La falta de talento, los problemas en la organización y la improvisación en el armado del equipo llevaron a la rápida eliminación en el Sudamericano.
Surge una coincidencia: cambiaron las camadas. No se encuentra la riqueza que abundaba en otras épocas. Esos jugadores desequilibrantes que, por más que no desembarcaban en los juveniles con un nombre hecho, mostraban condiciones de diamantes en bruto. ¿Unos pocos casos? Ariel Ibagaza, Esteban Cambiasso, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Juan Pablo Sorin, Javier Saviola, Carlos Tevez, Sergio Agüero, Maximiliano Moralez y Lionel Messi, acaso como la última gran joya.
La torcida historia de este grupo empezó a escribirse desde temprano, antes del arranque del campeonato, al momento de armar la lista. La emoción del técnico Marcelo Trobbiani por ensamblar a Juan Iturbe, Manuel Lanzini, Alan Ruiz, Ricardo Centurión y Luciano Vietto desacomodó una estructura que durante el tiempo de preparación, en la que jugó cuatro torneos y ganó dos, en L'Alcudia y La Serena, nunca los encontró juntos. Un puñado de prácticas fue todo el tiempo de ensayo, muy poco para desarrollar una doctrina que exige entendimiento y sincronización.
Las diferencias en la línea de pensamiento dentro de las selecciones juveniles quedaron en evidencia entre lo que exponen y predican el técnico Trobbiani, Carlos Bilardo y Humberto Grondona, director y subdirector de Selecciones Nacionales. La concepción del estilo osciló entre polos opuestos, algo que sólo aportó confusión y una puja de poder en la toma de decisiones. Las sugerencias para citar a quienes estaban descollando en el torneo argentino o imponer cambios de nombres durante el certamen, aunque el DT no estuviera convencido, es un síntoma de que todos opinan, algo recurrente en los últimos ciclos juveniles, desde el desarmado de la exitosa era que construyó Pekerman y continuó Hugo Tocalli hasta 2007, donde en busca de darle oportunidades a la generación del 86, la AFA designó a Sergio Batista, que trajo consigo a José Luis Brown, Julio Olarticoechea, Oscar Garré y Walter Perazzo. Ya no hubo una elección entre varias carpetas.
La táctica no funcionó en el debut con Chile, donde la Argentina fue un equipo desequilibrado y sin ideas, a pesar de engarzar tantos volantes ofensivos para rebasar a un rival que jugó, por expulsiones, más de media hora con dos jugadores menos. Con la derrota consumada llegó el primer volantazo táctico -del 4-1-4-1 al 4-2-3-1- y de apellidos, también una señal de la carencia de espíritu. No hubo un cambio: la Argentina se marchó al entretiempo imponiéndose 1-0 sobre Paraguay, pero los groseros errores de la defensa le permitieron a los guaraníes revertir el resultado y encender las alarmas. El desconcierto se acentuó con Bolivia, donde apenas Vietto y Lanzini fueron titulares de aquellos Cinco Fantásticos que entusiasmaban al entrenador. Una inexplicable mano de Lautaro Gianetti -Trobbiani lo mandó a la cancha en lugar de Lanzini, para reacomodar la defensa ante un equipo que no atacaba- a falta de tres minutos derivó en el empate boliviano, profundizó la crisis, acrecentó la desesperanza... Todo quedó en manos de otros. Así, las fallas tácticas, de esquema, el flojo nivel de algunas individualidades y la ausencia de conceptos futbolísticos básicos de los jugadores -entender de tácticas, leer lo que pide un partido, interpretar lo que propone el rival- diseñaron el fracaso. Por todo eso, este Sub 20 no irá al Mundial de Turquía.
En el juego y en la cancha, la Argentina mostró errores, y los resultados adversos alteraron el clima interno de un grupo de chicos que juega a ser grandes, pero que necesita de ciertas distracciones típicas de los jóvenes de esa edad. La ubicación del hotel, lejos del ruido y las tentaciones del centro de la ciudad, terminó siendo un lugar que asfixió a los juveniles. Antes del debut, se los veía tomando mate, jugando a las cartas; luego, apenas bajaban al lobby cuando los visitaba algún familiar. "Jugamos a la Play, pero al tercer día te cansás, te aburrís y querés buscar hacer otra cosa para distraerte. No tenemos ni una salita de juegos, un pool, una mesa de ping pong. Nada. Salimos a la calle y ves la ruta, autos, camiones? No salimos ni a dar una vuelta, a caminar algunas cuadras? Ir a comer un asado a una quinta es todo lo que nos distrajo", confesó un futbolista.
Los cuatro últimos sudamericanos supieron de vaivenes para los argentinos, que hace 10 años no obtienen un título. En Paraguay 2007, pese a que después se logró el título del mundo en Canadá, mandó la angustia. Aún se recuerda el agónico gol de Lautaro Acosta ante Uruguay, como un ícono de la clasificación a los Juegos de Pekín. En Venezuela 2009, con Sergio Batista al frente del Sub 20, el equipo terminó último en el hexagonal final y no se clasificó a la Copa del Mundo de Egipto. En Perú se entró en el Mundial de Colombia, pero el premio mayor, una plaza para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, quedó en manos de Brasil y Uruguay. Y ayer, en Mendoza, se terminó de escribir el capítulo más triste de la historia.
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