El Presidente y el jefe porteño definen cómo sigue el aislamiento. Nuevas sombras sobre la economía y reuniones virtuales secretas.
El miedo a la calle arrincona a la cúpula
En el planeta de la virtualidad cualquier zoncera hace sombra sobre la tierra. Ese encapsulamiento de la vida en los límites del teléfono, le da a la palabra un nuevo sentido, y cobran realidad las hipótesis de pensadores como John L. Austin, autor del clásico "Cómo hacer cosas con las palabras" ("How to Do Things With Words", biblia de la corriente de la pragmática lingüística). Hoy los políticos hacen cosas con las palabras, porque no les queda otra. La preparación de los anuncios del próximo fin de semana sobre la extensión de la cuarentena ya son obsesión de los dirigentes que administran esta crisis en los gobiernos de Nación y CABA, que parlamentan según su puesto en la escala zoológica.
La presión viene de la calle, porque hay señales de que la paciencia se termina y la capacidad de "enforcement" del Estado es muy limitada para hacer cumplir las consignas de aislamiento. Sólo lo logra con actividades reguladas como el comercio y el tránsito de autos, ya que no puede administrar con eficacia ni en tiempos de normalidad. Y tampoco puede intervenir mucho en las corruptelas asociadas a esos controles, que son el agosto de los inspectores venales. Los políticos creen que lo que sale por televisión es la única realidad, y que su vida depende del resultado de las encuestas. Esto les genera más ansiedad y tratan de que los anuncios mitiguen la presión.
El jueves hay turno para una reunión en el nivel más alto entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta, que van a coronar, con perdón de la palabra, lo que han negociado en estas horas sus embajadores, que conversan por niveles de responsabilidad. Los ministros Ginés y Quirós hablan de salud, Santiago Cafiero y Felipe Miguel hablan como jefes de Gabinete, y Gustavo Beliz lo hace con Fernando Straface -asesorísimos en materias globales-. Le tienen que encontrar la vuelta al dilema de que la sociedad argentina acató la cuarentena con una docilidad muy eficaz, pero se dispone a sacársela de encima, porque se le acabó la capacidad de subsidio.
De lo que no se sabe
“Hemos tenido que diseñar el avión mientras lo volábamos”, suele repetir Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York. Esta frase expresa lo que sienten las autoridades de todo el mundo, que no tienen respuesta cuando se les pregunta cómo viene la mano. No saben qué va a pasar, ni saben por qué se produjo ni qué hay que hacer. “Ojalá pudiéramos aplicar las recetas de otros lados con seguridad”, dicen en esas alturas. Las estrategias se basan sobre indicaciones globales, que se repiten en todo el mundo, y sobre pronósticos de baja eficacia. Ninguno de los que prometían cataclismos se cumplió, ni acá ni en otros países. Quizá porque la táctica del aislamiento y el barbijo han funcionado, y con eso bastaba.
El futuro que inquieta no es ya el de la peste sino el de la economía, por la caída de las expectativas. Nadie prende un faro que ilumine hacia delante y eso le pone más brillo a la incertidumbre. El Ejecutivo reacciona como los gobiernos autoritarios: disciplina antes que comprensión. Convierte la trama de la pelea contra el virus en un hecho de control social, y falla al transmitir confianza en la gente y en su futuro. Para el Gobierno todos son tramposos en potencia y celebran el surgimiento de una nueva clase en el mundo del espectáculo: el movilero vigilante, que delata casos de incumplimiento de las normas. En lugar de pedir no salgas porque te podés contagiar, manda a no salir porque podés contagiar. Hay un universo de sentido entre una y otra actitud ante el mismo problema. Por eso hay vecinos que denuncian a vecinos por ser médicos o enfermeros. Los alienta el Gobierno, cuando el propio Presidente opina sobre el itinerario oriental de Susana Giménez.
