La pesca muestra récord de exportaciones pero la industria del fresco se agota por falta de rentabilidad y deja cientos de trabajadores en la calle. Moscuzza quiere pescar langostino con su nuevo barco. Dice que mide 39,90 metros pero en realidad mide 47, fuera de los 40 que establece la Resolución 1113/88
La pesca nacional cerró un 2017 perforando por primera vez el techo de los 2 mil millones de dólares. Esa cantidad de divisas se generó por la comercialización de productos de origen marino.
Un 65% de ese total corresponde a la venta del langostino, a partir de la sobreabundancia del marisco en aguas patagónicas que cada año corre un poco más allá el récord de desembarques: fueron 220 mil toneladas el año pasado.
Como ya hemos dicho en esta columna, los brotes verdes que exhibe la pesca no representan una bonanza a lo largo de toda su cadena productiva. Argentina hoy se sostiene por productos congelados a bordo.
Además del langostino, el calamar aportó casi 100 mil toneladas de una buena zafra en comparación con el 2016 y la merluza fue capturada y procesada mayormente por los buques congeladores sobre el efectivo sur, el principal de la pesquería de merluza.
Nada de eso se produce en tierra y hoy asistimos a una crisis laboral sin precedentes que involucra a cientos de trabajadores que ya no disponen de la garantía que en otros tiempos había: pescado fresco de manera casi inagotable sobre la mesa de trabajo.
El grupo Valastro se desprendió de los tres barcos fresqueros que le quedaban y todavía mantiene bajo relación de dependencia a un centenar de trabajadores registrados hace una década atrás cuando floreció el Anexo PyME del CCT 161/75 para registrar a obreros que hasta ese momento se desempeñaban en cooperativas que procesaban en los mismos frigoríficos de las empresas que aportaban el pescado.
En las últimas horas Chiarco (China Argentina Company) le avisó al Soip que reducirá en la mitad la nómina de 70 empleados que tiene registrados en su frigorífico de Ortiz de Zárate y Posadas.
Serán 10 en enero que se definen por estas horas; otros 10 en este mes de febrero y 14 en marzo, para quedarse solo con 36 trabajadores a los cuales tampoco les garantizó que pueda mantenerlos ocupados 8 horas durante cinco días a la semana.
Chiarco no indemnizará sino que están cerca de acordar con el sindicato que los despidos se encubran con un plan de retiro voluntario donde pagará el 100%. La empresa recibe los REPRO, el beneficio del Ministerio de Trabajo que ayuda a compensar una parte del salario con el objetivo de mantener las fuentes laborales.
Los chinos no tienen barcos propios; compran materia prima: corvina, merluza, calamar, langostino y lo reprocesa. Ni para ellos, que tienen beneficios particulares del gobierno chino, parece ser negocio trabajar con pescado fresco en la industria pesquera marplatense.
Tampoco en la patagónica porque pusieron un pie en Madryn y dejaron un tendal de frustrados.
Si los registrados bajo convenio están sometidos a un garantizado que los entierra por debajo de la línea de pobreza, para los informales, los precarizados, los changas, la indisponibilidad de pescado fresco para cortar aunque sea en una mesada improvisada sobre un cajón en un piso de tierra y paredes de chapa, colgados de la luz y sin agua corriente, este presente duele como el corte del cuchillo cuando se pasa la anestesia del frío.
Enero marcó otro descenso en la estadística de los desembarques. El año pasado habían sido 11.664 toneladas, en su mayoría pescado fresco porque la temporada de calamar se abrió el 20 de enero.
Ahora se abrió el 10 de enero y las buenas capturas generaron que la marea dure 12 días y algunos poteros descargaron el mes pasado. Hasta el 29 de enero, la estadística oficial marcaba 7992 toneladas para los primeros días del 2018. La mitad es calamar que ni sale del puerto: se exporta entero.
La semana pasada recorrí un par de merenderos que funcionan en los barrios del sur profundo, Cerrito y Lomas del Golf donde las necesidades básicas se han multiplicado como consecuencia de la crisis laboral que afecta al sector.
