Con mala relación preexistente, el presidente electo y el gobernador reelecto emergen como las expresiones de la nueva disputa política en los nombres pero no en el fondo porque puede remixar la grieta entre Macri y Cristina.
Pablo Ibáñez
No hubo, hasta el mediodía del lunes, contactos entre Javier Milei y Axel Kicillof. Tampoco -aunque el presidente electo conversó con gobernadores de JxC- entre emisarios de ambos dirigentes. Ese silencio da una pista, a simple vista, sobre el principal interrogante del mapa político que viene: cómo será el vínculo entre el libertario y el gobernador peronista de la provincia de más peso específico.
Kicillof se enfocó las primeras horas del feriado a analizar con su entorno, y en conversaciones con intendentes, cómo imagina la convivencia con Milei. El primer diagnóstico no es amable. En La Plata teorizan que el libertario elegirá como enemigo perfecto al gobernador, en parte por decisión táctica, en parte por pulsión personal: Milei expresa, hacia el mandatario bonaerense, una furia especial, hiper ideologizada.
En un mapa de arena en desarrollo, Milei y Kicillof se configuran como expresiones de una vieja grieta política, que expresaron la última década y media Cristina Kirchner y Mauricio Macri, y que ahora emerge con nuevas identidades pero, a simple vista, con una intensidad similar. El gobernador fue, durante su campaña, quien explicitó su mirada de que Milei expresa a la derecha anti derechos. El presidente electo eligió, como a pocos, al gobernador como personalización del estatismo, casi comunista. Su empatía con Macri suma otro elemento a la construcción de la nueva versión de la grieta Cristina-Macri, ahora con Milei-Kicillof.
Es un vínculo accidentado por la dependencia financiera que los gobiernos bonaerenses tienen con la Nación –por los aportes extra– y por un clima político: Buenos Aires, sobre todo el conurbano, fue el territorio donde Sergio Massa tuvo el mejor resultado el domingo del balotaje. Un registro más: el peronismo retuvo las principales intendencias del Gran Buenos Aires, cuyos intendentes entraron en un proceso de reorganización.
Dato al margen: en el PJ bonaerense comenzó a circular la posibilidad de que se convoque para los próximos meses una elección interna para definir quién será el próximo titular del partido, cargo que ahora ocupa Máximo Kirchner pero que, dicen fuentes del PJ, anticipó que no tiene interés en seguir en ese lugar. Su paso por la jefatura del partido fue anodina. Su principal socio en ese proceso, Martín Insaurralde, parece fuera de carrera luego del escándalo del yate en Marbella.
Emergentes
En ese contexto, Kicillof emerge como la figura más relevante del peronismo aunque falta saber, por caso, qué hará Cristina Kirchner y qué destino imagina para si Sergio Massa. La vice, que en las próximas horas partirá a Italia para dar una conferencia en la Universidad de Nápoles, avisó hace tiempo que su ciclo había concluido. ¿Qué rol va a tener? El mismo que si hubiese ganado Massa“, afirman en el entorno de Cristina. Es decir: dependerá de la demanda que haya sobre tu protagonismo. La vice pidió que otros agarren el bastón del Mariscal pero la derrota nacional supone, de arranque, un regreso a foja cero.
El protagonismo de Kicillof tiene, en paralelo, otros componentes: el peronismo de UP redujo su poderío territorial a solo ocho provincias, sin control de otros territorios potentes como Santa Fe o Córdoba. En cuanto a volumen, la segunda en importancia puede ser Tucumán. En esa ecuación entra, además, lo que pueda ocurrir con el bloque de gobernadores peronistas que aparece muy disminuido comparado con dos momentos históricos donde el PJ no tuvo la presidencia. Durante el bienio de Fernando De la Rua, cuando emergió la liga de Gobernadores donde estaban, entre otros José Manuel De la Sota (Córdoba), Carlos “Lole” Reutemann (Santa Fe) y Carlos Ruckauf (Buenos Aires), sino que además había otros referentes que serían determinantes los años siguientes: Néstor Kirchner (Santa Cruz) y Adolfo Rodríguez Saá (San Luis). Y durante el mandato de Macri, cuando hubo más de quince provincias bajo control del PJ que funcionaron, en general, como un bloque que negoció con el macrismo aunque en más de una ocasión tomaron decisiones cruzadas. ¿El peronismo que viene será, otra vez, un dador de gobernabilidad, ante la fragilidad numérica que Milei tendrá en el Congreso?
El mapa político nacional expone, a simple vista, una debilidad y cierta soledad de Kicillof, cuya relación con sus pares del interior estuvo mediada por el vínculo estrecho entre el bonaerense y Cristina. En La Plata, se preparan para un tiempo duro, casi dramático, y evalúan los modos en que deberá moverse hacia adelante. Una pregunta es si operará, ante todo, como gobernador en defensa de la provincia o tratará de constituirse en un opositor clásico frente al avance de Milei.
“La prioridad es la provincia pero hay temas centrales, en los que Axel está involucrado, y no va a ser un observador pasivo”, apunta un dirigente. Otra fuente especifica, por caso, que la cuestión YPF y Aerolíneas Argentinas, que son asuntos medulares, aunque no afecten directamente a la provincia de Buenos Aires, si constituyen expedientes conceptualmente determinantes y ante ellos, Kicillof intervendrá y tendrá posición pública.
Dependerá, a su vez, de la actitud que tome Milei con el gobernador. Eso configurará, a la vez, la relación institucional que, se supone, debería existir más allá de las diferencias políticas entre ambos. El primer paso a dar es que se abra una vía de comunicación entra ambos.
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