La construcción del enemigo: el partido anti cuarentena
La incertidumbre alienta otras incertidumbres preexistentes, las de la política y la economía. Es física política que el Gobierno quisiera anclar su agenda en esta lucha en la cual, como en toda guerra, el público se apiña detrás del comandante Alberto (al decir de Mario Negri). Alberto se ha resignado a que la coyuntura le comió el futuro, y cualquier estrategia que hubiera podido soñar para un futuro. Es comprensible que se tentase y quisiera aprovechar la emergencia para emplearla en remedio de sus debilidades: avanzar en el saneamiento judicial del vetero-peronismo, realinear a la propia tropa en la pelea del liderazgo, jibarizar a una oposición que le compromete el funcionamiento del Congreso, y empujarlo a aceptar la virtualidad que es una amputación.
Es esperable que hablase antes que nadie del partido anti cuarentena. Es lo que necesita para salvarse, más quizá que una vacuna. No es el mejor escenario para un gobierno peronista, una formación que inspira sus actos en máximas peronianas como la que dice, canallamente, que el hombre es bueno, pero si se lo vigila, es mejor. Manda a recortar la conducta ajena, en lugar de convocarla a que asuma la responsabilidad de la curación. Intercepta en lugar de ayudar. Le interesa más la sanidad que la libertad, y en eso hunde sus raíces en una tradición muy clara. El peronismo vigila, no cuida, y es el mismo que hace 30 años se negó a integrar la Conadep, al que le ocurrió Cromañón y Once. Nos salva que la Argentina es un país con una sociedad civil fuerte, que está por encima de la debilidad de sus gobernantes. Asume las consignas con docilidad cuando entiende que pueden beneficiar al conjunto. También está dispuesta a modificar la conducta cuando cree que pueden ser un límite a su libertad y a su bolsillo.
La peste de la incertidumbre ataca desde hace años
La peste es universal, pero se diferencia en la forma de enfrentarla. En la Argentina, país que está apenas encima del medio millar de víctimas, se discute cómo cerrar. En Estados Unidos, en donde superan todos los récords planetarios, discuten cómo abrir. La diferencia no está en la solidez de los sistemas de gobierno, porque Argentina y EE.UU. son islas en un mundo anarquizado. Está en la confianza en el futuro de quienes gobiernan. En EE.UU. el debate es cuán inteligente puede ser una apertura que no agrave la tragedia. Acá domina la desconfianza, por eso el debate es cuán inteligente puede ser el Estado en cerrar, limitar, arrinconar. No al virus, solamente, sino a sus víctimas. Axel Kicillof, que habla sin subconsciente -a diferencia de Alberto que fabrica declaraciones con exceso de locuacidad- señaló a la pandemia preexistente, que es la incertidumbre.
La incertidumbre es la peste que paraliza a la economía criolla desde hace años. Las inversiones que no llegaban, temían que las reformas de Mauricio Macri fueran revertidas por sus opositores en un cambio de gobierno. En 2017, el resultado electoral demostró que Cristina Kirchner no hundía al peronismo, y que el peronismo cristinista había hecho mejores elecciones que el peronismo “colabo”, el que negociaba con Macri representado por Miguel Pichetto en el Senado, y los bloques disidentes de Sergio Massa y Pablo Kosiner en Diputados. Eso hizo estallar el ,sistema, pese a la victoria de Cambiemos. Ocurrió el 28 de diciembre de ese año, dos meses después de las elecciones de ese año y fue cuando Olivos terminó de voltear la política de Sturzenegger en el Central en la conferencia de prensa de Marcos Peña, Nicolás Dujovne y Toto Caputo contra las metas de inflación. "Esas metas son técnicamente incumplibles" decía Horacio Rodríguez Larreta.
