La expatinadora marplatense, cinco veces campeona mundial, recordó con suma felicidad la fiesta de los Juegos Panamericanos del 95. Emoción mediante, también se mostró ilusionada con revivir la máxima cita deportiva a nivel continental en Mar del Plata, en 2023.
El recuerdo de los Juegos Panamericanos del 95 permanece latente en la memoria de la expatinadora multicampeona mundial Nora Vega. La encargada de encender el pebetero en la noche del 12 de marzo, 20 años atrás, en lo que fue el comienzo de la máxima cita deportiva continental. Algo imborrable para quien logró dos preciadas doradas, una de plata y otra de bronce.
“Haber logrado cuatro medallas con 34 años y un hijo, en mi ciudad, que a veces puede ser una carga extra, fue emocionante”, expresó con una indisimulable sonrisa a solas con “el Retrato…”. Claro está, lo que vivió aquella vez, fue un combo perfecto para quien se consagró cinco veces campeona del mundo, seis veces campeona panamericana y otras diez sudamericana. Números que hablan por sí solos.
Ahora, a la distancia, Nora Vega se entona y cree que Mar del Plata puede ganar la sede para los Juegos Panamericanos del 2023. “Tenemos todo para lograrlo”, dice mientras camina por el estacionamiento del estadio José María Minella.
-¿Cómo recordás aquellos Panamericanos del 95?
-Fue el evento deportivo más importante que Mar del Plata en toda su historia y para mí fue una experiencia inolvidable porque tuve el honor de ser designada para encender el pebetero. Encima, al otro día competí los 300 metros contrareloj en la pista y le gané, ni más ni menos, que a la actual momento campeona del mundo. Después en la americana en la pista con Roxana Sastre y Andrea González. También logré un segundo puesto en los 300 metros contrareloj en ruta (“perdí por milésimas”, dijo) y un tercer lugar en persecución en la pista.
-¿Cómo fue encender el pebetero?
-Un día me llamaron por teléfono desde el COPAN (Comité Organizador de los Juegos Panamericanos) y me comunicaron la designación. Cuando llegó el día, fue una alegría inmensa. El estadio estaba repleto de gente, algo pocas veces visto. La gente coreaba mi nombre. Fue algo muy emocionante. Aunque admito que, al principio, estaba en otra cosa. Mi objetivo era la competencia del día siguiente.
-¿Ese momento está entre los más importantes de tu vida deportiva?
-Sí, totalmente. Es más, todavía me sigue pasando que mucha gente me para en la calle, o donde me reconozcan, y me recuerda ese momento. “Cómo me hiciste llorar”, me suelen decir. Y no dejo de sorprenderme. Yo ni me acuerdo si lloré o no (risas). Es más, hasta viajando por distintas partes del mundo, marplatenses, necochenses o de distintas ciudades, me saludan y se emocionan conmigo. Es decir, esa jornada histórica todavía sigue vive.
-¿Conservás esa foto?
-Sí, la tengo en mi casa. También las imágenes de cuando gané las medallas.
-¿Lo más difícil fue descansar bien después de tantas sensaciones juntas?
-Sí, me fue difícil. “¿Cómo hago para dormir?”, me pregunté una y otra vez. Entre los nervios que me duraban por encender el pebetero y lo que significaba la ansiedad por correr en mi ciudad, ante mi gente, esa noche fue difícil. A la mañana siguiente me levanté temprano, salí a caminar para descargar las tensiones y ahí sí pude tranquilizarme.
-¿Y cuando corriste la primera prueba? ¿Cómo lo viviste?
-Fue emocionante. El Patinódromo estaba repleto de gente. Había un griterío ensordecedor. Cuando largué, fue increíble. Mucho más cuando gané la medalla de oro. Nunca me había pasado ganar ante semejante marco. En mi ciudad, ante mi familia.
-Sin embargo, no te conformaste con una medalla dorada y ganaste otra en la prueba americana. ¿Fue la más difícil?
-Sí, fue durísima. El aliento del público influyó mucho para quedarnos con la medalla de oro. En sí, es una carrera muy complicada. Al correrse de a tres, las tres deben estar en su día y se tienen que alinear los planetas para ganar. La mínima falla de alguno te hace perder. De hecho, Argentina ha salido muchas veces subcampeón del mundo en esta especialidad por eso mismo. Hasta me ha pasado, por tomar mal una curva, perder el primer puesto en la última vuelta. El mínimo error implica salir segundo.
-¿La preparación mental fue distinta por el simple hecho de ser local o la rutina de entrenamiento no varió en absoluto?
-Gracias a Dios soy una persona con mucha concentración, muy fuerte desde lo mental. Recuerdo que cuando apenas vi a mi familia en el Patinódromo me acerqué, los saludé y les dije: “A partir de ahora olvídense de mí, no existo para nadie. No los voy a mirar”. Así fue que logré mentalizarme en la carrera y terminé ganando. Eso sí, cuando gané, fui corriendo a saludar a cada uno de ellos. Estaba eufórica (risas).
Cuando uno tiene tantos años de experiencia (“mi primer campeonato del mundo fue en el año 98”, acotó), la concentración es automática. Para mí fue muy importante estar bien desde la cabeza. A veces, para los deportistas locales se vuelve en contra competir ante sus amigos, familias y compatriotas. De hecho, algo que siempre rescato, el periodismo se portó muy bien conmigo porque me respetaron siempre. A mí y a mis compañeros. Nos dejaron concentrarnos, no nos molestaron en ningún momento y eso fue muy valioso.
-¿Qué te despierta esta nueva oportunidad para Mar del Plata?
-En principio, me encantaría. De ganar la sede, revalorizará el deporte marplatense, como pasó en el 95. Creo que tenemos muchísimas posibilidades porque la mayoría de los estadios ya están. Es más, la oportunidad de poder construir una villa deportiva significaría, de concretarse, nuevas viviendas para los ciudadanos una vez que culmine la competencia.
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