El mundo está loco. Es no es nuevo. Pero ocurre que las locuras están picando en los paises vecinos al nuestro con grave frecuencia. Ya casi nos olvidamos del escándalo que vivió el poderoso Brasil y el golpe palaciego que derrocó a Dilma Rousssef, reemplazada por alguien que hasta ahora no demostró ser mejor.
Como si esto fuera poco, el dulce y querido Paraguay vive jornadas de convulsión luego de que una minoría de 25 senadores adeptos al gobierno, tomara la decisión de permitirle al presidente Horacio Cartes mediante una enmienda constitucional la posibilidad de reelección algo prohibido en la Carta Magna. Militantes enardecidos prendieron fuego al congreso guaraní en un hecho sin precedentes aún no resuelto, mientras chocan en las calles de la colonial Asunción manifestantes y policías.
En los enfrentamientos la policía mató a un militante de 25 en los pasillos internos de la sede del Partido Liberal. Y Venezuela, (¡otra vez un dolor de cabeza desde la hermosa ciudad de Caracas!) Algunos lo llamaron el “Madurazo”: se trata de una decisión del Tribunal Supremo de Justicia –cuerpo de juristas ultramduristas, que había clausurado el congreso venezolano y asumió las competencias parlamentarias “debido a la persistencia del desacato” de esa asamblea, controlada por la oposición desde las últimas elecciones. Los países del mundo, y especialmente los que integran el Mercosur reaccionaron reclamando que se restablezca el orden constitucional. Sólo Bolivia pidió “respetar a Venezuela”.
En Argentina el presidente MAURICIO MACRI, se sumó a los reclamos y actuó como anfitrión de una reunión de cancilleres de los fundadores del Mercosur, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, donde éste pidió la suspensión de Caracas del Mercosur y también de la ONU y la OEA, algo con lo que el propio secretario general Luis Almagro coincide “en defensa del inalterable apoyo a los principios de un estado de derecho”. Presionado por todos lados Maduro dio marcha atrás y ordenó que el TSJ renuncie a adjudicarse facultades legislativas, pero Venezuela sigue revuelta. ¿Qué ocurre con algunos dirigentes políticos? ¿El poder –la ambición por tenerlo, la ausencia de él o la pasión por recuperarlo- los vuelve locos? Como sea, son espejos donde mirarnos. O es como reza aquella sentencia que se atribuye a Heráclito de Éfeso: “El poder no cambia a las personas, las muestra tal como son”.
Los K descolocados
Los sectores políticos argentinos casi unánimemente condenaron el golpe venezolano. Pero como no podía ser de otra manera, el lío de Maduro atizó las grietas internas que arden en el peronismo: Miguel Pichetto, presidente del bloque de senadores repudió el hecho, también el sector de Diego Bossio, pero José Luis Gioja y Héctor Recalde, cabezas notables del kirchnerismo que fuera socio y admirador del régimen chavista, gambetearon criticar el golpe y abogaron tibiamente por que se “restablezca el orden institucional” del país hermano. Con este tema, los ultraK de todo el país, perdieron argumentos y relatos: la atrocidad de Maduro y su TSJ sintonizan casi la misma frecuencia con que muchos de sus referentes hoy se enorgullecen públicamente de su vocación golpista para con el gobierno de Cambiemos, olvidando que el gobierno que terminó en diciembre del 2015, caminaba por huellas abiertas por el chavismo/madurismo en el maravilloso y dulce país caribeño, que hoy se debate en un nivel de ruindad y de despojo que asombra y enternece al resto de América Latina. Los referentes K de Jujuy, naturalmente, prefirieron meter violín en bolsa.
Marchas para todos
Mientras tanto en nuestro país, la locura se estableció en una puja de marchas: la consigna que lanzaron los que quieren “voltear al modelo económico” de Macri es ganar las calles y váya si lo hicieron lo hicieron y de manera multitudinaria. Los que apoyan a Macri también ganaron las calles el sábado y también de forma abrumadora. El tema para reflexionar es cómo y para qué se ganan las calles.
La grieta quedó patentizada. De un lado, los gremios enfrentados al gobierno de Cambiemos, y con ellos las izquierdas habituales, y naturalmente el kirchnerismo –hoy sólo una pequeña parte del peronismo- que se sintió renacer y buscó por todos los medios posibles apropiarse de todos los reclamos, como si fuese totalmente ajeno al origen de la mayoría de ellos. Al margen de ello, las marchas de las CTA, de los docentes y de la CGT, el infierno de los piquetes hábilmente organizados para enloquecer a los porteños (locura que los jujeños ya padecimos en demasía), mostraron que realmente hay una enorme franja de argentinos con razones para salir a la calle a exigir mejores salarios, programas de asistencia, sensibilidad social, trabajo genuino, protección de sus empleos, y una mirada más humanizada sobre los más vulnerables. Pero el sábado, con relativa espontaneidad, fueron otros los miles de argentinos los ganaron las calles de Buenos Aires y de muchas ciudades del interior. Y no fueron ni los que están plenamente satisfechos con el gobierno, ni los que se beneficiaron con el trato preferencial a los banqueros, los grandes productores mineros o agropecuarios.
