Qué necesita Massa, de sus compañeros y de la economía

Qué necesita Massa, de sus compañeros y de la economía

Por: Mario Wainfeld. Cómo llegó Massa. Precedentes, desenlace, divagues sobre la conducción. La competitividad de Unión por la Patria, una hipótesis compartida. La inflación, el problema. Una medida que puede ayudar. Votaciones en provincias, Córdoba, Formosa, ahora San Juan. Un renunciamiento sueco.

Las fumatas blancas de las fórmulas alumbraron una etapa nueva de la campaña que no tiene vuelta atrás. Sergio Massa y Agustín Rossi representarán a Unión por la Patria (UP) si superan (como todo lo indica) a Juan Grabois en la Primaria Abierta (PASO). El domingo pasado Gildo Insfrán arrasó a sus rivales, fue reelecto con alta participación. La goleada lo revalida por cuatro años más como gobernador de Formosa.

Martín Llaryora consiguió un triunfo apretado, inferior al que esperaba el peronismo cordobés. Luis Juez perdió por tercera vez la oportunidad de llegar a la gobernación, En una de esas su desempeño fue tan interesante como el de Llaryora pero las elecciones son resultadistas: el que se impuso gobernará cuatro años (acaso con dificultades), el batido quizá pase a cuarteles de invierno. Es preferible reír que llorar, predicaba un juglar del siglo pasado… es preferible ganar que perder. Claro que da mejor plafón la diferencia que obtiene Insfrán pero algo es algo. En 2015 el embajador en Brasil Daniel Scioli y el expresidente Mauricio Macri consumaron un buen ejemplo para ilustrar este párrafo.

Massa consiguió su objetivo de ser precandidato, notorio desde que tomó la famosa papa caliente en sus manos. Pidió ser superministro, lo logró. Exigió lista de unidad, consiguió algo parecido. La voluntad, la capacidad de trabajo, el liderazgo en el gabinete, le son reconocidos por las principales corporaciones empresarias, la cúpula de la Confederación General del Trabajo (CGT), la mayoría de la dirigencia peronista.

Las todavía ardientes polémicas sobre cómo se llegó a la fumata blanca en el justicialismo focalizan en los últimos días, clavando la mirada en las horas definitivas. La ausencia de espejo retrovisor, de perspectiva histórica, caracterizan al periodismo de la época y contagian a los protagonistas. O viceversa. Los interrogantes mainstream se reducen a descifrar quién llamó a quién, qué decía un chat. O a diálogos inverificables que se citan textuales sin suministrar precisión sobre las fuentes. Las versiones de los decisores difieren, un cachito, cual remakes siglo XXI de la película Rashomon. Varies se autodefinen como ganadores en el Cónclave previo a la fumata. El déficit de historicidad resiente las lecturas.

Por esencia y por suerte los hechos consumados gravitarán más que las interpretaciones del cierre. Las narrativas palaciegas armonizan con el modo en que se definió el candidato: entre poco más de cuatro paredes, mientras las bases, la militancia, la opinión pública, la sociedad civil, miraban por tevé o se anoticiaban al día siguiente. Ventajas de la democracia representativa: treinta y cuatro millones largos de argentinos estarán en condiciones de votar en dos o tres oportunidades para convalidar o relegar a los candidatos. Estos afrontan el desafío de salir de los microclimas o subculturas partidarios, gubernamentales, corporativos y sintonizar con gente común para llegar a ser millones. Al final del camino decidirá la ciudadanía (antes se decía “pueblo”) con niveles altos de participación comparado con otros países y con sufragio universal obligatorio. Onda veintisiete o veintiocho millones de los treinta cuatro, pongalé… y no pifiará mucho.

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El sentido común crea realidad: Juan Domingo Perón, presidente electo tres veces, escribió “Conducción política” un libro cuya masa de lectores se reduce conforme pasan los años y pasan a retiro generaciones. No nos abandone, lector: no se resumirá acá. Para esta columna basta señalar que el hombre del destino asumía o sabía que el dirigente más dotado, el ungido con “el óleo de Samuel”, dominaba parte de la realidad, jamás toda. La gracia era-es y será elegir el cincuenta por ciento disponible para conducir. El fallecido presidente Néstor Kirchner retomaba la frase aunque era más escéptico respecto de las proporciones. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner concordaba más con Kirchner que con el General.

