Moyano y Grabois, los primeros aliados que amagan con convertirse en los próximos adversarios de Alberto Fernández

Moyano y Grabois, los primeros aliados que amagan con convertirse en los próximos adversarios de Alberto Fernández

El camionero está molesto porque su gente no integró el gabinete nacional y porque no quiere límites en la negociación salarial, mientras que el dirigente piquetero criticó a Kicillof y cada vez que puede se desmarca del Presidente y muestra sus diferencias

Alberto Fernández tiene aliados incondicionales, que siempre son los que abundan cuando empiezan los gobiernos, y al menos dos aliados condicionales en el terreno sindical y social: Hugo Moyano y Juan Grabois apoyan a la nueva administración, pero en los primeros días de gestión ya mostraron ciertos matices críticos que los ubican a una distancia prudencial de los más fieles.

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¿Serán Moyano y Grabois dos de los aliados que se convertirán en los próximos adversarios del Gobierno? Es prematuro para contestarlo, aunque algunas declaraciones y actitudes permiten suponer que la relación de ambos con el Presidente no será nada fácil y puede tornarse conflictiva.

El jefe de los camioneros, por un lado, pasó del respaldo sin fisuras durante la campaña electoral a animarse a cuestionar algunas decisiones de Alberto Fernández, como la designación del massista Mario Meoni como ministro de Transporte: “Pusieron un psicólogo, un sociólogo... no sé", dijo Moyano a Luis Novaresio en Radio La Red. En la misma entrevista, admitió que él pretendía la Secretaría de Transporte para uno de sus hombres, algo que tampoco obtuvieron. Su candidato para el puesto era Guillermo López del Punta, que ni siquiera logró una Subsecretaría en la grilla ministerial.

La semana pasada, Moyano volvió a sonar desafiante cuando, luego de una comida que mantuvo con el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, en la que éste intentó que el sindicalista aceptara la estrategia salarial basada en un aumento de suma fija para postergar la discusión de los convenios, los camioneros difundieron un comunicado de prensa en el que sostuvieron que “entre los pedidos realizados por Hugo Moyano (en la reunión con el ministro) está que las paritarias sean libres”.

Apenas 48 horas después, Alberto Fernández pareció contestarle a Moyano cuando dijo que quería que “las paritarias funcionen" y les pidió a los trabajadores que no hicieran “pedidos desmedidos” en materia salarial porque "todo repercute sobre la economía”. Los camioneros pasaron a la ofensiva para obtener un aumento del 33% para el primer semestre de 2020, luego de haber cobrado a fin de año un bono de 20.000 pesos y un 23% de incremento para el segundo semestre de 2019.

Otras épocas: Moyano y Alberto Fernández acompañaron a Néstor Kirchner el 19 de abril de 2001 en un acto que se hizo en Capital para lanzar la candidatura presidencial del santacruceño

Fernández sabe de lo que habla: cuando fue jefe de Gabinete, desde 2003, Néstor Kirchner eligió a Moyano como su interlocutor privilegiado para consolidar su gestión (y superar con respaldo sindical el defecto de origen de haber sido elegido por el 22% de los votos) y le dio la facultad de convertirse en el dirigente de confianza que pactaba un aumento que servía de tope para el resto.

Si Moyano insiste con el 33% de incremento, y ese monto provoca un efecto contagio en otras paritarias, el riesgo es que arrastre la inflación y que el andamiaje socioeconómico tambalee. Por eso, ahora que ya otorgó una suma fija por decreto que servirá como un aumento mínimo en las futuras negociaciones con los empresarios, el Gobierno acelerará la convocatoria al Consejo Económico y Social para definir, de manera tripartita, una malla de contención de precios y salarios.

¿Aceptará Moyano una tregua salarial? No sólo siente que le impiden negociar libremente su paritaria, sino que tampoco consiguió espacios concretos de poder: no logró ubicar a Del Punta en Transporte ni a su hijo Facundo como ministro de Turismo y Deportes, ni que se designara a alguien propio en la Dirección de Asociaciones Sindicales del Ministerio de Trabajo (área estratégica porque define conflictos de encuadramiento, intervenciones a sindicatos y otorga o no personerías gremiales).

La carta que está jugando el líder camionero ahora es lograr que Alberto Fernández le permita elegir al nuevo interventor de OCA, la empresa de correo vinculada con el moyanismo y cuyos trabajadores son casi todos afiliados a su gremio. Anteayer, el periodista Nicolás Balinotti, del diario La Nación, reveló que, durante la comida de Moyano y Moroni, a la izquierda del ministro estaba sentado Rodrigo Condori, el abogado de camioneros que está a cargo de OCA junto con el Estado.

Hay otro motivo de malestar de Moyano: el gremialista de mayor confianza de Alberto Fernández es Héctor Daer, cosecretario general de la CGT y dirigente de Sanidad, que pertenece al sector sindical de “Los Gordos”, junto con Armando Cavalieri, de Comercio. Y esta fracción le causa urticaria al camionero porque tiene irreconciliables diferencias con sus integrantes desde los años 90, cuando “Los Gordos” se convirtieron en el sostén de Carlos Menem y armaron negocios como sus AFJP, por ejemplo, al calor de lo que dirigentes del moyanismo calificaban de “sindicalismo empresarial”.

