Con los intendentes bonaerenses como vidriera, hubo un principio de apoyo al desembarco del nuevo ministro. Del repliegue al despegue si encauzan los números.
Por: Facundo Cottet.
Inmediatamente después de su estadía en Río Gallegos, donde pasó las vacaciones de invierno junto a sus hijos, el diputado nacional y presidente del Partido Justicialista bonaerense, Máximo Kirchner, se reunió con Sergio Massa, ya convertido en súper ministro electo. No hubo apoyo explícito -es decir una foto- hasta el momento de la renuncia de Massa a su banca como diputado nacional y a la presidencia de la Cámara. Esa jornada, montada sobre la emotividad oficialista y que actualizó las correlaciones de fuerza dentro de la alianza de gobierno, representó también parte del blanqueo de un respaldo K a la empresa en la que se embarcaró Massa. Antes, Kirchner ordenó con algunos gestos políticos que sirvieron para el operativo presión usando su estructura del Partido Justicialista
Hoy, los intendentes del conurbano son punta de lanza de esa gestualidad que plantea el líder de La Cámpora. En la organización kirchnerista hacen una apuesta incipiente a lo que pueden ser las intenciones de Massa. Además de ese abrazo en el recinto entre el “súperministro” y el jefe de La Cámpora hubo algunos saludos como el del ministro de Desarrollo de la Comunidad de la provincia de Buenos Aires, Andrés Cuervo Larroque a la designación de Massa, que también abonan el acompañamiento. Sucede que Larroque fue el vocero designado para dinamitar la gestión de la política económica de un albertismo que nunca prendió, que tenía entre sus filas a los ex ministros Martín Guzmán (Economía), Matías Kulfas (Producción) y el aún funcionario Claudio Moroni (Trabajo), y al que acusaban de ser responsables de la derrota electoral por los pocos resultados económicos que trajo el crecimiento atado a la salida de la pandemia. El tridente era el blanco de La Cámpora y la avanzada fue total.
Ahora con Massa empoderado y el kirchnerismo más aplomado, la confrontación con el jefe del Frente Renovador no asomará en esta primera etapa de parte de un sector de peso dentro del Frente de Todos. Hay un silencio protocolar.
Kirchner y Massa han trazado una alianza clave en el Congreso. El diálogo entre ellos, que viene desde 2016 y que terminó aportando a la conformación del Frente de Todos en 2019, nunca se cortó; ni cuando el diputado nacional optó por renunciar a la presidencia del bloque oficialista.
Ahora, en esta nueva etapa, el camino político va por un lado y el de la gestión por el otro. Hay temas que ha planteado la vicepresidenta Cristina Kirchner, como el impulso al salario básico universal del cual por el momento Massa como ministro no ha dado señales en público. En lo doméstico el súper ministro habló de un refuerzo a los ingresos de los jubilados. Larroque es uno de los estandartes dentro de La Cámpora de ese camino hacia la conquista de un Salario Básico Universal. A grandes rasgos comparte la idea con Juan Grabois, que ya amenazó con que los diputados que integran el espacio de Patria Grande -Federico Fagioli, Natalia Zaracho e Itaí Hagman- podrían dejar del bloque del Frente de Todos en el Congreso. Mismo camino podría tomar la diputada bonaerense del Frente de Todos, Lucía Klug. “Militamos una campaña en 2019 donde decíamos que los últimos serían los primeros, y 3 años después esto no es así”, lanzó días atrás la legisladora bonaerense en declaraciones a Radio Provincia. Pero La Cámpora, por el acuerdo Massa-Kirchner no se sube a esa avanzada.
Hay también un horizonte en el mediano plazo: las elecciones de 2023. Si bien Massa avisó en su primera conferencia como ministro que no era ningún salvador ni que llevaba consigo una “bala de plata”, la lectura que hace un sector del oficialismo es que si el nuevo ministro logra controlar la inflación y asegurar reservas hay 2023. Algunos de los dirigentes que sostienen esta hipótesis están en las intendencias del conurbano, donde hoy Máximo Kirchner tiene las puertas abiertas y también algunas llaves para el armado político.
La efervescencia de Massa contó con el respaldo casi unánime de intendentes peronistas antes y durante su asunción. El rol de Insaurralde, articulador de Kirchner en la liga de intendentes, fue clave. La incipiente expectativa hizo que varios jefes comunales advirtieran también que si hay un enderezamiento económico llega un aire renovado para al oficialismo en la elección del año que viene. El plan de un repliegue en la provincia de Buenos Aires, que incluye el regreso de los jefes comunales que ocupan cargos ministeriales, es una estrategia que se empezó a barajar cuando el desgaste del gobierno nacional era una realidad. Nombres de peso hay de sobra: Martín Insaurralde en Lomas de Zamora, Jorge Ferraresi en Avellaneda, Gabriel Katopodis en San Martín, Juan Zabaleta en Hurlingham, Leonardo Nardini en Malvinas Argentinas, Mariano Cascallares en Almirante Brown o Gustavo Menéndez en Merlo -aunque éste último ya hizo público su deseo para que su hermana, Karina dispute la elección- son algunos de los casos testigos. Los intendentes aseguraban que hacía falta una acción coordinada. La Cámpora, “que los números cierren con la gente adentro”. Massa buscará ordenar la economía a contrareloj. Antes, buscó garantías para el ordenamiento político. Por ahora, lo tiene.
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