Por: Jorge Fontevecchia. Las asociaciones argentinas que defienden la libertad de prensa atraviesan el más grande desafío desde la recuperación democrática. En el caso de la Academia Nacional de Periodismo y Fopea, de toda su existencia, porque fueron fundadas después de la dictadura.
Adepa, que nuclea a las empresas periodísticas y fue fundada en 1962, no hizo un buen papel durante la dictadura, pero viene haciendo meritorios esfuerzos por superarse.
Si bien el kirchnerismo ya había puesto a prueba a todas las instituciones periodísticas, el conflicto entre aquellos gobiernos y la prensa se generalizó a partir de la crisis con el campo en 2008, después de cinco años en la presidencia: durante todo el mandato de Néstor Kirchner hubo una especie de idilio entre el gobierno y los principales medios. Hoy, el conflicto con Javier Milei se generó desde el día que asumió y no parece descomprimirse, sino escalar.
Cada semana se agregan nuevos episodios que nos obligan a volver una y otra vez sobre el tema. En las treinta semanas que lleva al frente del Ejecutivo acumuló un promedio de dos nuevos periodistas atacados semanalmente. Tras el fin de semana anterior, cuando fue el turno de la agrupación que reúne profesionalmente a la mayor cantidad de periodistas (“Fopea es una vergüenza ... los chorros del periodismo profesional”), Milei no dejó pasar un día para agarrársela el lunes contra los periodistas de Urbana Play, que fueron a cubrir la Copa América, pero esencialmente con María O’Donnell, a quien ya había acusado de “mentirosa” en enero pasado, simultáneamente con otras dos mujeres periodistas: Luisa Corradini y Silvia Mercado.
Ernesto Tenembaum, otro de los atacados por el Presidente, desarrolló una explicación sobre por qué Milei se ensaña en mayor proporción con periodistas mujeres, a la lista anterior hay que agregar a Romina Manguel, Nancy Pazos y María Laura Santillán, además de Teresa Frías, Sol Pérez y Lali Espósito. Dijo Tenembaum: “Tiene un problema serio con las mujeres. No es una pavada. Por eso cierra el Ministerio de las Mujeres, el Programa Acompañar, el Salón de las Mujeres y pone próceres donde no hay una sola mujer... hay algo de odio ahí a las mujeres que no se entiende”.
Se podría agregar también la interpretación de envidia a la notoriedad fácil en la época en que Milei no era conocido y buscaba afanosamente popularidad, la que finalmente consiguió con creces superando a todos. Pero el inconsciente, como decía Freud, es atemporal y el pasado se hace más presente que el presente.
Siendo ya un presidente de fama mundial dijo Milei en abril: “El periodismo se ha acostumbrado, a lo largo de las últimas décadas, a que deben ser tratados como profetas de la verdad única e incontrastable, a los que no se puede criticar, ni desmentir, ni corregir. Si alguien osa cometer esa imprudencia, es castigado al unísono por todos los miembros de la corporación y sus agrupaciones... Vamos a contestar. Vamos a decir nuestra verdad. Vamos a bajarlos de esa Torre de Marfil en la que creen que viven”.
Y probablemente también siga el ejemplo de Donald Trump en Estados Unidos, de pelearse con los periodistas como una forma de mostrarse antisistema. Y a los fines es un buen ejemplo el caso del corresponsal de CNN en la Casa Blanca, a quien el entonces presidente le canceló su acreditación a las conferencias de prensa después de haber preguntado si “no considera estar demonizando como criminales a los inmigrantes al referirse a la multitudinaria caravana de centroamericanos que se dirigía a Estados Unidos en busca de asilo”. El periodista citado es Jim Acosta. Solo nueve días después de Trump desacreditarlo, un juez de Washington ordenó al gobierno reponer la acreditación del periodista, quien fue recibido en la puerta de la Casa Blanca por los cincuenta colegas allí acreditados. Jim Acosta recibió el Premio Perfil a la Libertad de Expresión en 2019 y nos dejó el siguiente video:
El caso de Jim Acosta con Trump es similar al de la periodista Silvia Mercado, la única a quien la Casa Rosada no le renovó su acreditación a las conferencias de prensa después de haber sido atacada por el presidente Milei. Ella acaba de realizar un amparo a la Justicia siendo patrocinada en la medida cautelar por el abogado Antonio María Hernández. Esperemos que el juzgado en lo contencioso administrativo del doctor Edgardo Lara Correa tenga la misma celeridad que su par de Washington.
