Por muchos años intenté trabajar como un hombre. Y es que, cuando inicié mi carrera en Recursos Humanos hace ya casi tres décadas, esa parecía ser la norma establecida.
Yo estudié psicología en mi natal Chile, en una época en la cual especializarte en lo laboral no era tan popular como en lo clínico, sin embargo, desde antes de terminar mi carrera me resultaba muy interesante el reto de transformar organizaciones y cómo eso podía lograrse a través de su gente.
Al graduarme, comencé a trabajar en un banco haciendo todo lo que se supone que un profesional de recursos humanos debe saber hacer: capacitación, selección , desarrollo de personal, etc. Mi carrera me apasionaba y me hacía feliz, y quizá eso fue lo que me llevó a crecer y moverme dentro de diversas industrias, hasta que un día, casi sin darme cuenta, ya era la cabeza del área Recursos Humanos de una empresa internacional y con más 30 mil empleados en Chile.
Desempeñando ese rol, me invitan a moverme a México. Para ese momento yo estaba divorciada y con dos hijos de 14 y 17 años; la oferta implicaba grandes cambios, tanto para mí como para mi familia, y la gente a mi alrededor no paraba de advertirme lo difícil que podía resultar. Pero por alguna razón, yo tenía la decisión muy clara: “lo tengo que hacer, pase lo que pase” y si no me gusta, ¿qué era lo peor que podía ocurrir?… nos devolvemos a Chile.
Fue así como hace nueve años llegué a México, y no ha habido un solo día en el que me haya arrepentido de ello.
En este país mis hijos se han consolidado y yo he crecido en lo personal, y también en lo profesional; hace 4 años, comencé mi viaje aquí en Coca-Cola FEMSA, tras haber sido invitada a liderar el área de Recursos Humanos y continuar así con la transformación cultural de la compañía que ya había iniciado hace algunos años. Esa propuesta fue música para mis oídos, porque este tipo de transformaciones es lo que más me gusta hacer.
Una vez adentro, me di cuenta de que ésta era la primera vez que una mujer lideraba el área de Recursos Humanos en Coca-Cola FEMSA, y eso de por sí me abrió una tremenda ventana de oportunidades, ¿por qué? porque creo firmemente que las empresas necesitan nivelar el terreno en cuestión de equidad de género. Y con equidad no me refiero a que las mujeres queramos las mismas condiciones, sino las mismas oportunidades, y claramente desde este rol tendría la oportunidad de acelerar el trabajo que ya se venía haciendo
A lo largo de los años, las mujeres en las organizaciones hemos tenido que superar una serie de retos y desafíos que para los hombres no existen. Y no es que las mujeres nos victimicemos; la incorporación de la mujer en el mundo laboral ha tenido y sigue teniendo dificultades debido a un tema cultural muy fuerte, más aún en Latinoamérica, en donde nuestro rol se ha definido en torno al cuidado de la familia.
Durante mi carrera profesional he escuchado mil historias asociadas a lo “extraño” que ha sido que una mujer llegue a ciertos niveles; no hace mucho recuerdo haber llegado a un equipo conformado por hombres en su totalidad, y uno de ellos llegó a cuestionarme: ¿qué no deberías estar en tu casa cocinándole a tus hijos?
Hoy en día, ese tipo de comentarios ya no se dicen, pero se siguen pensando. Lo mismo pasa en el ámbito social o familiar en donde muchas veces nos miran con tristeza por “tener” que trabajar y “tener” que abandonar a los hijos. Estos “castigos sociales” son voces a las que hemos tenido que aprender a bajarles el volumen y no permitir que nos distraigan de nuestros sueños y objetivos.
Lamentablemente a veces estos juicios provienen de nosotras mismas; en Latinoamérica, y en México sobre todo, sucede mucho que son las mismas mujeres de la familia las que intentan que la que trabaja fuera de casa regrese al hogar.
Pero ocurre también, que en otras ocasiones nosotras somos nuestras peores enemigas, y es aquí en donde el trabajo interno es fundamental. En el caso de las mujeres, está demostrado que existe un tema de auto percepción que nos limita más que a los hombres.
Y es que nosotras, en igualdad de condiciones que un hombre, nos cuesta más levantar la mano para pedir una promoción o un aumento de sueldo.
Como empresas, es indispensable dar visibilidad a aquellas mujeres talentosas, crear programas para acelerar su desarrollo pero también para fortalecer su autoestima, confianza y empoderamiento, ayudándolas a crecer y a fortalecer esa autopercepción, asegurándonos por supuesto que sea una autopercepción realista, pero que nos empuje a surgir, no a escondernos.
A veces escucho que dicen, ¿por qué no se trabaja igual en el desarrollo del hombre?… mi respuesta es, ¡porque eso se ha hecho siempre! Lo primero es constatar una realidad: en el mundo somos 50% hombres y 50% mujeres, y sin embargo esa representatividad no está en las organizaciones, ni en organismos públicos, gubernamentales, ni en ningún espacio en donde exista un salario ‘formal’ de por medio.
Como empresas, es nuestro deber tratar de emparejar la cancha, no por cuestión de imagen, reputación o mercadotecnia, sino para asegurar que las decisiones que tomemos realmente representen las necesidades de nuestros clientes y consumidores, quienes son también en su mayoría mujeres.
Además, el cambio no sólo impacta hacia adentro, lo que hacemos impacta también las comunidades en donde operamos.
En Coca-Cola FEMSA empezamos a hacer programas para incrementar el número de mujeres en posiciones de front line, eso significa cambiar nuestro mindset de sólo traer hombres ya que son posiciones en donde históricamente ha habido casi sólo hombres: en preventa, en manufacturas y qué decir en distribución. Un ejemplo de estos programas es lo que estamos haciendo con mujeres camioneras, y es increíble verlas salir al volante de sus camiones ante las miradas orgullosas de sus hijos. Con acciones como esta, poco a poco vamos combatiendo esos sesgos que nos frenan a crecer como sociedad.
Cuando hablamos de equidad, el cambio tenemos que hacerlo todos, tanto hombres como mujeres, simplemente porque juntos nos complementamos, y el tener diferentes puntos de vista nos beneficia a todos.
Yo reconozco con orgullo que mis mejores mentores han sido hombres; hombres que creyeron en mí, que me impulsaron y me dijeron “tú puedes hacer lo que tú quieras”.
¡Y vaya que lo he hecho!, he aprovechado todas las oportunidades que se me han presentado y por eso lucho para que otras mujeres también las tengan.
Que al igual que yo, tengan la oportunidad de sacar adelante a sus hijos solas, que tengan la oportunidad de ganar un sueldo con el que puedan educarlos como los quieran educar, de ausentarse del trabajo cuando se enfermen; la oportunidad de tocar vidas mediante su profesión, de transformar sociedades; la oportunidad de disfrutar la vida y el trabajo; la oportunidad de emprender su propio camino, de cambiar estereotipos, de romper reglas.
De aportar su esencia, su mirada y características únicas.
De trabajar como mujeres, ¡para ganar todos!
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