Aunque siempre hemos asociado que el agua que compramos ya envasada es de mejor calidad y ha pasado controles más exhaustivos que la del grifo, un reciente estudio pone esta afirmación en cuarentena.
Cada año, se consumen en el mundo miles de millones de litros de agua embotellada (más de 150.000 millones), una tendencia que aumenta considerablemente cada año. España se sitúa en los puestos de cabeza en cuanto a esta tendencia, con la que se presupone que vamos a ingerir más 'salud', antes que si bebemos el agua del grifo.
Pues bien, un reciente estudio llevado a cabo por expertos de la Weill Cornell Medicine de Qatar, hecho público en la revista BMJ Global Health, podría ser que las aguas embotelladas no fueran tan seguras como pensamos, y dejaran filtrar determinadas sustancias químicas nocivas, desarrolladas durante el embotellado en plástico y también en algunos casos de conservación inadecuada.
Entre las conclusiones de los expertos de esta institución de medicina de Qatar, en las muestras recogidas del agua embotellada hay una oscilación de elementos contaminantes en su interior de entre el 10 y casi el 80 por ciento. Entre las sustancias nocivas encontradas, destacan los microplásticos, que ocupan un lugar preferente en los denominados disruptores endocrinos.
Los disruptores endocrinos son sustancias químicas ajenas al cuerpo humano que pueden imitar la acción de nuestras hormonas, para provocar después numerosas (e indeseadas) disfunciones en el organismo.
Así pues, este artículo publicado en la revista BMJ Global Health pone de manifiesto que el agua embotellada podría no ser mejor que la del grifo. Además de los microplásticos, los investigadores encontraron otras sustancias tóxicas como el bisfenol A y los ftalatos (compuestos químicos que dan soporte en la producción de plásticos en contacto con los alimentos).
El problema según los expertos mencionados aparece no sólo en el momento del embotellado y los plásticos, sino también en el proceso de conservación de las botellas, a las que si les da un exceso de luz solar o se someten a altas temperaturas, van a desarrollar otras sustancias desaconsejadas para la salud.
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Si bien es cierto que el agua embotellada pasa por unos exhaustivos controles de calidad y seguridad, en algunos casos esta máxima podría verse comprometida según datos del estudio mencionado.
"Efectivamente se dan umbrales de seguridad pero son a corto plazo. En el momento en el que se conserven las botellas por más tiempo del indicado, o sus condiciones no sean las óptimas, los efectos a largo plazo de los contaminantes encontrados son desconocidos. Los microplásticos podrían entrar en la cadena alimentaria".
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Lógicamente, aquellos lugares del planeta en los que el acceso al agua potable es imposible, o no dispone de las garantías necesarias, consumir agua embotellada se convierte en la única solución posible. Sin embargo, donde el agua del grifo es potable y saludable no tendría mucho sentido.
Una persona llena un vaso con agua del grifo.EUROPA PRESS
Los expertos del estudio recuerdan también que el agua del grifo es la opción más sostenible y ecológica de consumo, puesto que las botellas de plástico son contaminantes en su mayor parte (apenas el 10 por ciento de ellas en todo el mundo se reciclan).
La acumulación de botellas de uso individual en hostelería, por ejemplo, es algo que no podemos permitirnos si queremos un planeta más limpio y seguro. "La evidencia científica insiste en la necesidad de que los gobiernos intervengan para fomentar prácticas de consumo más sostenibles, también con el agua".
Además, el precio del agua embotellada es algo perfectamente prescindible en la mayoría de nuestro territorio. Así pues, los científicos concluyen que el agua embotellada tiene un costo elevado tanto para nuestra salud (por la posibilidad de sustancias tóxicas en su interior) como para el planeta.
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