Hay empresas que esperan la Ley Bases y el régimen de incentivo a las grandes inversiones; otras dependen más de que la economía se recupere; vienen dos meses claves para el empleo; Elon Musk e inversores españoles, una buena y una mala en materia de diplomacia y negocios
José Luis Brea
Los obsesivos pedidos del Gobierno a los empresarios para que inviertan en el país chocan con la realidad. Con un uso de la capacidad productiva instalada de un 60% en promedio y caídas en las ventas del 35% al 40% en algunos rubros, parecería que los hombres de negocios por ahora tendrán que “ponerse las pelotas” no para invertir, como reclamó el presidente Javier Milei, sino para atravesar el desierto hasta que la economía dé señales de recuperación, algo que los analistas esperan -en el mejor de los casos- para el segundo semestre.
La empresa de neumáticos Fate se animó a hacer público la semana pasada el compendio de reclamos que la mayoría de las compañías prefiere expresar en privado para no sufrir los escraches oficiales. Sobrecarga impositiva, restricciones cambiarias para el pago de insumos al exterior, deficiente infraestructura, sobrecostos derivados de la legislación del trabajo, baja productividad laboral y conflictividad gremial, son algunas de las razones que la firma citó para justificar su decisión de recortar casi 100 puestos de trabajo.
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Son problemas que, como en el caso del cepo, el Gobierno promete solucionar en el futuro; ante otros reclamos, en cambio, se muestra inflexible. Empresarios que se reunieron recientemente con el ministro de Economía, Luis Caputo; el secretario de Planeamiento y Gestión para el Desarrollo Productivo y de la Bioeconomía, Juan Pazo, o el secretario de Comercio, Pablo Lavigne, afirman que, a diferencia del pasado, esta vez no hay discordancia entre el discurso público y el privado. Inflación y superávit fiscal son las dos grandes ideas fijas.
“No vamos a devaluar; se lo firmamos; bajen los precios o bánquensela. Si devaluamos ustedes no van a dejar los precios como están; los van a volver a subir”, fue el mensaje que recibió, por caso, una empresa de consumo masivo. También hubo un rechazo explícito a la posibilidad de que el Estado brinde algún alivio fiscal o crediticio. “Vamos a sostener el superávit fiscal cueste lo que cueste, es la única señal de credibilidad que tenemos”, explicaron, para justificar que no resignarán ingresos. Propusieron ir a golpearles la puerta a los bancos: “aprovechen que va a haber plata en el mercado; ellos tendrán que volver a trabajar de bancos y prestarles a las empresas”. Un ejecutivo que asistió a una de esas reuniones cuenta que a Caputo se lo ve como a un Buda, muy tranquilo y convencido de que la gente apoya al Gobierno. Es habitual que muestre encuestas a sus interlocutores para reafirmarlo.
El gobierno libertario ilusiona a los empresarios y al mismo tiempo los deja con gusto a poco. Milei habló ante ellos en el Hotel Alvear, donde volvió a centrarse en las críticas a los economistas y casi no interactuó con sus anfitriones. “No se entendió nada. Tenía el GPS mal programado; creía que estaba en un congreso de economía. Los empresarios queríamos escuchar otras cosas, por eso Eurnekian [Eduardo] dijo lo que dijo”, interpretó uno de los asistentes, refiriéndose al exabrupto del presidente de Corporación América, que pidió a Milei “ponerse las bolas para dirigir el país”. Otros, pragmáticos, siguen entusiasmados con lo que Milei insinúa. “Qué importan los modos si lleva el barco a buen puerto”, opinó un banquero.
Pero los malos modales no ayudan a un clima de negocios ya de por sí desfavorable, tal como lo demuestra la crisis diplomática con España. Al mismo tiempo que el Gobierno ensalzaba el encuentro del sábado del Presidente con ejecutivos de empresas españolas, estos criticaban públicamente los dichos de Milei sobre su colega Pedro Sanchez y su esposa. Aunque Milei los aborde como mundos separados, como pretendía hacerlo con China, negocios y política están entrelazados.
En la Unión Industrial Argentina dicen seguir la coyuntura con preocupación, niegan que la situación de Fate sea generalizada, pero el empleo aparece en el horizonte como una gran incógnita. “Las cadenas de distribución y comercial vendieron mucho stock y eso demoró las decisiones respecto del empleo. Hasta acá lo que hubo fue, sobre todo, un ajuste en las horas extras y en el trabajo temporario; los próximos meses van a ser un punto de inflexión. Las empresas tendrán que ver si la energía les quedó cara; si se les achicó el mercado, si hay atraso cambiario y los importados le comen mercado, etcétera. En base a eso deberán tomar decisiones”, afirma un referente del sector.
