Su amistad con los Báez, el juez Oyarbide, despilfarros en Puerto Madero y un culebrón gay con pelea por bienes.
Hasta que Lanata le enrostrara a Jorge Rial su sociedad con Miguel Pires en el portal digital Bigbangnews, pocos conocían a este personaje fuera del ambiente futbolístico, la noche gay y Puerto Madero.
Pires mantuvo por 18 años una vida de amor y vertiginoso ascenso económico con Cristian Villalba, el inseparable amigo de los hermanos Caniggia. La pareja vivía en un maravilloso piso 43 del edificio Chateau de Puerto Madero, alternaban sus Mercedes Benz con un Porsche, viajaban, se divertían. Love story con abundante cash. Entre el 2009 y el 2010 registraron juntos tres empresas: Pirvi S.A., para la explotación de estacionamientos; Building Sports S.A., dedicada a las operaciones inmobiliarias y MP Sports, para representar deportistas.
Como muchos otros encandilados por Puerto Madero, Pires había tenido orígenes humildes. Se crió en Bernal, jugó al fútbol en equipos de mala muerte y fue cadete del representante de futbolistas Fernando Hidalgo, que tenía entre sus filas a Juan Sebastián Verón. Pires consiguió que se fuera con él, se independizó (lo mismo le había hecho en su momento Hildalgo a su jefe Gustavo Mascardi) y así inició su propia carrera, marcada por la ostentación. En Estudiantes nadie olvida el día en que interrumpió un entrenamiento posando en plena cancha el helicóptero en que le gustaba trasladarse.
Como tantos empresarios que se dejan seducir por alguien más joven y atractivo que su pareja histórica, en su mejor momento Pires abandonó a Villalba y se empezó a mostrar con Julio Coronel, un sex-toy de veintipico, cuerpo esculpido, ojos claros e intención de convertirse en cantante, que hasta ese momento era conocido como el novio de Ricky Fort. La ira del chocolatero ya había empezado a ensuciar la imagen del representante de futbolistas cuando en mayo del 2013 un informe televisivo en el programa de Lanata le dio la visibilidad pública que le faltaba. Pires está sospechado de facilitar el lavado de dinero por parte de políticos y empresarios a través de las transferencias de jugadores. Una operatoria que también le habría facilitado a Néstor y Máximo Kirchner, gracias a la llegada a Olivos que consiguió por una amistad con Lázaro y -su hijo-Martín Báez.
Julio Coronel pasó de ser un ex tribunero de Bailando por un sueño a el trofeo que Pires le arrebató a Fort poco antes de su muerte y que el chocolatero reemplazó por otro aspirante a cantor romántico, Rodrigo Díaz. La noche en que Díaz presentó su disco financiado por Fort en Esperanto hubo gresca porque, leales al chocolatero, amagaron con no dejar entrar a Coronel, que había llegado al boliche en compañía de Pires. Testigos del episodio recuerdan que Pires se abrió paso al grito de “Si Julio no entra te cierro el boliche”, en alusión a sus vínculos con el poder político.
A esa altura, el desairado Villalba ya estaba refugiado en el Faena junto a los Caniggia -los conoció gracias a la común amistad con el peluquero Miguel Romano- donde sacaba cuentas de la división de bienes pendiente con Pires. La batalla patrimonial es millonaria. Además del departamento del Chateau, donde Pires pasó a vivir con Coronel, tienen varios inmuebles de alta cotización como un piso de la super lujosa Alvear Tower, en obra a poca distancia de donde vivían juntos. El departamento al que planeaban mudar su amor y que compraron de pozo, tendrá hasta una piscina propia techada.
Asesorado por el abogado Miguel Ángel Pierri, Villalba no quiso firmar un preacuerdo de división de bienes que juzgó desparejo y el caso se judicializó.
Pires pasa ahora más tiempo en Miami que en Puerto Madero. Casi no se lo ve por Buenos Aires haciendo rodar sus autos caros, a excepción de la noche en que su nuevo novio, rebautizado para el showbiz como Julio David, presentó en el Samsung Studio su trabajo discográfico. A imagen y semejanza del difunto Fort, el mecenas Pires se lo produjo con lujos como la participación del ingeniero de sonido de Luis Miguel.
El representante de futbolistas se ocupó personalmente de que todo saliera perfecto en el gran debut. Esa mañana del 10 de marzo, el juez Oyarbide había firmado una nota enviada a la Cámara federal en la que revelaba que había ordenado la polémica detención del allanamiento a la financiera Propyme por una llamada de Carlos Luzzi, el tambaleante segundo del secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zannini. Pero a la noche dejó de lado el escándalo, se perfumó y partió para San Telmo. Los traspiés de la función pública no iban a opacar ese día especial: el juez era el invitado estrella en el recital del novio de su amigo Miguel Pires.
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