Nicolás Posse, el hermético jefe de Gabinete que acumula facultades, que le escapa a la política y al que todavía no se le conoce la voz

Nicolás Posse, el hermético jefe de Gabinete que acumula facultades, que le escapa a la política y al que todavía no se le conoce la voz

No le gusta la exposición pública ni lidiar con los políticos. La oposición reclamó su presencia en el Congreso, pero recién prevé ir cuando tenga que dar sus informes de gestión. Tiene bajo su órbita las privatizaciones y la ejecución del plan de Javier Milei. Pasado, posibles roces y sus principales colaboradores.

Por: Federico Mayol.

En la Corporación América, el semillero de buena parte del gabinete en el que trabajó durante años, algunos todavía lo recuerdan como “Cholito”, como aquel jugador homónimo del Vélez de Carlos Bianchi. Dicen que era un gerente más, un tercera línea que no se destacó, a cargo en los últimos tiempos del aeropuerto de El Palomar y del de Neuquén -fue casi una década director del proyecto del Corredor Bioceánico Aconcagua que quedó trunco-, y que llegó a la empresa como una promesa después de desempeñarse en Telecom, Molinos Río de la Plata y Red Bull, a tal punto que enseguida le adjudicaron auto de alta gama y chofer.

Era, según confiaron, agradable. Simple y metódico. Dogmático y cerrado. Y callado, como ahora. Tan callado que, más de un mes después del desembarco de La Libertad Avanza en el gobierno, todavía no se le conoce la voz. “No quiere tener exposición, no le gusta. No abre la boca si no lo tiene que hacer”, aseguraron en su entorno.

Nicolás Posse, sin embargo, nunca tuvo tanto poder como en estos días.

De extrema confianza de Javier Milei, el jefe de Gabinete no paró de acumular facultades en estas primeras semanas de gestión: está a cargo del seguimiento y la ejecución del plan presidencial de achique, ajuste y ordenamiento del Estado, y del empleo público; de las negociaciones con el Fondo Monetario junto a Luis “Toto” Caputo; del control de los ministros, de las posibles privatizaciones de empresas del Estado y de parte de la desregulación de la economía que el gobierno intenta implementar con el sello de Federico Sturzenegger, que está a punto de ser designado de manera oficial. Cuando Patricia Bullrich salió cómodamente tercera en las elecciones generales de octubre pasado, el ex presidente del Banco Central macrista les presentó a Milei y a Posse en el hotel Libertador el paquete de reformas que había elaborado durante meses para la ex candidata presidencial de Juntos por el Cambio. La reunión fue eterna. Pero los planes de Sturzenegger entusiasmaron enseguida al jefe libertario y a su ministro coordinador. Una vez en el gobierno, serían plasmados en el DNU y la Ley Ómnibus que se debate en el Parlamento.

En la semana, la oposición peronista-kirchnerista insistió en el Congreso para que Posse y Sturzenegger -también el ministro de Economía- se presenten a dar explicaciones por ese complejísimo paquete de modificaciones y derogaciones que obligó a que parte del gabinete tuviera que pasar por el anexo de la Cámara baja. El jefe de ministros no prevé hacerlo: su debut, de no mediar imprevistos, recién será una vez que empiecen las sesiones ordinarias, cuando sea convocado para dar el informe mensual de gestión. “Ahora no le corresponde”, explicaron sus colaboradores. Le huye a la política. Sí asistió José Rolandi, su mano derecha, que conoció en su paso por algunas de las empresas del holding aeroportuario.

El entonces presidente electo Javier Milei, su hermana Karina y los integrantes de su delegación -Santiago Caputo, Gerardo Werthein, Luis Caputo y Nicolas Posse- durante su visita a Washington en noviembre pasado (REUTERS/Kevin Lamarque./File Photo)

Ingeniero industrial, egresado del ITBA, sin experiencia en la función pública, Posse es un jefe de Gabinete atípico. Su hermetismo alimenta un mito de monje negro que no es tal. Una rara avis para ese puesto, distinto a lo que estaba acostumbrado el sistema. Como a su jefe, no le gusta lidiar con la política. Ese trabajo -”una difícil tarea”, como describió Milei el fin de semana anterior en un reportaje radial-, en todo caso, está reservado para dirigentes como Martín Menem, que hace malabares en el Congreso, la vicepresidenta Victoria Villarruel o el ministro del Interior, Guillermo Francos, otro de los célebres ex gerentes de la Corporación América de la familia Eurnekián. Guillermo Ferraro, de Infraestructura; Mariano Cúneo Libarona, de Justicia, y el procurador Rodolfo Barra también estuvieron vinculados a esa nueva escuela de gobierno del mundo privado.

Ninguno de ellos, de todos modos, tejió en esos años el vínculo que Posse entabló con Milei. Hoy, el jefe de Gabinete es parte del círculo de confianza presidencial en el que sobresalen su hermana Karina, “el jefe”, y el estratega Santiago Caputo. También Sandra Pettovello, muy íntima del jefe de Estado. La Secretaria General de la Presidencia es el sostén emocional, la dueña de todos los secretos del jefe de Estado, la encargada, por ejemplo, del manejo de las finanzas personales y partidarias del libertario, con poder de veto. Posse pasó siempre ese filtro. En el camino, por caso, quedaron dirigentes como Carlos Kikuchi o el diputado Nicolás Emma, dos de los laderos principales de Milei cuando se fundó LLA.