Pero además de la Justicia y las asociaciones que defienden la libertad de prensa, los periodistas podríamos actuar de otra manera. Si, por ejemplo, los alrededor de cuarenta o cincuenta periodistas que concurren a las conferencias del vocero Manuel Adorni decidieran en solidaridad con Silvia Mercado solo preguntar sobre ella o no preguntar se generaría una visibilización de la arbitrariedad presidencial que aumentaría el costo reputacional del Gobierno en los ataques a periodistas haciendo que tenga que medir sus daños.
En la columna del domingo pasado propuse que el puñado de periodistas a quienes Milei les concede entrevistas, en el transcurso de ellas, en vivo, le pidan que se disculpe con los periodistas agredidos. Ese tipo de actitudes, como la solidaridad de los acreditados en Casa de Gobierno, tendrían mucho más efecto que una declaración más de Fopea, la Academia Nacional de Periodismo o Adepa, sin perjuicio de que estas existan.
Y respecto de estas instituciones, es evidente que una declaración más poco agrega y sean necesarias formas más contundentes y visibles local e internacionalmente para aumentar el costo reputacional del Presidente cada vez que decida atacar a un periodista.
No es fácil, la cara de los periodistas que están frente a frente a Milei transmite el temor a no poder manejar en vivo un rapto de iracundia del Presidente por una pregunta que lo incomodase. Por eso, quienes mejor le preguntaron al Presidente en sus reportajes fueron los periodistas extranjeros, que no están condicionados por el día siguiente en el país. Con su violencia verbal Milei ha logrado “domar” (en jerga libertaria) a periodistas, legisladores y distintos actores del debate publico que miden sus palabras por legítimo temor a la reacción presidencial.
No solo los periodistas, se lo percibe también en sectores más poderosos, como asociaciones empresariales que enfrentan situaciones de caída de actividad históricas, sin embargo, no se los escucha criticar las medidas económicas. Incluso en los ciudadanos de a pie a quienes los cronistas de televisión entrevistan por la calle y cuentan que están pasando serias dificultades pero siguen apoyando al Gobierno, fenómeno que también se repite en las encuestas y es plausible imaginar que algunos puedan estar diciendo lo que se supone que queda bien decir.
El actual miedo a Milei de los periodistas tiene una prueba contundente. El 18 de abril de 2023 en Salta, cuando Milei aún no había ganado las PASO y agredió a una periodista diciéndole “burra”, el resto de los periodistas allí presentes le exigieron que se disculpara. Vale la pena ver esos tres minutos y la reacción de todos los periodistas que participaban de la conferencia de prensa:
¿Qué pasaría si los periodistas actuáramos igual que lo hicieron aquellos periodistas de Salta y exigiéramos al Presidente que se comporte caballerescamente y pida disculpas cada vez que se excede? Tiendo a cree que se le haría un bien también a Milei mejorando su comportamiento. Es común escuchar que no tiene sentido porque el carácter del Presidente es inmodificable, siempre redobla la apuesta y que “Milei es así” y “este es el presidente que tenemos y con esto hay que avanzar” .
Creo que naturalizar lo anormal no le hace bien a nadie, incluyendo al agente de la anormalidad. Está en todos nosotros, periodistas, ciudadanos de cada profesión, exigir ser tratados con dignidad.
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