Por: Nelson Castro. El Presidente no comprendió la dimensión política de la derrota en el Senado de sus candidatos al máximo tribunal de Justicia.
Fue la crónica de una estrepitosa derrota anunciada. No es la primera vez que algo así le sucede al Gobierno. Ya había ocurrido en marzo de 2024 con el primer proyecto de “Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”. Evidentemente, Javier Milei no aprendió la lección. Y, lo que es peor, no comprendió la dimensión política de una derrota de la contundencia que sufrió el jueves pasado cuando, por amplia mayoría, el Senado rechazó las postulaciones a ministros de la Corte Suprema de Justicia del Dr. Ariel Lijo y del Dr. Manuel García-Mansilla. Lijo se quedará, pues, en su cargo de juez federal de la Nación a cargo del Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 4. García-Mansilla, a quien el Gobierno le pide que continúe en el cargo y “no se deje operar” (sic), hizo saber que va a consultar a los otros tres ministros de la Corte sobre qué conducta adoptar respecto de su continuidad en el cuerpo. Uno de ellos, el Dr. Ricardo Lorenzetti, ni lerdo ni perezoso ya le hizo saber su opinión. Lo hizo en la entrevista que le concedió a Eduardo Feinmann en su programa en radio Mitre. Dijo allí que él no hubiera aceptado ser miembro del Alto Tribunal si hubiese sido nombrado por decreto. A buen entendedor, pocas palabras. García-Mansilla debería renunciar a su cargo de ministro de la Corte Suprema en comisión e irse a su casa. Recuperaría así algo de la dignidad que perdió al aceptar ser nombrado por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), designación que, según él mismo expresó ante la Comisión de Acuerdos del Senado, “no hubiera aceptado”. Pero lo hizo.
Fue la primera vez desde la recuperación de la democracia –en diciembre de 1983– que los pliegos de los postulantes a miembros de la Corte propuestos por el Poder Ejecutivo son rechazados. Los números de la votación en la Cámara alta fueron contundentes: el pliego del juez Lijo obtuvo 27 votos a favor y 43 en contra, mientras que al de García- Mansilla le fue aún peor: lo votaron solo veinte senadores y lo rechazaron 51. Para ese rechazo concurrieron no solo la mayoría de los senadores kirchneristas, sino también un puñado de legisladores del PRO y la UCR. La política vernácula da para todo.
El Presidente ve conspiraciones por todos lados y cree que estas derrotas lo fortalecen. Está absolutamente equivocado. Es exactamente al revés. Todo el proceso de estas nominaciones frustradas, que comenzó en abril de 2024, les ha hecho un daño enorme tanto a él como a su gobierno. Es un daño autoinfligido y, por ende, carente de lógica.
Lo que tampoco entendió el Presidente es que la designación por decreto de Lijo y García-Mansilla abría un cauce institucional peligrosísimo para el sistema republicano y para la independencia del Poder Judicial. Imaginemos lo catastrófico que hubiera sido que Cristina Fernández de Kirchner, en su apogeo en el poder, hubiese apelado a esta metodología de nombrar a jueces en comisión para cubrir no solo las vacantes en la Corte, sino también en el resto de los juzgados. La respuesta es muy simple: hubiera habido una colonización de la Justicia con una troupe de jueces militantes pertenecientes a ese engendro kirchnerista llamado pomposamente Justicia Legítima que habrían convertido a la Argentina en un espejo de la Venezuela chavista. Desde ese punto de vista, el rechazo de los pliegos de García Masilla y Lijo sienta un antecedente jurídico de una gran importancia para el futuro a fin de que, en el caso de que a algún otro presidente se le ocurriera querer nombrar jueces por decreto, se lo pueda impedir. Lo increíble es que esto haya sido consecuencia del voto conjunto del PRO, la UCR y el kirchnerismo. Ver al kirchnerismo preocupado en defender los valores republicanos constituye un verdadero oxímoron político.
Tampoco Milei entendió que la designación de los dos jueces por vía de un decreto minaba el concepto de seguridad jurídica y encendía una alerta para los inversores, a los que el Gobierno está queriendo atraer y de los cuales tiene creciente necesidad. Sin esas inversiones, no hay éxito posible para este ni para cualquier gobierno futuro.
La economía sigue estando en el centro de la problemática del Gobierno y de la gente. Las explosivas medidas arancelarias impuestas por Donald Trump han detonado la economía mundial.
La guerra comercial que se ha abierto genera una incertidumbre de dimensiones mayúsculas y de consecuencias imprevisibles. Muy probablemente el mundo entero se encarecerá.
Para el gobierno argentino, estas medidas son malas noticias: el riesgo país aumentó casi 300 puntos en las últimas dos semanas y el dólar blue sigue su marcha ascendente a pesar de las ventas del Banco Central. Esto aleja la posibilidad de levantar el cepo.
Había la expectativa de que el Presidente volviera de su viaje relámpago por los Estados Unidos con dos logros: el primero, la foto con Trump; el segundo, la rebaja de aranceles a diversos productos argentinos. No obtuvo ninguno de los dos. Martín Menem salió rápidamente el viernes a desmentir el tema de la foto. Creer que una foto entre los dos mandatarios por sí sola cambia algo es una fantasía. Pero lo cierto es que el Gobierno buscó afanosamente ese cuadro. Veremos si con el correr de los días, las gestiones por la reducción de aranceles dan sus frutos o terminan siendo puro humo. Otra ingenuidad se desprende de la creencia de que la simpatía personal que le prodigó el hombre más poderoso del mundo –y que es cierta– le dará vía libre para todo. Donald Trump enfrentará de ahora en más sus propios y mayúsculos problemas y, si bien su voluntad de ayudar a la Argentina es palpable, también es cierto que en el nuevo escenario mundial no tiene a nuestro país entre sus prioridades.
En paralelo a lo que pasa en los mercados, está lo que le pasa al bolsillo de los argentinos. Y lo que le pasa es que los productos de la canasta básica siguen aumentando. A la leche, la carne, los huevos, las verduras y las frutas, se les agrega ahora el pan y la suba en el pago de las servicios. Así las cosas, la posibilidad de que el índice de inflación perfore el piso del 2% mensual se aleja.
Ante el escenario local, varios economistas han advertido que América del Sur debe prepararse para lidiar con los coletazos de las medidas del presidente de los Estados Unidos. Lo han hecho en términos dramáticos: “De continuar por este camino, el mundo y nuestra región sufrirán consecuencias similares al colapso de la década del 30”. Más claro, agua.
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