Por: Carlos Burgueño. Cree que el episodio con España no tendrá impacto económico. Lo avalan antecedentes.Madura el knock out.
Entre el 6 y el 9 de junio se concretarán las próximas elecciones para el Parlamento Europeo. Ese día se sabrá el resultado de la batalla de ese continente entre las fuerzas del populismo de derecha y la centroizquierda tradicional. Y si la irrupción de Javier Milei en España del fin de semana pasado produjo o no el efecto positivo deseado por Vox. Eso en Europa. Mientras tanto, para Javier Milei, ese será el momento para comenzar a sepultar el conflicto entre Argentina y España, y normalizar las relaciones comerciales. Y luego, si se puede, las políticas. Ya sabe el Presidente que las relaciones personales entre él y Pedro Sánchez quedarán rotas para siempre. La visión del argentino es que el conflicto siempre fue entre los dos jefes de Gobierno, lo que no debería pasar de una escaramuza olvidable luego de las elecciones europeas de junio. Espera que en Buenos Aires la polémica quede en la imposibilidad de mantener relaciones personales entre él y el socialista español, pero que la relación comercial entre los dos países no tendrá mayores influencias. En todo caso, asegura, que cuando el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) esté aprobado, se verá que muchas empresas españolas participarán de los beneficios y que ninguno evaluará como condición para apostar o no por el país la trifulca con Sánchez.
Según Milei y su gente los problemas que España tuvo con el kirchnerismo fueron mucho peores que el cruce actual. Alguien recordaba esta semana cerca del Presidente que el peor momento de la relación bilateral, fue en 2012, cuando Cristina Fernández de Kirchner y y Axel Kicillof reestatizaron YPF eyectando a Repsol de la mayoría accionaria de la petrolera. En esos tiempos, el gobierno de Mariano Rajoy dedicó un semestre a castigar a la Argentina por la salida de la petrolera española; accionando directamente ante el FMI para que sancione al país. O que, al menos, publicara un documento oficial condenando la ofensa. En abril de 2012, durante la Asamblea General de Primavera del organismo de aquel año, el entonces ministro de Economía español Luis de Guindos intentó por todos los medios un avance contra la Argentina, fracasando en el intento. De regreso en Madrid, el funcionario y Rajoy diseñaron otra embestida, que resultaría más efectiva: prohibir las exportaciones de biodiésel argentino a España, que en esos días era una de las esperanzas argentinas de poder agregar valor agregado al poroto de soja. Y zafar de la dependencia sojera con China. La decisión le costó al país unos US$ 800 millones ese mismo año. Recién durante el gobierno de Mauricio Macri se renegoció la apertura, pero de manera parcial. Hoy las ventas de biodiésel a España no superan los US$ 300 millones a toda Europa; y es utópico pensar en que puedan mejorar. Midiendo, como todo economista de origen, lo bueno o malo de cualquier relación en dólares contantes, sonantes y termosellados, hay algo cierto: aquel conflicto CFK- Rajoy le costó al país más dólares que el conflicto actual.
Milei asegura que tampoco habrá mayores problemas en los daños de la batalla dialéctica y algo diplomática entre ambos Estados, en cuanto a los problemas con los organismos financieros internacionales. El recuento de daños que se hizo esta semana en Buenos Aires enumera que las posibilidades de daño de Sánchez son mínimas. En el caso del Fondo Monetario Internacional los analistas del Ministerio de Economía consideran que el detalle que Rajoy no hay podido sancionar al país en ese organismo, demostraría que la influencia de España en el FMI no es lo suficientemente fuerte como para forzar posiciones en contra de la Argentina. Más si en el board hay defensores del país como los Estados Unidos, con el que las relaciones bilaterales están en un momento estelar. Solo superables con una presidencia de Donald Trump. Tampoco es tan fuerte la influencia española en ámbitos como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. En este último caso, Estados Unidos también es el socio influyente. En el primero, hay más importancia de Brasil que de España. Lo bueno en el caso del BID es que su presidente, Illan Goldfajn, es un exgobernador del Banco Central de Brasil nombrado por Michel Temer que Jair Bolsonaro dejó en su cargo; y que, se sabe, tiene mala relación con Luiz Inácio Lula da Silva, quien incluso amenazaba con nombrar algún delfín cercano en la carrera que el año pasado llevó al exdirector gerente para el Hemisferio Occidental del FMI a la presidencia del BID. Goldfajn además tiene buena relación con varios hombres importantes de la gestión Milei, con lo que la superivencia de los créditos de la entidad hacia la Argentina estaría salvaguardada. En el caso del Club de París, donde España colocó su deuda con Argentina por unos 1.000 millones de dólares heredada de la salida de la convertibilidad, el país está en tiempo y forma con los pagos; y el actual gobierno no tiene mayores intereses en volver a pedirles dinero a los países que integran el grupo. Eventualmente, quizá, España podría ponerle palos en la rueda al pedido de ingreso de Argentina a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); un proceso de tres años iniciado la semana pasada durante la visita de la canciller Diana Mondino por Europa, y que depende de la buena voluntad de todos los miembros. Incluyendo España. Sin embargo, en lo urgente, tampoco es tan importante para Milei la aceleración del ingreso a ese organismo.
Queda saber si podría haber daños en la relación comercial entre los dos países. Y si las empresas españolas podrían amedrentarse por el cruce dialéctico entre Milei y Sánchez. Dos especialistas con conocimientos amplios en la relación comercial bilateral creen que la posición de Buenos Aires de no preocuparse por las consecuencias económicas es la correcta.
Según Juan Iramain, socio director de Infomedia, “una cosa es lo que se dice públicamente y otra lo que sucede puertas adentro. Buena parte de las empresas españolas no tienen otra opción que hacer público su rechazo a lo que dijo Milei: su silencio podría interpretarse como complicidad y nadie quiere generarse tensiones con Sánchez. Otra cosa es que esto vaya a tener consecuencias concretas en los negocios: no se toman decisiones de inversión sobre la base de un desliz diplomático”.
Aldo Leporati, el CEO de Porter Novelli y profesor de Reputación y Comunicación de Crisis del CEMA, descarta que el caso acerque o espante inversiones, y afirma que en realidad hay un clima de negocios favorable, pero que exige definiciones. “Hay empresas que en febrero estaban con una pata afuera del país llevando las plantas a países limítrofes, principalmente por pérdidas generadas por las Sira para producir. Con el correr de los meses volvieron a dejar los dos pies sobre tierra argentina. Ahora están en una situación de ‘espera’, esperan noticias como la aprobación de la ley Bases y el levantamiento del cepo. Quieren hechos concretos, no promesas”.
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