En otra cámara empresaria proponen dividir la perspectiva de inversión en el país según tres grandes grupos de empresas. El primero es el de las que ya tienen inversiones en la Argentina en energía, minería y recursos naturales. Ahí el elemento que va a pesar es el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) contenido en la Ley Bases, que se sigue demorando y tiene pendiente su test en el Senado. Por ahora son sectores que fueron capitalizando lo que generaban en el país, pero sin proyectos greenfield. Es la gran apuesta oficial que, con esta ley, espera una avalancha de inversiones.
El segundo grupo es de las empresas que ya operan en el país en distintos nichos de negocios, que tienen una competitividad y una rentabilidad muy bajas; conviven con una inflación altísima, sin equivalencias en la región, y que ahora enfrentan la amenaza de la apertura de importaciones. Dependen de la recuperación del mercado interno y del crédito, que podría crecer a partir de la baja de tasas impulsada por el Gobierno.
El tercer grupo es el de las compañías que no están en la Argentina. Para ellas será clave saber cuán sostenibles son las reformas de un Milei políticamente débil y con una parte importante de la oposición en las antípodas ideológicas. En estas condiciones, la alternancia siempre se percibirá como una amenaza.
Una pequeña muestra: el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, busca diferenciarse del clima de época acelerando sus proyectos para intervenir el sistema sanitario de la provincia. Quiere que el Estado sea dueño de un laboratorio para fabricar medicamentos, de clínicas y de una empresa de emergencias. Todo a pesar de que la obra social provincial, el IOMA, está en crisis. Ni siquiera La Cámpora, en plena interna con el gobernador, ve con buenos ojos esas iniciativas.
¿Le harán caso a Elon Musk?
Milei logró sumar recientemente al magnate Elon Musk como propagandista de su gobierno. El dueño de Space X, Tesla y X (exTwitter) usó esta última red social para “recomendar” invertir en la Argentina como si fuera un asesor que intenta convencer a otros. Su acercamiento al país, más allá de las fotos y los elogios a Milei, aún es exploratorio. Ingresó en marzo con su empresa proveedora de internet satelital Starlink a través de su propia plataforma digital y de un distribuidor local de productos de tecnología llamado Stylus, que comercializa el servicio y las antenas. Es el mismo modelo de negocios con el cual el magnate opera en otros países de América latina.
“Tengo 1000 ejemplos más como el de Elon Musk”, dijo el ministro Caputo, sin dar nombres, en una entrevista televisiva. La próxima semana Milei obtendrá otra foto para su colección personal: se verá con Mark Zuckerberg, el creador de Facebook. Por ahora, más diplomacia que negocios. De momento va saliendo mejor que lo de España. Una nota de The New York Times señaló que, con sus lisonjas, Musk busca asegurarse proveedores de litio argentino para sus autos Tesla. “Aunque sea que se compre un dos ambientes en Palermo”, bromea un exembajador argentino en distintos países que conoce lo difícil que resulta traer inversiones a la Argentina.
En el mundo hay un interés genuino por el fenómeno Milei. Su discurso encendido, ideológicamente a contramano del que en general escuchan de parte de los líderes de América latina, genera curiosidad. Para aprovechar esa oportunidad, el exdiplomático, que se autodefine como “oficialista”, pide remover las inconsistencias del modelo.
“No se puede plantear una agenda económica ambiciosa, de contención del gasto público, baja inflación y unificación del tipo de cambio con un planteo institucional en el que no se necesitan leyes y se puede gobernar por decreto. Así le fuera muy bien, en dos años no podrá cambiar demasiadas cosas. Es necesario un acuerdo de partidos políticos que le permita sacar leyes”, analiza.
“Debe haber un rumbo económico, un rumbo político y una visión geopolítica. El Presidente no visitó ningún país socio del Mercosur e hizo viajes privados a Estados Unidos y España. Sin consistencia, aunque haya una expectativa positiva, el mundo no nos va a creer”, agrega. “Vamos por el buen camino, pero estamos lejos. Somos un país que sigue en default, no somos la nueva Roma”, advierte.
La Argentina -que en los 90 ocupaba el podio regional de países receptores de inversión extranjera directa- captó en 2022, último dato disponible de la Cepal, apenas el 6,9% de la IED que recibió la región, por detrás de Brasil (40,9%), México (17%), Chile (9,3%) y Colombia (7,5%). La magnitud del retroceso argentino de las últimas dos décadas es tan grande que cualquier avance, por pequeño que sea, se verá como una victoria, tal como sucede con una inflación de 8,8% mensual que el Presidente festejó como un gol y que, para el resto de América latina, sería una catástrofe.
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