Instalado por ahora en la capital provincial, el gobernador mantiene contacto permanente con la vicepresidenta y con sus colaboradores. El WhatsApp que le envió a su antecesora y su preocupación por la renegociación de la deuda
Por Federico Mayol.
Lo hace todo el tiempo, a toda hora. Incluso cuando la vicepresidenta, la única terminal política a la que reporta el gobernador bonaerense, pasa sus días en Cuba en compañía de su hija Florencia, confinada en la isla por un complejo cuadro de salud.
Kicillof terminó de definir con ella y con sus colaboradores más íntimos el tono de la conferencia de prensa de fin de año, en la que acusó a la oposición de “irresponsable” por no darle curso al paquete impositivo enviado a la Legislatura que, al final, sería aprobado después de varios días y de intensas negociaciones.
“Averigüen en qué línea aérea viajó (María Eugenia) Vidal, porque acá anda bien el wifi”, le escribió, irónico, el gobernador a sus asesores mientras volaba en el avión de Alitalia junto a Alberto Fernández rumbo a Israel, previa escala en Roma.
El ex ministro todavía estaba molesto con su antecesora porque, según sus colaboradores, había arreglado con ella después del primer encuentro que mantuvieron que sería su única interlocutora en las primeras negociaciones parlamentarias. En La Plata aseguran que cuando Kicillof le escribió a su WhatsApp antes de fin de año, Vidal “le clavó el visto”. La ex gobernadora ya estaba en viaje a París junto a su nueva pareja.
“Si querían que negociáramos con Jorge Macri, nos lo hubiesen dicho desde el primer momento”, se quejaron desde el gobierno bonaerense.
Cristina Kirchner y Axel Kicillof (Nicolás Aboaf)
A Kicillof no le hizo gracia arrancar su gobierno con ese traspié parlamentario: el tratamiento de la ley que pintaba para un trámite exprés según algunos medios terminó como un dolor de cabeza para la nueva administración bonaerense.
El gobernador lee todas las mañanas el informe de prensa que le preparan sus asesores. No tiene la obsesión que atravesó los ocho años de la gestión de Daniel Scioli, que auditaba en persona las fotos que su equipo mandaba a los medios. Y no tiene la clave de sus redes sociales.
“Si fuera por los medios, no hubiera sido nunca gobernador”, le dijo a su gabinete en una de las primeras reuniones en La Plata, después de que algunos de sus funcionarios se quejaran por el tratamiento mediático.
Desde que asumió, Kicillof pasa buena parte del día junto a Jésica Rey y Nicolás Beltram. Rey es su histórica jefa de prensa, la ministra de Comunicación Pública provincial que está a metros de la oficina del gobernador y por la que pasa toda la estrategia de comunicación del gobierno. Tuvo su lugar en el Renault Clío de Carlos Bianco, el jefe de gabinete, en el que el ex ministro hizo parte de su campaña.
El otro ocupante del auto era Beltram, el secretario privado del gobernador de estrecha confianza que se hizo cargo de la Unidad Gobernador: por él pasa desde la logística de la custodia y el helicóptero, hasta el cloro de la piscina de la residencia platense.
Por ahora, Kicillof se instaló junto a su pareja, Soledad Quereilhac, y sus dos hijos en la residencia oficial. La casa porteña de Agronomía, sobre la avenida De los Constituyentes -sin rejas, puerta a la calle-, espera por la decisión familiar: el gobernador tiene que decidir dónde van a vivir en el comienzo del ciclo lectivo.
Primero trascendió que buscarían algo en Provincia pero cerca de la General Paz para no estar lejos de la escuela. La custodia, a cargo del comisario Gabriel de los Ríos, por ahora discreta -es la primera vez que su familia tiene seguridad-, habría dado sin embargo el visto bueno para vivir en la casa de Agronomía, según confiaron fuentes oficiales. Kicillof deberá resolver, en ese caso, la disyuntiva del relato de gobernador la provincia de Buenos Aires y vivir en la Ciudad.
La residencia bonaerense (Santiago Salva)
En La Plata trascendió que hubo averiguaciones por parte de algunos funcionarios en el Barrio Quimilar, en la zona de City Bell. Es que a la orden de “no vacaciones” se suma la directiva de trabajar, al menos en los primeros meses, en la capital provincial.
Vidal le tomó enseguida el gusto a la ciudad de Buenos Aires: primero se instaló en las oficinas porteñas del Banco Provincia, en el piso 19, a metros de Casa Rosada. Después en la Casa de la Provincia, sobre la avenida Callao. Y al final en el Museo Ferroviario de Retiro.
La residencia oficial de la gobernación se usó solo en el primer verano. Después quedó deshabitada. La mujer de Kicillof se quejó, de hecho, por el estado de las instalaciones. En el entorno de Vidal reconocen que la residencia nunca fue prioridad.
Lo primero que hizo el gobernador, como el Presidente en Plaza de Mayo, fue ordenar el retiro de las rejas que cortaban el tránsito de las calles 51 y 53 en torno a la gobernación y que habían sido dispuestas por Vidal por las movilizaciones recurrentes. Pidió sacar las dos garitas elevadas de la Policía de la Provincia dispuestas en dos de los laterales de la Casa de Gobierno. Y estudian presupuestos para limpiar el frente del edificio, sobre la calle 6: tiene múltiples manchas de pintura que se acumularon de diversas manifestaciones.
Si en los primeros meses de la administración no hay logros económicos ni de gestión, al menos que haya una lavada de cara en las oficinas de la gobernación, razonan en el entorno del mandatario.
Kicillof está obsesionado con los números. Y con la renegociación de la deuda: en su vuelo a Jerusalén, en plena negociación con los acreedores de la Provincia, no dejó de chatear con sus colaboradores y, en especial, con Pablo López, su ministro de Economía. La incertidumbre por la reestructuración de la deuda bonaerense lo dejó de hecho en una posición incómoda con algunos de los gobernadores del PJ, que, en privado, manifestaron su descontento por el coletazo en los mercados. La discusión parlamentaria de la semana próxima en torno a la ley enviada por Martín Guzmán podría traer novedades en ese sentido.
Axel Kicillof y María Eugenia Vidal
Al gobernador no le preocupa: está embarcado en una gestión en la que se rodeó de sus colaboradores de confianza: Bianco, Rey, Beltram, López, Augusto Costa, Agustina Vila y Federico Thea, entre otros. Sergio Berni, el excéntrico ministro de Seguridad, responde, como Kicillof, a Cristina Kirchner. “Cuando leímos el prospecto sabíamos de las contraindicaciones”, se ríen en la gobernación.
Kicillof nunca fue de La Cámpora. Pero tiene un vínculo afectuoso. El mandatario no dejó para la agrupación fundada por Máximo Kirchner ni un solo lugar en el gabinete, al menos en los casilleros más relevantes. Tampoco para los intendentes del PJ, que desde la campaña lo miran con recelo y que, por el contrario, buscaron refugio en Casa Rosada.
“Si metía dirigentes nuestros en el gabinete iban a decir que le copamos el gobierno”, admite, con razón, uno de los más encumbrados dirigentes de La Cámpora.
El gobernador prefirió privilegiar a los suyos. El éxito o fracaso de su gestión tendrá su sello.
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