Panorama Político Local. En la Municipalidad ven con inquietud la caída de la cobrabilidad. Sucede mientras sigue escalando la pelea con los municipales, que supone un embrollo para el radicalismo. La visita de Kicillof, distinta a las anteriores.
Por Ramiro Melucci.
“Es muy malo, muy malo”, repetía el viernes, después de la audiencia con la cúpula del Sindicato de Trabajadores Municipales (STM) en la sede local del Ministerio de Trabajo bonaerense, el secretario de Legal, Técnica y Hacienda, Mauro Martinelli. No estaba calificando a ningún dirigente gremial. Ni siquiera estaba hablando del conflicto en sí: estaba repasando, con indisimulada preocupación, el índice de cobrabilidad del municipio. La diferencia entre lo emitido y lo cobrado. Miraba en particular el número de marzo: 46%. Nueve puntos por debajo del mismo mes de 2023.
Si se repara en todo el primer trimestre, la caída interanual fue de cuatro puntos (del 54 al 50%). “Esto va cada vez peor”, se sinceraba el funcionario, de muy bajo perfil a pesar de que es un soldado clave en la batalla del intendente Guillermo Montenegro contra el sindicato municipal. Hablaba, como acostumbra a hacerlo, en términos meramente técnicos.
El impacto de la crisis también se siente en la coparticipación. La Municipalidad tuvo un incremento del 160% en el último año (entre marzo de este año y el anterior), mientras que la inflación trepó un 288%. Una caída real de 128%.
Con estos números se interpreta mejor la decisión de no aumentar las tasas en mayo y junio. Si cada vez aportan menos contribuyentes, otro aumento sería tan difícil de pagar como de cobrar.
La magnitud del declive deviene argumento en la negociación con el STM. La administración mantiene la postura de que no puede pagar más que un 10% de aumento. La reiteró Martinelli en la audiencia ministerial. El sindicato lo rechaza de plano: insiste con el pedido de 35%.
El delegado regional del Ministerio, Daniel Buccico, instó a las partes a seguir negociando y pidió al municipio que, mientras eso suceda, suspenda el descuento de los días de paro y la eliminación del presentismo para aquellos que se adhieran. El intendente lo tomó como una “sugerencia” que el funcionario provincial formuló “excediéndose en sus funciones”, según contaron en su entorno. Por lo tanto, no la va a acatar.
Montenegro ve que los guardavidas aceptaron una propuesta igual a la que le formuló a los municipales. Observa que los estatales de la provincia acordaron por un porcentaje similar con Axel Kicillof. Y con esos condimentos, sumados a los dos paros por 48 horas en lo que va de su segundo mandato, busca exhibir una radicalización del sindicato municipal.
Aunque la narrativa oficial tienda al tremendismo, aún no hay comparación con la época de Carlos Arroyo. Sólo en su primer año la gestión del exintendente tuvo cinco paros, sin contar los de docentes, los que se hicieron en dependencias puntuales y los reclamos casi cotidianos de los empleados, en un clima de constante ebullición.
Tampoco Montenegro es Arroyo. Encaró su administración con la intención de mantener un diálogo fluido con el gremio de Antonio Gilardi. Apenas asumió les devolvió la bonificación a los docentes. Y durante su primera gestión se cansó de negociar sin indicios de conflicto la gran mayoría de los acuerdos paritarios. Recién ahora se endureció: primero con el descuento, después con el fin del presentismo en caso de paro y luego con el proyecto para declararlos esenciales.
El delegado del Ministerio pidió que se suspenda el descuento de los días de paro y la eliminación del presentismo para aquellos que se adhieran. El intendente lo tomó como una “sugerencia” que el funcionario provincial formuló “excediéndose en sus funciones” y no la va a acatar.
A medida que el conflicto adquiere más temperatura traspasa los límites del municipio. La Federación de Sindicatos Municipales (Fesimubo) amenazó con un paro en toda la provincia. El ministro de Trabajo bonaerense, Walter Correa, criticó las intenciones de Montenegro. También lo había hecho el coordinador regional del Ministerio, Raúl Calamante.
El radicalismo mira la escena como si se tratara de un objeto extraño. La observa por todas sus partes y no le encuentra explicación. No alcanza a comprender hacia dónde va el conflicto. Duda sobre la necesidad de entablar una batalla con el sindicato. Pero se maneja con prudencia: el intendente, a pesar de los guiños a Javier Milei, sigue siendo su socio.
El test de fidelidad será el tratamiento del proyecto de esencialidad. La secretaría del Concejo, en manos radicales, le dio cuatro giros al expediente: deberá pasar por las comisiones de Ambiente, Educación, Salud y Legislación, en ese orden. La próxima reunión de la de Ambiente recién está prevista para dentro de once días. Tiempo suficiente para establecer la manera de hallar un equilibrio entre “los principios y la política”, según los términos que se escucharon en el bloque.
Podría interpretarse que “los principios” son no ir contra un derecho constitucional como el de huelga, y la apelación a “la política” consistiría en no mostrar una fisura muy profunda en el interbloque oficialista. “No hay nada definido”, aclaran en la bancada radical, casi como clamando tiempo.
La negativa a pagarles a los municipales un aumento superior al 10% y la decisión de congelar el aumento de tasas en la mitad de la inflación interanual (144% contra 288%) son las nuevas estrellas en el firmamento de la austeridad. Por eso causó turbación la difusión de la licitación de las primeras obras con lo recaudado por la tasa vial. El municipio pudo haber adjudicado las tareas por cerca de $ 300 millones menos, pero no lo hizo porque consideró otros factores más allá del económico. “En el arreglo de calles muchas veces lo barato sale caro, porque se te rompen a los seis meses”, dijeron en el municipio. Pero las explicaciones técnicas las dará el presidente del Emvial, Mariano Bowden, en la respuesta al informe que le pedirá el Concejo a partir de un expediente que inició Unión por la Patria.
Axel Kicillof en el congreso de delegados de la UOM, junto al secretario general, Abel Furlán.
El kirchnerismo apunta a Montenegro mientras ve cómo se recalienta la interna bonaerense. En plena tensión entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner, el gobernador visitó Mar del Plata. Justo después de un paso por Quilmes del que sólo se habló de la frialdad en el trato con la camporista Mayra Mendoza. Y antes de que el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, agrupara en la ciudad a los peronistas enfrentados a La Cámpora, con Rodolfo “Manino” Iriart como anfitrión.
Lo que se vio acá en el congreso de la UOM fue una nutrida recepción al gobernador, con dirigentes de distintos espacios y una fuerte presencia kirchnerista, encabezada por Fernanda Raverta. Pero sin book de fotos como en otras visitas ni demostraciones de cariño en redes sociales. “Para no herir susceptibilidades”, dijeron cerca de la exdirectora de Anses. Y agregaron: “La relación se mantiene tal como estaba. No necesitamos sobreactuar”. ¿Aludían a alguien?
Gustavo Pulti no esperó al gobernador. El activo diputado de Unión por la Patria lo siguió en caravana por toda la sección y no se privó de empezar a componer su propio álbum. Si quiso marcar algún contraste lo logró.
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