La Fundación Madres no cumplió promesas en Tartagal. Se destinaron millones, pero casi nada se hizo.
Nadie quiso perderse la foto y aunque muchos ahora lo nieguen, aplaudieron cada llegada al norte salteño de Hebe de Bonafini y del exministro de Planificación Federal, Julio De Vido.
Ahora nadie quiere hacerse cargo de la afinidad política que compartieron con todos ellos y, en ese contexto, también Sergio Schoklender no estuvo solo cuando en 2009 llegó a Tartagal para incorporar a esa parte del país al proyecto Sueños Compartidos. A través de ese plan, la Fundación Madres de Plaza de Mayo se dedicaba a ejecutar obras de infraestructura como viviendas, hospitales, salones de usos múltiples y otras construcciones mediante un novedoso sistema de rápida ejecución.
Entre otras acciones, el alud que se produjo en febrero de 2009 en Tartagal generó la llegada, un par de meses más tarde, de Schoklender. Arribó a bordo de una aeronave de la empresa Meldorek Sistemas Constructivos y para quienes lo recibieron en el aeropuerto de Mosconi no pasó desapercibido un especial detalle: el apoderado de la fundación Madres de Plaza de Mayo llevaba un maletín repleto de dinero que sacó de abajo de la butaca que usaba en su viaje. Ese solo hecho despertó la sospecha de muchos, pero nadie se animó a emitir opinión.
Las promesas
Sckoclender compró unas tierras ubicadas a 3 kilómetros al este de Tartagal donde, según se anunció, en tiempo récord habría de levantarse un hospital para la atención de las comunidades aborígenes ubicadas al costado de la ruta nacional 86.
Pero como el proyecto era mucho más ambicioso, se adquirieron 10 hectáreas con la promesa de comprar 10 más a la firma de bienes raíces Uanini. Allí habría de levantarse un gran complejo habitacional con la construcción de 1.000 viviendas y otros edificios donde funcionarían, entre ellos, el hospital, un salón de uso múltiple, se tomarían en cuentan los espacios verdes con juegos para los niños, entre otros beneficios.
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