Este es un año de inestabilidad laboral en Estados Unidos, bautizado por los economistas el año de la «gran dimisión».
Por Sonali Kolhatkar.
El 14 de septiembre de 2021 una joven de Luisiana llamada Beth McGrath publicó en Facebook un vídeo de ella misma trabajando en Walmart. Su lenguaje corporal muestra una energía febril cuando encuentra el valor para hablar por el interfono y anunciar su dimisión a los compradores. «Aquí todo el mundo está sobrecargado de trabajo y mal remunerado», comienza, antes de pasar a denunciar a algunos de los directivos por su comportamiento inapropiado e insultante. «Espero que no les hablen a sus familias como nos hablan a nosotros», dijo, antes de terminar con un «¡f**k this job!” (¡qué trabajo de m*****!)
Quizá Beth McGrath se haya inspirado en Shana Ragland, de Lubbock (Texas), que hace casi un año hizo una renuncia pública similar en un vídeo de TikTok que colgó desde la tienda de Walmart donde trabajaba. Las quejas de Shana Ragland eran similares a las de Beth McGrath, ya que acusó a los directivos de denigrar constantemente a las trabajadoras. «Espero que no les hables a tus hijas como me hablas a mí», dijo por el intercomunicador de la tienda antes de concluir con «Que se vayan a … los directivos, que se joda esta empresa».
Las renuncias virales de estas dos jóvenes marcan el final de un año de inestabilidad laboral en Estados Unidos que los economistas han bautizado como la «Gran Dimisión». Las mujeres, en particular, se consideran las pioneras de esta tendencia.
La gran dimisión
La gravedad de la situación fue confirmada por el último informe de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) (12 de octubre de 2021), que indica que un porcentaje récord de 2,9% de la fuerza laboral renunció a su trabajo en agosto de 2021, lo que equivale a 4,3 millones de renuncias.
Si una tasa tan alta de abandonos se produjera en un momento en el que los puestos de trabajo son abundantes, podría verse como un signo de una economía en auge en la que los trabajadores pueden elegir su trabajo. Pero el mismo informe del BLS muestra que las ofertas de empleo también han disminuido, lo que sugiere que está ocurriendo algo más. Un nuevo sondeo de Harris (12 de octubre) entre personas asalariadas ha revelado que más de la mitad de los trabajadores quiere dejar su trabajo. Muchos evocan la falta de atención por parte de su empleador y la falta de flexibilidad en la programación de su trabajo como razones para querer dejar su puesto. En otras palabras, millones de trabajadores en Estados Unidos están simplemente hartos.
La alteración del mercado laboral es tan grave que Jack Kelly, colaborador principal del medio de comunicación proempresarial Forbes.com, definió la tendencia como «una especie de revolución y levantamiento de los trabajadores contra los “malos” jefes y las empresas que se niegan a pagar adecuadamente y se aprovechan de su personal» (8 de octubre de 2021). En lo que podría ser una referencia a los vídeos virales como los de Beth McGrath, Shana Ragland y la creciente tendencia de posts #QuitMyJob, Jack Kelly continúa: «Los que dejan sus trabajos están haciendo una declaración poderosa, positiva y de afirmación de sí mismos, están diciendo que ya no van soportar más esos comportamientos abusivos».
Por su parte, algunos consultores sugieren que se puede contrarrestar la bronca de los trabajadores con «ejercicios para reforzar vínculos», como «compartir el reconocimiento», y juegos. Otros proponen aumentar la confianza entre trabajadores y jefes o «ejercer la curiosidad empática» con respecto a los empleados. Pero estos enfoques superficiales ignoran por completo lo esencial.
Hay que considerar que estas renuncias van de la mano de otra poderosa tendencia que muchos economistas ignoran: la creciente disposición a la huelga de los trabajadores sindicalizados.
