en el bien común" y quienes piensan "solamente en cómo mantenerse en el poder". En el último rato no descartó un eventual triunfo de Trump, aunque confió en "la decisión correcta del pueblo americano". "Lo más importante en la democracia no es el presidente, sino los ciudadanos", afirmó, antes de estrechar cientos de manos a la manera de una estrella de rock.
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