Fue uno de los intendentes que, contra viento y marea, logró retener su distrito. Se pronunció por la neutralidad en el balotaje y busca asegurarse la gobernabilidad. "En Mar del Plata la coalición no se rompe", mandó a decir. Raverta no logró aprovechar su segunda oportunidad.
Por: Ramiro Melucci.
“En Mar del Plata no se rompe, no se rompe”, repetía, prometía, juraba uno de los hombres de confianza de Guillermo Montenegro. Lo decía mientras Juntos por el Cambio empezaba a desangrarse en vivo por TV. No terminaba de disfrutar el triunfo local, ni de consumar el duelo por el desplome de Patricia Bullrich, cuando los pedazos de la coalición opositora empezaban a saltar por el aire, al tiempo que la que había sido candidata y su compañero de fórmula, con Mauricio Macri detrás de escena, anunciaban el respaldo a Javier Milei para el balotaje.
En estas horas aciagas para Juntos por el Cambio, en donde ya no todo es como era, el intendente se puso una prioridad módica y sustancial a la vez: garantizar la gobernabilidad de Mar del Plata. Necesita galvanizar la relación con su principal socio, el presidente de la UCR bonaerense y senador electo Maximiliano Abad, y con el resto de los eslabones de su gobierno para asegurar el funcionamiento del municipio. El mandato que iniciará el 10 de diciembre es el último y debe saldar varias deudas de gestión. Si lo logra, otros destinos serán posibles. Por lo pronto, seguirá enrostrándoles a los dirigentes nacionales y provinciales de su espacio que es factible una buena convivencia en la administración.
Para lograr sus objetivos dispondrá de un elemento que hasta aquí no tuvo: la mayoría propia en el Concejo Deliberante, compuesta por el PRO, la UCR, la Coalición Cívica y una pata peronista. Lo que menos desea es exponerla a las llamas que emana la interna nacional. Uno de sus principales interlocutores en el tembladeral de la interna fue el gobernador electo de Entre Ríos, Rogelio Frigerio. Un moderado con el que comparte la necesidad de mantener viva la coalición para gestionar.
De cara al balotaje, Montenegro se pronunció por la neutralidad desde el minuto cero. Coincidió con los gobernadores de Juntos por el Cambio, con el radicalismo y con la Coalición Cívica. Dentro de su partido, quedó de nuevo en el palomar, con Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, sin compartir la decisión de Bullrich y Macri. El PRO local, coordinado por Emiliano Giri, eludió una definición, pero no se privó de advertir sobre los males del populismo.
Abad también se pronunció, como su partido, por la neutralidad. La postura común con Montenegro representa una buena señal para la continuidad de la convivencia. La primera después del triunfo electoral que el intendente logró en un contexto desfavorable.
Ya son dos. En 2019 aguantó la ola celeste e hizo malabares para que no se lo asimilara al intendente saliente, el peor desde el regreso de la democracia, que también había emergido de Juntos por el Cambio. Este año resistió como pocos la fragmentación del voto antikirchnerista.
Montenegro necesita galvanizar la relación con su principal socio, el presidente de la UCR bonaerense y senador electo Maximiliano Abad, y con el resto de los eslabones de su gobierno para asegurar el funcionamiento del municipio.
Los resultados exitosos de JxC se cuentan con los dedos de una mano en los grandes distritos bonaerenses. En Tres de Febrero, Diego Valenzuela fue reelecto con el 46,8% de los votos. En Vicente López ganó Soledad Martínez, la interina que había dejado Jorge Macri, con el 49,8%. En San Isidro se impuso el neófito Ramón Lanús con el 48,4%. Pero en Lanús perdió Diego Kravetz, el elegido para la sucesión por Néstor Grindetti; en La Plata sucumbe Julio Garro y en Bahía Blanca cayó derrotada Nidia Moirano, que intentaba mantener el distrito en manos de JxC.
Montenegro, ganador en el distrito más populoso gobernado por la coalición con el 41,2% de los votos, emerge naturalmente como uno de los principales líderes de la oposición a Axel Kicillof.