Las grandes huelgas
El 13 de octubre de 2021, los equipos de rodaje de la industria cinematográfica anunciaron que podrían declararse en huelga, ya que 60.000 miembros de la Alianza Internacional de Empleados Teatrales de Escena (IATSE) habían votado a favor de una huelga nacional. [El domingo 17 de octubre se llegó a un acuerdo muy reñido para mejorar la situación del personal de rodaje; la amenaza de una huelga hizo que, finalmente, la balanza se inclinara.] [1]
Unos 10.000 empleados de John Deere (maquinaria agrícola), que están representados por el sindicato United Auto Workers (UAW), también se preparan para la huelga tras rechazar un nuevo contrato. La red de clínicas Kaiser Permanente se enfrenta a una posible huelga de al menos 24.000 de sus enfermeras y otros trabajadores de la salud en los estados del oeste – [la votación para la huelga se extendió hasta el 20 de octubre] – por los bajos salarios y las condiciones de trabajo. Y unos 1.400 trabajadores de Kellogg en Nebraska, Michigan, Pensilvania y Tennessee ya están en huelga por salarios y beneficios inadecuados [plan de salud, pensión].
Se han anunciado tantas huelgas, y con tanta rapidez, que el ex secretario de Trabajo [1992-1997, bajo el mandato de Bill Clinton] Robert Reich la calificó de «huelga general no oficial» (The Guardian, 13 de octubre de 2021).
Sin embargo, la representación sindical sigue siendo extremadamente baja en Estados Unidos, resultado de décadas de esfuerzos concertados de las empresas para reducir el poder de negociación de los trabajadores. En la actualidad, sólo un 12% de los trabajadores están afiliados a un sindicato.
El número de huelgas y de trabajadores en huelga podría ser mucho mayor si el porcentaje de sindicalización fuera mayor. Los trabajadores no sindicalizados, como Beth McGrath y Shana Ragland, contratados por empresas históricamente antisindicales como Walmart, podrían haber organizado a sus compañeros en lugar de recurrir a las publicitadas dimisiones individuales. Aunque los mensajes de dimisión en las redes sociales tienen un impacto significativo en las discusiones sobre el descontento de los trabajadores, tienen poco impacto directo en las vidas de los trabajadores y compañeros que dejan atrás.
Un ejemplo de cómo la organización sindical ha marcado una diferencia concreta en las condiciones de trabajo es el nuevo contrato que acaban de ratificar 7.000 trabajadores de las farmacias Rite Aid y CVS (Consumer Value Store) de Los Ángeles. El sindicato United Food and Commercial Workers Local 770 negoció un aumento salarial de casi el 10% para los trabajadores, así como la mejora de las prestaciones y las normas de seguridad.
Y cuando las empresas no cumplen, los trabajadores tienen más influencia cuando actúan como un colectivo unitario para la negociación solidaria que como individuos. Por ejemplo, los trabajadores de Nabisco que se pusieron en huelga en cinco estados este verano. Mondelez International, la empresa matriz de Nabisco, obtuvo beneficios récord durante la pandemia gracias al aumento de las ventas de sus productos para aperitivos. La empresa era tan rica que le pagaba a su director general 16,8 millones de dólares en compensación anual y gastaba 1.500 millones de dólares en recompra de acciones a principios de este año, mientras que el salario medio de los trabajadores era de unos apenas 31.000 dólares al año. Muchos puestos de trabajo de Nabisco se trasladaron a México, donde la empresa pudo reducir aún más los «costos» laborales.
Después de semanas de piquetes [que comenzaron el 10 de agosto de 2021], los trabajadores de Nabisco en huelga, representados por el Sindicato Internacional de Panaderos, Confiteros, Tabacaleros y Molineros de Granos, volvieron al trabajo [el 18 de septiembre de 2021] después de haber logrado modestos aumentos retroactivos del 2,25%, bonos de 5.000 dólares y un aumento de las contribuciones del empleador a sus planes de pensiones. La empresa, cuya facturación aumentó un 12% este año, puede permitirse estas y otras medidas.
Junto con las dimisiones masivas, estas huelgas de trabajadores revelan un profundo descontento con la naturaleza del trabajo en Estados Unidos, que de hecho se remonta a décadas atrás. Las empresas han ejercido un dominio sobre la política, destinando una parte de sus beneficios a presionar al gobierno para obtener aún más beneficios a costa de los derechos de los trabajadores. Al mismo tiempo, el poder de los sindicatos ha disminuido, una tendencia directamente relacionada con el crecimiento de la desigualdad económica [desigualdades que reflejan el endurecimiento de los acuerdos de explotación].
Empresas y legislación
Pero ahora, cuando los trabajadores refuerzan su posición, las empresas están preocupadas.
