El ex presidente bajo la mirada del decano en la Casa Rosada. La visión de un líder y todas sus aristas.
Por Roberto Di Sandro - El Decano 72 años en la Casa Rosada
Néstor Kirchner fue un “político de raza”. Llevaba en sus venas de sangre peronista tendencias de izquierda, pero siempre dentro del contexto popular iniciado por su líder Juan Domingo Perón. Se sentó en el sillón de Rivadavia el 25 de mayo del 2003 y ejerció la conducción de la Nación hasta el 2007, tras lo cual lo sucedió su esposa, Cristina Fernández de Kirchner quien fue reelegida por una tremenda diferencia de votos.
Nacido en Santa Cruz, Néstor Kirchner a quien el pueblo le llamó “El Pingüino”, mostró sus virtudes de profundo político en todas sus manifestaciones. Desarrolló una acción económica de verdadero éxito originada tiempo antes por la tarea de Eduardo Duhalde quien junto a Roberto Lavagna le dejaron un camino despejado al patagónico que gobernó marcando signos profundos del Justicialismo y ganándose el cariño y el afecto popular hasta el final de su mandato.
Para el que escribe esta nota Néstor Kirchner fue el Presidente número 19 que vio en, hasta ahora, 72 temporadas en la Rosada. Como cronista permanente lo conocí de cuando era gobernador. No me caía muy peronista, pero siempre tenía en su andar la política metida en el alma. Cuando era gobernador y acudía a la Casa Rosada para tratar temas de su provincia, muchas veces hablamos de los líderes políticos y, con toda sinceridad, mencionaba al general Perón.
Era presidente del Justicialismo en su provincia y además había fundado el Ateneo “Los muchachos peronistas”. Se había despegado de Carlos Menem, aun cuando alguna vez, tras negociaciones que le sirvieron para poder cobrar las regalías del petróleo, lo calificó al riojano como “el mejor Presidente”.
Cuando asumió en 2003 se pudo ver cómo se manejaba. Kirchner surgió de una evaluación hecha por Duhalde ya que fue buscando al sucesor de Menem. Así recorrió personalidades como Carlos “Lole” Reutemann, José Manuel de la Sota, y Ramón Puerta. Todos le dijeron que no. Inclusive, lo admitió alguna vez el propio Duhalde que “pensé en Macri”, pero después “se me borró la intención”.
El hombre de Santa Cruz mostró siempre su espíritu cívico, aun cuando no había muchas entrevistas con opositores. Fue muy difícil seguir alternativas de su tarea oficial en la Casa Rosada, ya que había muy poca información. Ni bien asumió, Kirchner tenía una agenda de decisiones bien prolija. Pero había un sector que reclamaba el pago de sueldos y los aumentos respectivos. Eran los docentes de Entre Ríos.
Tenía como Jefe de Gabinete al actual Jefe de Estado, Alberto Fernández. Vio el problema, lo analizó y de pronto resolvió: “Vamos a Entre Ríos”. Se tomó un avión y en medio de la sorpresa de todos llegó a la provincia. Habló con el gobernador, con los afectados y solucionó el problema. Una estrategia bien peronista. Fue un triunfo, sin duda.
Después, su gestión recogió críticas y elogios. El peronismo histórico no estaba muy de acuerdo con ciertas actitudes que adoptaba, ya que tenía visos volcados a la izquierda. No obstante la situación socio- económica había mejorado lo bastante para que la gente se sintiera más aliviada en su presupuesto hogareño y el trabajo surgiera normalmente sin tener perfiles sufrientes.
Solo sí, los periodistas debían sufrir la falta de información y era muy difícil el movimiento, por lo menos dentro del contexto informativo que gobiernos anteriores democráticos habían respaldado. Muchas fueron las jornadas en que Néstor Kirchner casi ni durmió porque analizaba el pago de la deuda externa.
Quería cerrar ese tema. Lo logró, según los papeles firmados con el Fondo Monetario Internacional y sin duda fue un día de gloria para el país. Resonó en todos los estamentos populares la definición. En alguno de los pasillos de la Casa de Gobierno se tropezó con los periodistas y allí Néstor Kirchner mostró su emoción y al mismo tiempo su grito de triunfo por haber podido sacarse de encima una situación que nunca tuvo el gobierno de Juan Perón quien rechazo al FMI, desde el primer instante de su gestión.
Kirchner siguió sus pasos y mostró al pueblo su respaldo total a defender unánimemente su patrimonio futuro. Cuando aparecía los lunes en la Casa Rosada, Néstor Kirchner mostraba su buen humor cuando ganaba Racing, del cual era casi un fanático. Si no ocurría, entonces esa alegría se convertía en una amargura notable. La broma que podría hacerle a su Jefe de Gabinete era mostrarle algunos conocimientos de karate que sorprendía.
Además este cronista recuerda, reitero, en los pocos contactos que se hicieron, que de vez en cuando salía de su despacho, se encaminaba hacia el pasillo que da a la Vicepresidencia y parado en uno de los extremos –tras escuchar murmullos– preguntaba: “¿Con quién está Daniel?”. No quería perderse nada. Cuando este cronista cumplió 50 años en la Casa Rosada, tuvo la gentileza de obsequiarle una lapicera y felicitarlo por tantos años, que en la actualidad continúan, en la sede gubernamental.
Tuvo una ocurrencia porque percibió que alguna vez lo habíamos señalado como “no tan peronista”. En esa circunstancia sonriendo apuntó: “Yo soy peronista”. Siempre el respeto imperó en contactos esporádicos, pero la información brillaba por su ausencia. Murió un 27 de octubre del 2010 en El Calafate.
Causó un impacto porque era muy joven: 60 años en los cuales no solo fue Presidente de la Nación, sino gobernador, diputado nacional, titular del Justicialismo en Santa Cruz y orientó en mucho a su esposa que después ejerció por dos veces el máximo mandato de la Nación.
Su cuerpo fue traído a Buenos Aires y el velatorio se realizó en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Delegaciones de todos los sectores concurrieron para darle su último adiós. Fue un hombre al que la política lo marcó por su tenacidad. Vivía para ello. Las críticas a su gestión aún continúan y muestran que el kirchnerismo, una parte del peronismo, sigue marcando el mapa político del país.
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