Eran mayoritariamente los que querían diferenciarse de los que comenzaron a asomar con objetivos golpistas, deseando –y diciendo- que no dejarán ni de cortar calles ni de pelear para voltear al modelo o lisamente y llanamente, de luchar para que Macri se vaya. Aquellas marchas, demandan multimillonarios gastos en miles de colectivos, comidas, organizaciones secundarias, y se realizan parando el país en días laborables y buscando por todos los medios que aquellos que quieren y necesitan seguir trabajando no puedan hacerlo.
Estas otras fueron un sábado por la tarde, sin miles de colectivos y sin choripanes (gobierno dixit), y lo que es más remarcable, sin garrotes, sin caras cubiertas, sin la agresividad manifiesta. Y los cánticos de la grieta marcaron el tono: los más exaltados, casi todos fuertes referentes K vociferaban “Macri basura, vos sos la dictadura”, mientras jocosamente –como si fuese gracioso- mostraban un helicóptero de cartón anunciando el deseo del derrocamiento. Los más animosos –o imbéciles- hasta reivindicaron la lucha armada de los Montoneros. En las otras marchas cantaban “No vuelvan nunca más” en un generalizado rechazo a todo el arco de los métodos y los objetivos de la desestabilización de aquellas izquierdas trogloditas y de los ultraK. Así, gracias a los “ganadores de calles”, la nueva/vieja grieta quedó reavivada y llevada a su máxima expresión. Quizá alguien debería propiciar la marcha de la cordura. Reclamando a ambas partes convivencia, tolerancia, espacios para todos los pensamientos, y sobre todo respeto a los demás y cierta templanza republicana. Ya todos sabemos que las consignas que se gritan en las calles pueden terminar instalando conductas que terminan literalmente, con la sangre en el rio. El próximo paro general de la CGT que seguramente dejará al país quieto y en silencio, tal vez pueda ser usado -en ambos lados de la grieta- como jornada de reflexión, que quizás genere los tan necesarios actos de contricción en los más necios.
GM, mirando adelante
El acto central de la semana, en Jujuy fue el mensaje del gobernador Gerardo Rubén Morales en la Legislatura provincial, inaugurando el 156º período ordinario de sesiones. Al comenzar, quizás respondiendo a reclamos que durante los días anteriores le formularon desde muchos sectores, prometió no dedicarse a hablar de la herencia recibida y en cambio, mirar al futuro. Pero lo consiguió a medias. Desparramó culpas en cada ocasión que pudo, pero su esfuerzo finalmente dejó planteado un generalizado optimismo por los tiempos que venderán. La construcción de la ciudad Judicial, la afirmación de la paz social, la ratificación del 82% móvil para las jubilaciones de los docentes, el avance de la obra de restauración del tren –“mi niña mimada” se ufanó GM- entre Volcán y Humahuaca, y una renovada esperanza por la pronta solución definitiva para el Ingenio La Esperanza, fueron los aspectos salientes.
En este caso, todavía deberá batallar con los deseos de los interesados en la compra por reducir aún más la cantidad de empleados que están dispuestos a recibir, y con el gobierno nacional, que hoy no parece tan dispuesto a compensar y ceder las gigantescas deudas del complejo agroindustrial para el avenimiento. El resto del trabajo del estado se conoce o se ve. El GM recurrió en varias ocasiones a la frase “nos ha ido bastante bien” al comenzar los capítulos en los que dividió su exposición de dos horas. Para los radicales y los socios massistas fue muy bueno, y síntoma de que en Jujuy “hay gobierno” según “Piqui” Bernis (UCR). Para los justicialistas “tuvo cosas buenas, y mucho de anuncios que quedan en veremos” según Miguel Lembo (PJ). “Marcó un gran respeto por la oposición”, Alberto Matuk (PJ). El acto democrático y republicano fue brillante, sin fisuras ni agresiones, hubo ciertas cortesías, críticas moderadas, y aplausos sin exageraciones. En la calle se percibió una UCR desmovilizada o desinteresada que apenas sumó una veintena de colectivos llegados del interior cuyos ocupantes acompañaron la recorrida de gobernador desde Casa de Gobierno a la casa de piedra.
El PRO y los Socialistas, tampoco podrían haber aportado multitudes para este acto de Cambia Jujuy. En el recinto, una barra radical muy deslucida que tras cantar una parodia de la marcha peronista con la poco feliz frase “Perón, Perón… qué chorro sos” fue advertida por alguien que en el gobierno de Cambia Jujuy hay peronistas y se quedó en una nebulosa que no aportó ni el entusiasmo ni la picante alegría de otros tiempos. Como síntesis, el mensaje recordó a aquel de la presentación del proyecto de trabajo realizado en el 2015, con un GM intacto, lleno de energía, un contador conocedor y manejador de números, y un político enfrentado a realidades y embretado en dificultades económicas por un lado –algo que no resolverá solamente con su contumaz optimismo- y de áreas subgestionadas por el otro lado- algo que quizás empiece a resolver cuando meta mano en los cambios que él mismo anunció hace tiempo-.
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