El suicidio de su marido, Fabián Rodríguez, la tiene “muerta en vida”, pero la actriz se decidió a volver a trabajar en teatro por dos razones: sus hijos y también pagar la deuda de su productora. Dice que le pasó un tren por encima y que Dios “debe creer que soy King Kong”.
Nazarena Vélez no puede respirar sin llorar, pero elige volver a salir a un escenario y hacer su dolor tan público como público ha sido cada centímetro de su recorrido. A menos de dos meses del suicidio de su marido, Fabián Rodríguez, reflotará Los locos Grimaldi de la mano del productor Javier Faroni mientras aprende a descifrar algún “extraño mensaje de la vida”: “¡Tanta pelotudez de la que fui parte! Me indignaba cada idiotez en la televisión y ahora no es que sea una superada, sino que un tren me llevó puesta. Fabián me puso la lápida. Soy un león herido, pero un león. No tengo ganas de vivir, pero sí de imponerme seguir por los nenes. Por ellos no me voy a rendir nunca”.
En su casa de San Fernando todo es vida, aunque le cueste verlo. Tres perros indomables, un sol feroz y el llanto de un bebé de cinco meses, su sobrino. El living es gigante, pero ella se acurruca como desprotegida en un mínimo espacio, en el piso. No hacen faltas las preguntas que rompan el hielo. “Quedé en medio de un tsunami. No estoy enojada, pero tengo una profunda tristeza. Lo extraño, lo siento, lo sueño. El usaba barbita y siempre me rozaba la cara con la barba y hasta eso necesito, ese roce. Pero estoy a años luz del enojo. Y me chupa un huevo lo mediático, que digan lo que digan. Ayer no me levanté en todo el día de la cama y si fuera por mí no saldría a trabajar y me quedaría tapada hasta la nuca”.
¿Entonces por qué volvés tan pronto?
Me obliga la situación económica y de verdad siento que si no, no voy a arrancar más. Mis hijos tienen una mamá con un dolor desgarrador, pero soy el motor de ellos. No te voy a mentir, el primer mes no salí, solo fui al cementerio. No vi televisión. Cada peso que debo lo voy a pagar. No importa la cifra, voy a pagar lo que debo. Trabajo desde los 14 años y eso me lo enseñaron mis viejos. No sé por qué fue todo esto y aunque no haya estado enterada hoy lo estoy. Lo económico es lo menos grave. Intenté no subir a escena, pero no se pudo. En los teatros la gente quiere que esté yo, soy como el alma de Los locos Grimaldi. Así que agradezco que Faroni se hizo cargo de todo esto.
De a ratos Nazarena se ríe mientras llora. Esconde las uñas para la foto porque confiesa que ha llegado a sacarse sangre de tanto carcomerlas. “Con Dios no nos estaríamos comunicando últimamente, pero qué se le va a hacer. No hay wi-fi con el de arriba”, lanza el chiste. Insistentemente trae a su discurso, sin que se lo pidan, a Thiago, su hijo menor, de tres años (hijo también de Rodríguez). “Me mata cada vez que él siente un auto y sale corriendo para ver si es su papá. O cuando me dice que se va a ir a dormir al cielo con el padre. Ahora necesita quedarse dormido sobre mi pecho, como escuchando los latidos de mi corazón, y antes nunca pasaba eso. Yo sé que tengo que ser fuerte, pero hay días que no puedo. Inclusive mi marido me lo dijo en su última carta: ‘Vos sos fuerte y vas a poder’. Hasta él confiaba en que yo podía”.
Tiene una red de afectos envidiable. Desde aquel 24 de marzo en que se enteró antes de subir a un avión (en Miami) de la muerte de Rodríguez en las oficinas de su productora, recibió una “catarata de amor” de su familia. Sus padres, que viven en Puerto Madryn, se instalaron un mes en la casa de ella y su hermano Jesús se mudó definitivamente a Buenos Aires. “Ver a mi papá un mes haciéndome la comida y a mi mamá abriendo las cortinas de mi habitación cada día... Después de lo que ellos pasaron con Jazmín, mi hermana (fallecida en 2010 en un accidente automovilístico). ¡Si ellos hacen eso por una tipa de 39 años, yo cómo no iba a tener la misma fuerza por Thiago, de tres! Tengo una familia tan increíble. Mi único hermano varón se vino a vivir conmigo. Dejó todo en Puerto Madryn y me dijo: ‘Dame cinco días que vendo la camioneta y voy’. Lo tengo acá con su señora y el bebé”, llora de nuevo. “Las redes sociales fueron mi única comunicación. Yo subía videos, algunos me criticaban, pero era lo que yo sentía. En realidad lo hacía porque creía que mi marido iba a ver esos videos o iba a leer mis mensajes. Fue como una locura mía. No entiendo cómo de la nada alguien puede matarse. Estábamos amándonos profundamente. No hay problema que justifique que te mates”.
“Te aseguro que no vuelvo a hacer una pareja nunca más en la vida”, se refrega los ojos enojada. “Fabián no fue, es mi marido. Yo no soy viuda, voy a estar casada con él siempre. Estoy convencida de que nunca voy a poner en un pasaporte la palabra ‘Viuda’. Voy a estar casada hasta el último día de mi vida. De ahora en más me imagino abuela. Quiero vida. Ojalá Bárbara me haga en unos años abuela”.
¿No tenés miedo de quebrarte en medio de una función, de no estar preparada para poner el cuerpo?
Seguramente no voy a poder. Hoy, para hacer las fotos, por ejemplo, me tuve que tomar un tranquilizante. Pero siento que recorrer el país en gira me va a dar como una inyección de vida. Tengo que poder. Tengo que sacar fuerzas de donde no tengo. Lo repito, soy un león herido, pero león al fin.
Durante el velatorio ocurrió algo repudiable, una cámara posada en el ojo de la cerradura. ¿Te importó que cruzaran ese límite?
Estoy tan herida, tan dolida que no me importa nada. Llegaron a decirme que la mamá de Fabi salió a hablar y no sé qué, pero no importa. ¿Cómo voy a tenerle bronca a su mamá? En ese momento de dolor uno trata de buscar culpables, es entendible. Juro que hoy ya no tengo enemigos. Si los tengo, ni los veo. No sé, recordame alguna pelea mía en televisión, la que quieras. No le tengo bronca a nadie, ni a Flavia (Palmiero), ni a Moria (Casán). Nada de lo que me pasó es comparable. Me decís ‘Pedile perdón a Flavia’, voy y se lo pido. Estoy muerta en vida. No puedo distraer la energía en nada más que mis hijos. Yo digo que es como cuando el celular te marca la batería en rojo. No gastás ese hilito de batería, lo cuidás como a nada del mundo.
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En mi caso la fuente de energía son mis hijos y pienso ¿De qué se agarra el que no tiene hijos en un caso así?
Ojalá crean profundamente en Dios. Cuando hablo con la psiquiatra sobre cuáles deben ser mis aprendizajes, pienso: la muerte de Jazmín, cuando yo estaba embarazada de Thiago... encontrarla en la autopista a sus 21 años. La sigo llorando. Después, la muerte de Fabián cuando nos amábamos tanto. Siento que ya puede pasar cualquier cosa. Me puede caer un elefante encima y no me asombro. Tal vez tenga que hacer algo por los demás, alguna asociación para ayudar a los que atraviesan estos duelos shockeantes, acompañarlos. Hoy no puedo ni mantenerme en pie, pero más adelante, me encantaría.
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