Caputo es el cerebro comunicacional, el arquitecto del relato. Posse es el ejecutor del plan. El cancerbero de la gestión, de buenos modales. Como Francos y Rolandi, entre otros, en diciembre fue designado director clase A de YPF hasta que la próxima asamblea “designe nuevos directores”, según informó la petrolera a la CNV.

A diferencia de sus antecesores, en general potencia a su jefe. El ex jefe de Gabinete Marcos Peña, por ejemplo, cuando Mauricio Macri buscaba imponer sus posiciones más duras, intentaba muchas veces a suavizar la visión del ex presidente, a pesar de los trascendidos públicos. Cuando Milei irrumpió como panelista de televisión, a mediados del gobierno de Cambiemos, Peña fue uno de sus blancos predilectos. Al ex funcionario nunca le gustaron los coqueteos de Macri y el libertario.

Además de Rolandi, Posse, que no es un gran defensor de la gestión de Macri, se rodeó en este primer mes de gobierno de cuadros técnicos y ex funcionarios macristas. Dos de ellos, de los más relevantes, provenientes del universo del ex ministro Guillermo Dietrich: Juan Manuel Gallo, a cargo de la firma del ministro, y Silvestre Sívori, el jefe de los espías de la AFI.

Por su parte, Armando Guibert, que se hizo cargo de la reforma del Estado menemista cuando Roberto Dromi y su equipo ya habían implementado buena parte de la misma, fue designado como secretario de Transformación del Estado y Función Pública. Uno de los cargos más inquietantes es, sin embargo, el de Mauricio González Botto: es secretario de Empresas y Sociedades del Estado, es decir, las potenciales privatizaciones.

Y más: según el decreto 19/2024, la “designación de directores o interventores de sociedades estatales, sociedades con participación estatal o cualquier otra forma empresaria donde el Estado, en usos de sus derechos de participación o representación, deba designar autoridades debe contar con la previa y expresa intervención de la Secretaría de Empresas y Sociedades del Estado de la Jefatura de Gabinete de Ministros”. Control y poder de veto. Una norma que fastidió al ministro Ferraro: en el seno del gobierno subrayaron que incluso ya hubo algunos roces. En la Jefatura de Gabinete juran que el ministro coordinador no tiene problemas “con nadie”. Mucho menos con Francos, con quien circularon versiones de cortocircuitos. “Son amigos”, resaltaron en Casa Rosada. Días atrás, se fantaseó de hecho con la posibilidad de armar una foto conjunta para ahuyentar rumores.

Luis Caputo y Nicolás Posse, ruenidos con Gita Gopinath, subdirectora gerente del FMI (@GitaGopinath)

Ajeno a la política, como Posse, con pasado en bancos y fondos de inversión -se había ofrecido ese lugar a un especialista de una consultora global de primerísima línea que rechazó la invitación por cuestiones personales-, en despachos oficiales aseguraron que González Botto tiene ganas de cumplir con la orden del presidente de privatizar todo lo que se pueda.

“Está en análisis qué sí y qué no”, resaltaron las fuentes consultadas. Uno de los casos emblemáticos es AYSA, la empresa estatal de aguas y saneamiento que, si fuera por Milei, vendería lo antes posible. Un objetivo que preocupó, y mucho, al sindicalista José Luis Lingeri, que sobre el final de la gestión terminó en una relación turbulenta con Malena Galmarini y que ahora debe lidiar con Marcelo Papandrea, su sucesor, un ex CEO empresario que llegó a ese lugar apuntalado por el jefe de ministros -el ministro Ferraro quería para ese lugar a Pablo Walter-. González Botto es parte del directorio.

Posse pasa buena parte del tiempo en su despacho del primer piso de la Casa Rosada: llega temprano y suele irse tarde. Irá a Olivos, tendrá su espacio en la quinta, pero estará, por ahora, mucho más en Balcarce 50. Le fascina el café con leche. Lo consume en cantidades, muchas veces en un viejo tazón que le regaló el jefe de Estado y que lleva los nombres de tres de sus economistas preferidos, como los perros. Por esa oficina, a diferencia de otros tiempos, no desfilan políticos. Con su par de Ciudad -una administración afín al gobierno nacional-, Néstor Grindetti, por ejemplo, no se conoce. Nunca hablaron. La relación del gobierno porteño se distribuye entre Milei -Jorge Macri tiene línea directa- y los ministros Francos y Caputo.

“Ordenar” es la palabra clave, según fuentes del primer piso de la Casa Rosada: eso, resaltaron, es lo que consume la mayoría de las horas del jefe de ministros en este primer mes de administración al frente de la Jefatura de Gabinete. Como Milei, Posse es un abanderado del “no hay plata”. Y está dispuesto a exprimirle a ese leitmotiv de gestión hasta la última gota.

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