Esta perspectiva conserva un sesgo voluntarista: conducir es posible. Así las cosas, Sergio Massa condujo el accidentado proceso que culminó con su candidatura desde que pulseó para convertirse en Super ministro (SM, en adelante). Pasaron cosas, en el medio. Cisnes negros como la tentativa de magnicidio contra Cristina. Predecibles pero no seguras ni fechadas como la sentencia aberrante en su contra en la causa Vialidad. Inesperadas como el anuncio de CFK: no seré candidata a nada. Cumplido a pies juntillas aunque de ardua y lenta digestión para propios y ajenos. Plagas azarosas, bíblicas, como la sequía récord. Ajenas todas a la responsabilidad de Massa o a su radar.

Quizá esperara (cuanto menos ansiara) la renuncia de Alberto Fernández a buscar la reelección. Por ahí la impulsó con sordina, en Palacio.

Massa sí deberá rendir cuentas por los magros resultados en la lucha contra la inflación.

Llegó a buen puerto, surfeando fallas propias, resaltando con destreza comunicativa sus logros, superando acontecimientos tremendos.

Cunde un sentido común interpretativo, transversal. Signó la “unidad” peronista, impacta en los rivales, en el mundillo empresario, en los quinchos y las tertulias familiares. Se cifra corto: “UxP es más competitiva con Massa”. Por eso lo auparon los gobernadores, se le pidió a Scioli que bajara su precandidatura (con malos modos), brotó la fórmula con el Chivo Rossi, creatividad sobre la hora. Parte de los militantes o partidarios del kirchnerismo asumen a Massa como mal menor o necesario, como recurso para evitar el catastrófico y vengativo retorno de los cambiemitas. De nuevo, mejor ganar que perder, mejor reír que llorar desde afuera.

Los precandidatos Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta acusaron el golpe. Mueven la cabeza negándolo para disimular como esos boxeadores que ligaron una piña. Los respectivos entornos, los asesores, los consultores VIP comparten el flamante sentido común.

El sentido común compartido incide en conductas, en visajes, en reflejos bruscos. Funcionan como hechos. La peculiar campaña criolla transitó meses con otra hipótesis consensuada sin mediar pactos: la competitividad del diputado Javier Milei. ¿Se sostendrá, habrá decaído, jamás existió? Nunca se sabrá plenamente, en el ínterin hizo agenda, corrió a derecha los debates, fecundó la tesis de la elección en tercios. Tal era el contexto cuando Massa arribó a su primera meta. Corolario también de cuatro años de desaciertos en la gestión y de peleas autodestructivas en el Frente de Todos. No se concretó un desenlace ideal,es lo que hay.

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Las rencillas y el día después: Bullrich y Larreta dejan la impresión de estar sacados, en una de esas porque lo están. El Jefe de Gobierno despotrica contra el gobierno de Macri, jugada que contradice la bolilla uno de los manuales políticos. Agrede verbalmente, contradice al personaje que él mismo creó. Hay quien supone que los derrapes obedecen a motivos racionales, calculados fríamente. “Lo hace porque imagina que pierde, da un volantazo”. Quién sabe si es cierta alguna de las dos premisas. Los líderes fallan, sobre todo ante contingencias exigentes.

Bullrich miente respecto de la cantidad de extranjeros que estudian en las universidades nacionales. Exagera decuplicando la cifra real. Hasta los medios dominantes se lo señalan. El diario “La Nación” en un recuadrito perdido, lo que en Página/12 fue tapa. Admiradores de una u otra trinchera calibran que “Pato” es astuta, que solo quiere hacer xenofobia, que el envoltorio discursivo no importa. Este cronista piensa que el electorado es pluralista, diverso, que no todos son fachos redomados, que a algunos les interesa que los candidatos sean serios. O sepan hablar de corrido, aptitud esquiva para Bullrich hoy en día.

Comunicadores y dirigentes se preguntan qué harían los duelistas en el lunes ulterior a las PASO. Se abrazarán, desde luego. El punto oscuro es cómo reaccionarán los votantes zarpados por contagio, embretados en la furia, maltratados en sus grupos de pertenencia, peleados con correligionarios o vecinos o compañeros de ruta. En octubre el emergente cambiemita tendría que conservar los votos masivos de la minoría, hay que ver si es suficiente la gestualidad hipócrita de las cúpulas.

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El doble rol: Massa precisa gestionar y hacer campaña, una jornada múltiple exigente hasta para un hiperquinético. Con la oposición enfrascada en la lucha libre, le conviene transmitir tranquilidad, gobernanza. Convencer a millones de que es un hombre de Estado al timón, el modo en que empieza a autorretratarse.

