El plantel está lejos de todo en Salta, concentrado en su trabajo.
Si la idea era encontrar la máxima en sus discípulos, Juan Manuel Azconzábal dio en la tecla seleccionando al Hotel de La Liga Salteña, un predio con todas las comodidades para una pretemporada, que está alejado unos 15 kilómetros de las luces de la capital salteña capital. El búnker está en la nada misma, lejos de todo, pero preparado para servirle al profesional la mejor atención.
El hotel es una especie de monasterio. Allí, el plantel lleva una rutina casi militar, al pie de la letra. Y por como llevó adelante esta semana y algo más que se fue de labores, dejando de lado el amistoso con San Antonio que no convenció, todo marcha según lo planeado.
El despertador suena para todos a las 7.30. El grupo ya debe estar desayunando en el comedor 15 minutos después. El mate es opción de infusión, pero debe acompañarse con pan lactal blanco o negro, frutas secas y naturales, yogurt, jugos naturales. Otras infusiones disponibles son el te, café o leche.
Es más, la agenda está tan apretada que el tiempo es oro. De 8.30 a 10.30, la delegación debe cumplir con el primer turno de entrenamientos. Superada esa fase, los jugadores gozan de casi una hora y media de libertad. Controlada, por cierto. Nadie puede salir de las instalaciones. La pileta es la opción número uno de la mayoría.
A las 12 en punto del mediodía, todos están almorzando. Al menú lo dominan las pastas, desde ravioles a sorrentinos o agnolotis y canelones. También hay una variedad importante de verduras.
La siesta, luego del almuerzo, es una parte vital en la estructura del descanso. A las 17, el cuerpo técnico vuelve a citar a los futbolistas para la merienda. De 18 a 20 se lleva a cabo el segundo turno, y a las 21 es momento de la cena, donde se repite en cierta forma la carta de comidas del mediodía, pero se agregan carnes rojas y blancas.
La utilería, compuesta por Néstor Usandivares y Daniel Mancinelli es un mundo aparte. Para cada futbolista llevaron tres juegos de ropa deportiva, además de cuatro pares de botines. En lo que se refiere a materiales de trabajo, desde Tucumán se llevaron pinches, arcos móviles, arcos pequeños con red, conos, 200 kg. en pesas, además de barras y mancuernas. El inventario se completa con pelotas inflables de aerobics, colchonetas y pelotas N° 5.
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