Ganó la incertidumbre. Vidas paralelas. Le ocurrió lo mismo a Cristina en 2011. Ganó la reelección con una montaña de votos (54%), pero antes de fin de año desencadenaba el cepo y la estatización de las acciones de Repsol en YPF; dos señales de albanización de la Argentina. Incertidumbre. No tenía reelección y terminó ese año con una salida de capitales del sistema que era otro récord: USD 21.500 millones. Macri superó esa marca con su propia incertidumbre, cuando el público vio que la incertidumbre sobre su gobierno crecía, hasta las PASO del año pasado. Se le fugaron USD 22.148 millones en 2017, USD 27.213 millones en 2018 y USD 26.900 millones el año pasado. No puede decir Kicillof que la peste trajo la incertidumbre. Ya estaba en el sistema, y que no se haya disipado no es responsabilidad exclusiva de un gobierno. Es del gobierno anterior que no construyó las bases de la sustentabilidad política del programa. Era el objetivo del gobierno, más allá de aventurarse en experiencias macroeconómicas de resultado incierto e indiscutible.
Cambiemos debía asegurar que lo que hiciera no pudiera ser revertido por un gobierno posterior. Al peronismo le corre la responsabilidad concurrente de jugar como amenaza antisistema, y sacrificar a sectores moderados -como fue la mesa de los gobernadores que sesionó hasta mayo de 2019 con dirigentes como Juan Schiaretti, Pichetto, Massa, Juan Manuel Urtubey y Roberto Lavagna. Se dejó ganar por la incertidumbre, y prefirió precipitar la unidad que le permitiría asegurarse el retorno al poder en las elecciones de diciembre. La travesía de intentar otro camino tenía también la marca de la incertidumbre.
Procurador: los radicales contraatacan
Esta virtualidad arrasadora de toda la actividad descubre también franjas discretas, casi secretas. Así como existe la "deep web", en donde se trafican debates y negocios que no afloran a la superficie de la web que vemos todos, existe también una "deep zoom". Son reuniones que no trascienden con facilidad. El viernes, por ejemplo, se hizo una de la cúpula de la oposición radical, que tiene importancia para el debate sobre la designación del Procurador de la Nación. El oficialismo promueve a Daniel Rafecas, con el respaldo todas las tribus en un compromiso inestable. Es el predilecto de Alberto Fernández, que lo prefiere a otros que podría intentar promover el cristinismo extremo, como Alejandro Slokar. La diferencia entre los dos es que el primero no milita en marcas resbaladizas, como Justicia Legítima.
La oposición tiene la llave de esa designación, que necesita 2/3 de los votos del Senado. En ese "deep zoom" del viernes, la cúpula de los tres gobernadores (Rodolfo Suárez, Gerardo Morales, Gustavo Valdés), el presidente del partido Alfredo Cornejo, y los jefes parlamentarios Mario Negri y Luis Naidenoff, diseñaron la estrategia ante la inminencia del tratamiento del pliego en la comisión de Acuerdos. Presumen que, con el dictamen aprobado, el peronismo saldrá a la búsqueda de los votos: necesita cuatro para el acuerdo, en un proceso de suma y resta, porque son 2/3 de los presentes, cifra que se puede alcanzar sacando del recinto a opositores, vieja táctica. Para blindar su posición, estos opositores intentarán un contraataque por la vía positiva de proponer una reforma de la ley que regula al ministerio público.
El futuro es de los fiscales, no de los jueces
El mensaje al Gobierno es que, con esta ley, no hay Rafecas ni Procurador. Si reforman la ley, podemos hablar. La iniciativa junta a todo el arco opositor, incluyendo a la Coalición Cívica. Esa reforma le quita el carácter vitalicio al cargo -quizá 5 años, como dicen algunos de los proyectos ya conocidos-, y limita las atribuciones del procurador para trasladar fiscales y crear fiscalías especiales; y le achica la discrecionalidad para disponer designaciones. El Procurador y su régimen de funcionamiento son más importantes que cualquier otra reforma judicial, porque con el nuevo sistema acusatorio que se implanta en el país, los jueces dejan de instruir las causas, que pasan a los fiscales. Un experimento criollo, cuyo trasfondo ideológico habrá que desmenuzar en algún momento.