Como candidato, le vendría bien que los compañeros y compañeros le dejaran protagonizar y mostrar un frente unido. Como ministro, encauzar la economía. El potencial acuerdo con el Fondo Monetario (FMI) relajaría la macroeconomía sin convertirse en pasión de multitudes. La inflación seguirá creciendo tal vez en menor escala. Las personas comunes notan que los precios suben, no que el índice récord “desacelera”. La movida de congelar precios de artículos durables o semi durables puede redituar más. Serviría en parte de contrapeso si el empresariado (que no teme a SM y lo prefiere a otros postulantes) le da una mano: contiene la gula remarcatoria por dos meses prorrogables a cuatro o seis.

Las elecciones generales despejarán una incógnita o más de una respecto de los votantes antisistema, de los indignados, de los ausentistas. Medirá si pesa el recuerdo de la debacle macrista cercana. O cuánto cuesta el desencanto con la presidencia de Fernández. Massa tiene que encontrar un lugar exótico (opo-oficialista), los opositores se afincan en uno clásico.

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El renunciamiento sueco: El politólogo sueco que eterniza la tesis de postgrado sobra la Argentina sobresalta a su mentor, el Decano de Sociales de Estocolmo. “Renuncio a los honores y al laburo, doctor. La querida Argentina me ha superado. Le confieso que no entiendo nada, que la incertidumbre me tapa. Para colmo florecen saberes extraños en estas pampas feraces. La contradictoria economía que combina alto consumo masivo con sueldos que no alcanzan, se suele explicar con la expresión ‘barrani’ creada por el panelista mediático Carlos Maslatón. El establishment, tan complejo y esquivo para académicos consagrados, pasó a llamarse ‘círculo rojo’ siguiendo las enseñanzas ¡de Mauricio Macri! Nuestra experticia trastabilla. Liquídeme sueldos y vacaciones adeudados, por favor, hágame llegar dos pasajes de primera para retornar a la querida patria junto con mi calificada auxiliar, la licenciada pelirroja”.

El Decano prefiere que el pícaro discípulo se quede. Le permitiría venirse para acá en el semestre electoral. El tipo de cambio favorece. El profesor longevo añora la primavera y el verano del Sur, la comida rica y barata, la hospitalidad criolla.

Busca una solución. Imagina a la pelirroja progre, cristinista desde hace años, desencantada con Massa. Presume que se la puede convencer, sabe cuánto influye esa mujer sobre el doctorando. Le escribe un largo chat, le pide conversar un ratito.

El politólogo entre tanto, le guiña el ojo a su compañera mientras le susurra que está por conseguir un aumento. Parten hacia el conurbano, de la manito.

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Parodias, tragedias, la Corte y las urnas, Se menta como precedente la crisis de 2001, el voto bronca de octubre. En aquel proceloso pasado, el padrón nacional votó positivo en mayo de 2003, a un año y medio de diciembre de 2001. Y había millones que no tenían (más) nada que perder… El cuadro puede replicarse o diferir en 2023 con niveles altos de ocupación y de protección social, jubilaciones cuasi universales. No son coyunturas idénticas lo que no autoriza predicciones lineales.

La historia se repite, comentó un sabio. La primera como tragedia, la segunda como parodia. La frase, polémica, le calza a medida al senador Luis Juez. En 2007 denunció fraude del gobernador Juan Schiaretti en su contra. Podía tener razón pero le faltaban fiscales (pecado capital) en el Interior cordobés. Peronistas y radicales cayeron bajo sospecha pero no hubo pruebas. Hace una semana contaba con fiscales en todo el territorio, con los radicales de su lado. Al cerrarse el escrutinio disponía de actas de fiscales creíbles, los suyos. Propagó sospechas, a sabiendas de que eran falsas. Dio el paso atrás cuando hasta Patricia Bullrich lo había dejado solo.

Hoy se vota en San Juan, la tercera provincia con proceso “intervenido” por la Corte Suprema de Justicia. En Tucumán. con sentencia acatada, el peronismo prevaleció cómodo. En Formosa los cortesanos se borraron como Pilatos. San Juan es la tercera votación judicializada que añade a ese interés la interna peronista entre el senador Rubén Uñac y el diputado José Luis Gioja, sujeta a una variante sanjuanina de la Ley de lemas (ver asimismo nota aparte).

Todas estas historias, autóctonas o suecas, continuarán.

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