Los representantes de “Los Gordos”, a su vez, siempre fueron críticos del inmenso poder político y económico que Néstor Kirchner le permitió tener a Moyano desde 2003 en desmedro de otras organizaciones sindicales. Y Cavalieri incluso ha mantenido duros conflictos de encuadramiento con los Camioneros porque le disputaron afiliados que estaban en las filas del gremio mercantil.

Juan Grabois y Cristina Kirchner, junto con Adolfo Pérez Esquivel

Todo este muestrario de diferencias permite imaginar que la relación de Moyano y Alberto Fernández puede complicarse mucho más, igual que la que mantiene el Presidente con Juan Grabois: el dirigente social, como el camionero, también ha mostrado una sugestiva autonomía en la que combinó el respaldo a su candidatura con declaraciones que incomodaron al círculo más cercano del Presidente.

La figura de Grabois, quien, junto con Moyano, fue uno de los primeros dirigentes en respaldar el regreso de Cristina Kirchner al poder, durante los últimos años del macrismo, fue creciendo gracias a dos factores de peso: su trabajo de base para organizar el movimiento de cartoneros y para formalizar a los trabajadores de la economía popular, y, además, por la relación muy cercana con el papa Francisco.

Pero logró incomodar a Alberto Fernández cuando, en plena campaña electoral, dijo que si ganaba el Frente de Todos había que “avanzar” hacia una reforma agraria, propuesta que le complicó al candidato presidencial su estrategia de mostrarse como un abanderado de la moderación. Incluso, siguió en esa misma línea cuando, en septiembre pasado, militantes de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), de la cual Grabois es uno de sus principales referentes, irrumpieron con violencia en shoppings porteños para reclamar por la emergencia alimentaria.

Lejos de alinearse, Grabois empezó desde entonces a acentuar su autonomía respecto de Alberto Fernández. Primero, dijo que que en la Argentina “hay mecha corta” y que “no hay margen para nuevas decepciones”. Y, al hablar de las expectativas por la asunción de Fernández, advirtió que "cuando las esperanzas se ven traicionadas, estallan con mucha fuerza”. Criticó, además, la postura “triunfalista” del Frente de Todos: "No me gustó el exitismo que hubo luego de las PASO ni tampoco esa moderación impostada de no marcar dónde están las contradicciones sociales”, señaló.

Semanas después, el dirigente de la CTEP afirmó que no se sintió “muy convocado” en la conformación del nuevo gabinete de Alberto Fernández. “Resulta que hay algunos que estamos para las malas y para las buenas hacen fila otros”, expresó, con decepción.

Las protestas en los shoppings de los militantes de la CTEP, que integra Grabois, inquietaron a Alberto Fernández

En la misma línea se expresó en una entrevista con Infobae, el 11 de diciembre pasado: “La etapa que viene es tironear al gobierno y al sistema político para que haya una mayor redistribución de la riqueza y para que haya una posición más firme frente a los intereses imperiales”. Cuando se le preguntó si estaba dispuesto a confrontar con Alberto Fernández, afirmó que “la movilización y la protesta social y el reclamo de las organizaciones son una necesidad permanente, es decir, flaco favor le haríamos al gobierno popular si estamos todo el tiempo agradeciéndoles por cada pavada que hacen”. Y advirtió que “por mucho tiempo vamos a tener que seguir protestando y reclamando”.

Las alarmas se encendieron otra vez en el entorno íntimo del Presidente cuando, el jueves pasado, Grabois y otros piqueteros K criticaron al gobernador Axel Kicillof: advirtieron que la reforma impositiva bonaerense es “moderada e insuficiente” y consideraron que el proyecto del gobernador “no permite ni por asomo resolver los gravísimos problemas sociales e institucionales de la provincia”. “La cobardía en la defensa del pueblo pobre y trabajador es una traición", sostuvieron.

Este joven abogado, que es hijo del legendario dirigente peronista Roberto “Pajarito” Grabois, tuvo serios conflictos con el gobierno de Cristina Kirchner porque se resistía a darle la personería social a la CTEP, en una decisión en la que combinaban la desconfianza hacia un “amigo del Papa”, la necesidad de no resignar el control de la calle (la agrupación que integra Grabois siempre tuvo una fuerte y disciplinada capacidad de movilización) y, además, la oposición del sindicalismo tradicional, que veía en los trabajadores de la economía popular una amenaza que podía restarles poder político y económico (su oficialización iba a traer aparejada la posibilidad de crear una obra social propia).

Grabois estuvo a punto de pelearse a las piñas en el Ministerio de Trabajo, durante el kirchnerismo, en una reunión en la que Carlos Tomada se negaba a darle la personería a la CTEP. En un curioso viraje, la última orden que le dio Cristina Kirchner a su ministro de Trabajo antes de dejar el gobierno, en diciembre de 2015, fue que firmara el reconocimiento oficial a la entidad de la economía popular.

Como en el caso de Moyano, la postura de Grabois puede terminar chocando por el giro al centro (o hacia el pragmatismo) que dio Alberto Fernández para poder gobernar. Dependerá de la situación socioeconómica si el amigo de Jorge Bergoglio se sigue corriendo a la izquierda para diferenciarse del Gobierno. Sea como fuere, el camionero y el dirigente piquetero ya dejaron de ser aliados incondicionales. Y hoy parecen más condicionales que nunca.

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