El triunfo fue en gran parte obra de la tijera: logró casi 12 puntos de corte de boleta, es decir, de electores que eligieron su lista pero no la de Bullrich. Como en las PASO, el principal afectado volvió a ser el candidato a intendente de La Libertad Avanza, Rolando Demaio. En el juego subterráneo de la campaña para captar ese voto, Montenegro no tuvo rivales.
El intendente seguirá gobernando con Kicillof en la gobernación. En su discurso celebratorio se tomó un minuto para saludar a la fórmula provincial ganadora, en un gesto destinado a diferenciarse de Fernanda Raverta (que no lo felicitó) y a demostrar que, pese a las fricciones constantes, el vínculo con el gobernador no está roto.
Raverta y Pulti, arquitectos de Encuentro Marplatense, celebraron los triunfos de Massa y Kicillof en Mar del Plata, pero no consiguieron ganarle a Montenegro.
Encuentro Marplatense, el instrumento electoral que idearon Raverta y Gustavo Pulti para derrotar a Montenegro, no logró su objetivo. Cuando se terminen de contar los votos quedará unos 18 mil por debajo de los que consiguió el Frente de Todos en 2019.
El golpe mayor lo acusa la titular de Anses. Tuvo otra vez un escenario electoral favorable para imponerse, pero no lo consiguió. Los triunfos de Massa y Kicillof en Mar del Plata exponen el contraste. Ambos la superaron por poco en cantidad de votos, algo que se invirtió respecto de las PASO.
Al igual que hace cuatro años, Raverta volvió a adueñarse de la periferia. Pero ya está demostrado que con eso no le alcanza: los circuitos electorales del centro son los que terminan definiendo la elección. La titular de Anses volvió a hacer esfuerzos por conquistarlos. No alcanzaron. En esos sectores medios y medios altos ganó el temor a “un gobierno de La Cámpora” que, pública o subrepticiamente, Juntos por el Cambio esparció sin pausa.
El marco favorable para el peronismo también quedó exhibido en los municipios. Sin contar La Plata, donde todavía hay que esperar al escrutinio definitivo, Unión por la Patria derrotó a Juntos por el Cambio en 14 distritos bonaerenses. Buena parte de ellos los conquistó La Cámpora, que sumó nueve distritos a los tres que ya gobernaba, entre ellos algunos del interior como Bahía Blanca, Olavarría y Azul. Señales de que no era una locura soñar con Mar del Plata.
Raverta volvió a adueñarse de la periferia. Pero está demostrado que con eso no le alcanza: los circuitos electorales del centro terminan definiendo la elección. En esos sectores ganó el temor a “un gobierno de La Cámpora”, que Juntos por el Cambio esparció sin pausa
Tras la derrota doméstica y la reelección de Kicillof, permanece el objetivo del balotaje. La dirigencia local de UP vio las heridas abiertas de Juntos por el Cambio y procuró agrandarlas. Pulti reclamó un acuerdo de Montenegro con Massa; el bloque de concejales pidió que los vecinos radicales voten al ministro de Economía y el senador Pablo Obeid recordó, en idéntica dirección, que hay sectores de JxC que “no tienen nada que ver con la tradición antidemocrática” que a su entender representa Milei.
En el reparto de concejales, el acuerdo opositor podría terminar sumando cinco ediles, los mismos que Juntos por el Cambio. En Encuentro Marplatense no tienen dudas de que, cuando se conozcan los números finales, Diego García, dirigente de confianza de Raverta, terminará ingresando al Concejo para presentar batalla ante la mayoría oficialista. Convivirán bajo el mismo techo kirchneristas, dirigentes de Acción Marplatense y el Frente Renovador, que asumirán un mayor protagonismo a partir del liderazgo de Massa, en especial si el ministro termina en el despacho principal de la Casa Rosada.
El manejo de la mayoría será un desafío para Montenegro. Los principales referentes del oficialismo dijeron a coro que seguirán buscando consensos, pero está claro que a partir del 10 de diciembre el principal deberá ser interno. Habrá cinco concejales del PRO, cinco de la UCR, dos de la Coalición Cívica y una peronista. El avance o las demoras de los proyectos de ordenanza será un termómetro para tomarle la temperatura a las deliberaciones de la coalición. Siempre y cuando Montenegro y Abad cumplan el objetivo de que el fuego nacional no la reduzca a cenizas.
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