A raíz de estas huelgas y dimisiones, los legisladores intentan activamente reforzar las leyes laborales federales existentes. Los grupos empresariales están presionando a los demócratas [2] para que debiliten las medidas pro-laborales incluidas en la legislación «Build Back Better» (BBB, “Reconstruir mejor)) que se está debatiendo en el Congreso [3].
En la actualidad, los empresarios pueden violar las leyes laborales sin mayores consecuencias porque la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) no tiene poder para multar a los infractores. Sin embargo, los demócratas quieren dar a la NLRB el poder de imponer multas de entre 50.000 y 100.000 dólares a las empresas que violen las leyes laborales federales. La propuesta «Reconstruir mejor» también pide que se aumenten las multas a los empresarios que infrinjan las normas de la Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo (OSHA). [Es la agencia del gobierno federal cuya misión es prevenir las lesiones, enfermedades y muertes en el lugar de trabajo.]
La Coalición por un Lugar de Trabajo Democrático, un grupo de presión empresarial que quiere cualquier cosa menos democracia en el lugar de trabajo, está muy preocupada por los cambios propuestos. Ha enviado una carta a los parlamentarios en este sentido. Queda por ver si los grupos de presión de las empresas consiguen que esta vez la legislación laboral siga desdentada. Pero mientras los trabajadores siguen abandonando el trabajo y aumentan las huelgas entre los trabajadores sindicalizados, los empresarios ignoran las señales de advertencia de rabia y frustración por su cuenta y riesgo. (Artículo publicado en el sitio web de Economía para Todos el 16 de octubre de 2021, que forma parte del Instituto de Medios Independientes)
* Sonali Kolhatkar es fundadora y presentadora de Rising Up With Sonali, un programa de televisión y radio emitido en Free Speech TV y en las emisoras de Pacifica
Notas de la redacción de A l´encontre
[1] «Este es un final a la Hollywood», dijo Matthew Loeb, presidente de IATSE, el principal sindicato del sector, en un comunicado publicado el sábado por la noche. Representa a decenas de miles de estos trabajadores del espectáculo. El comunicado del sindicato dice que el acuerdo propuesto «aborda cuestiones fundamentales, como los períodos de descanso razonables, las pausas para comer, un salario digno para los que están en la parte inferior de la escala salarial y aumentos sustanciales en la compensación» de las grandes empresas. La Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP) -que representa a Disney, Warner y Netflix, entre otros- se negó a aceptar algunas de las demandas de IATSE hasta el último momento. «Nos enfrentamos a algunas de las empresas de tecnología y entretenimiento más ricas y poderosas del mundo, y conseguimos un acuerdo con la AMPTP que satisface las necesidades de nuestros miembros», dijo Matthew Loeb. Los equipos de rodaje no se ponían en huelga desde 1945. La movilización sindical durante las negociaciones, que se vieron obstaculizadas por la negativa de las grandes empresas, condujo a este avance.
[2] Paige Smith, el 6 de octubre de 2021, escribió en Bloomberg Law: «Una coalición de más de 600 grupos empresariales está atacando la propuesta de los demócratas de la Cámara de Representantes de permitir que la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) multe a los empleadores que violen las leyes laborales federales, y está instando a que la disposición se elimine de un paquete de gasto social masivo».
[3] El programa con este nombre (BBB) se centra, en primer lugar, en la infraestructura física de más de un billón de dólares, que fue aprobada en el Senado por los republicanos, lógicamente. Pero los demócratas «progresistas» proponen que se acepte primero el proyecto de «infraestructura social» de 3,5 billones de dólares, ya que este proyecto (aunque más pequeño de lo que se pretendía en un principio) no cuenta con el apoyo de los republicanos y de al menos dos senadores demócratas muy conservadores. Esto lo condenaría al fracaso. Incluye una importante infusión de fondos para el cuidado de los niños, una ampliación del número de beneficiarios y del alcance de los programas de seguro de salud pública, reducciones sustanciales de las primas de los seguros privados e inversiones masivas en educación y vivienda pública, recortes fiscales para las familias y la creación de más de 10 millones de puestos de trabajo de energía verde. Para financiar parte de este programa, se propone reducir los beneficios otorgados a los ricos por los republicanos durante los años de Trump. Por ahora, el BBB está en el medio del camino.
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