“Hay tanta necesidad de trabajo que los compañeros pasan la noche en la calle, frente a las plantas, esperando que abran y que los llamen. Nunca vi una cosa igual”, cuenta Jorge Rodríguez, de la Coordinadora del Puerto, que articula con Barrios de Pie la asistencia alimentaria al sur del puerto.
Hasta hace un tiempo en el Soip contabilizaban la lista de despedidos tras la asunción de Cambiemos y el fin de la joda que terminó con la subdeclaración. Superadas las 600 personas y consumado el cierre de una docena de plantas, dejaron de contar…
El pescado fresco falta y los obreros de la pesca, sobran. Mientras se emparcha la tensión social con subsidios, los merenderos y comedores trabajan en su máxima capacidad, se prolonga una agonía en la que siempre pierden los mismos, los eslabones más débiles.
En la otra punta de la cadena perfectamente podría estar José Moscuzza. El poderoso armador y empresario marplatense acaba de botar un barco nuevo después de 35 años. El “José Américo” es un congelador preparado para la pesca de langostino aunque todavía debe resolver un inconveniente.
El buque mide 47 metros de eslora total. Lo contó un proveedor que colocó máquinas en el nuevo barco y así aparece en la base de datos de Marine Traffic, uno de los más respetados del mundo.
Pero en el expediente que el armador presentó en la Subsecretaría de Pesca para que el buque logre la matrícula ante Prefectura, informo que el barco medía 39,90 metros de eslora entre perpendiculares. Una mentira que puede advertir cualquier estudiante de ingeniería naval con el barco amarrado a muelle.
Por qué la diferencia. Para pescar langostino, salvo algunas excepciones en los últimos años, la Resolución 1113/88 establece que los barcos no pueden medir más de 40 metros de eslora total ni estar equipados con una potencia de más de 2 mil HP. Nada dice de eslora entre perpendiculares.
Después de 35 años, “Pototo” encarga un barco nuevo y lo construye de 47 metros, sabiendo que el límite para entrar a pescar langostino, que para eso lo construyó, son 40 metros. Puede parecer un chiste, pero lejos de eso…
Marca hasta qué punto un hombre puede sentir que por sobre él no hay nada, ni ley, ni norma. Todo puede ser erosionado con su poder de lobby para derogar la Resolución y todas las restricciones.
Sobre todo a partir de los vínculos que germinó con el presidente Macri y que tienen como nexo a Daniel Angelici y la dirigencia de Boca. En el puerto se cuenta que puso los avales para la presidencia de Pedro Pompillo.
El “José Américo” está en viaje a Mar del Plata y en el puerto son varios los que ya se anotaron para esperarlo muñidos con metros de carpintero, cinta de metal y hasta con centímetros de costurera para medirlo de punta a punta.
Oficialmente, una vez que termine el trámite ante la Aduana, lo recibirá Prefectura Naval Argentina para ingresarlo en el Régimen de la Navegación Marítima Fluvial y Lacustre (REGINAVE). Ahí se harán las mediciones correspondientes y la entrega de la matrícula nacional.
Si efectivamente cambiamos, si ya no hay privilegios por más que se llame José Moscuzza y sea amigo del Presidente, y tenga a su lobbysta de cabecera como representante del Poder Ejecutivo en el Consejo Federal Pesquero, ese cálculo no puede dar otra cosa que 47 metros de eslora total.
Puede ser el barco pesquero más moderno del mundo, la galaxia y la reserva del puerto. Le puede rendir tributo a los antepasados que hicieron grande el apellido o puede ser el puente que una a las próximas generaciones con los desafíos del futuro.
Puede ser todo eso y más. Pero si efectivamente habitamos una nueva Argentina “sin comportamientos mafiosos”, como sostuvo ayer Mauricio Macri, los 4700 centímetros del “José Américo” lo dejan fuera de norma. Al margen del langostino.
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