La minuta que hace circular el gobierno de manera informal sobre esa reforma judicial, habla de la fusión de juzgados federales y de otros fueros, para abrir casi medio centenar de nuevos juzgados, y licuar lo que creen es el poder de un puñado de magistrados de la CABA. Pero los nuevos jueces serán jueces de garantías con menos poder que ahora, y las causas pasarán a depender de lo que hagan los fiscales. Si los radicales logran clavar el rechazo e impedir los 2/3 de los votos, pueden sentar al oficialismo a discutir también nombres, con Rafecas en el bolillero, pero también otros, como el del radical Ricardo Gil Lavedra.
El disputado voto de la doctora Camaño
En esas profundidades virtuales, que a veces son cavernosas, abundan certezas. Contradicen leyendas que se repiten en los medios, o las patrañas pegajosas que surgen de los sótanos del poder. Una de ellas es la suerte del juez Rodolfo Canicoba Corral, a quien han atacado y protegido unos y otros, según los turnos del poder. Estas leyendas ubican a Graciela Camaño como árbitro del destino del magistrado en el Consejo de la Magistratura, en donde hay un empate sobre si juzgarlo o no. Una maniobra de poder simbólico, porque este magistrado está cerca de la jubilación y hay pocas posibilidades de que el Congreso le renueve la patente. Recorrer estas galerías interiores de las redes, pone luz sobre la posición de Camaño, que está muy lejos de ayudarlo a Canicoba. Basta ver las actas del Consejo de cuando, en el anterior gobierno, se quejaba al macrista Pablo Tonelli, de la protección política que recibía entonces. Quien la conoce no puede esperar que vaya a cambiar ahora el sentido del voto.
El destino del juez depende de los consejeros, que deben decidir si el debate para el enjuiciamiento de Canicoba vuelve a estar en la agenda del plenario del Consejo, que se suspendió el jueves por un corte de luz en la zona de San Martín, donde vive Camaño en aislamiento social, aunque no político. La decisión se tomará este lunes en una reunión de Labor del Consejo. Quedará aclarado si el caso vuelve al orden del día, o se demora sine die. Después de todo, quien tiene voto doble en el plenario es el presidente del Consejo, el juez Alberto Lugones, que ha apoyado a Canicoba en esta trama de espías, más que de magistrados y periodistas.
Hiperactividad, como si estuviéramos ya en campaña
La sucesión diaria de reuniones virtuales entre dirigentes, supera récords de convocatorias, que no se veían cuando la política era presencial, salvo en tiempos de campaña. En la semana que pasó, dirigentes de la oposición como Negri o Pichetto llegaron a juntar, cada uno, más de 10 mil asistentes a sus charlas por zoom, que se multiplican cuando se miran las marcas de "likes" o las preguntas que reciben de los asistentes. En el oficialismo ocurre otro tanto, aunque el peronismo se siente menos obligado a cumplir con las restricciones de aislamiento que acorralan a la oposición –se besan, se abrazan, se sueltan el barbijo, comen asados en Olivos, en La Plata-.
El consejo del PJ de Buenos Aires hace dos semanas concentró a la casi totalidad de los consejeros, algo que no se veía nunca., 42 presentes sobre 47. Debates larvados, como el de la despenalización del aborto, despertó reacciones tan fuertes como las que convocan a algaradas callejeras contra la cuarentena, que el Gobierno cree son patrañas de "trolls" y no expresiones espontáneas. El sábado se realizó una "marcha virtual" a través de varias redes. Sólo en Facebook nucleó a 400 mil participantes, que recibieron el aliento de dirigentes cuya posición antiabortista es conocida, como Camaño, Jorge Enríquez o Diego Mestre. Hay que registrar esas manifestaciones, porque se escapan a la cobertura de los medios, que fatigan al espectador con interminables recuentos de víctimas de la peste.
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