El triunfo en Tucumán de Manzur y Jaldo y el éxito de Poggi en San Luis, son dos caras de un mismo fenómeno que Larreta vislumbró en su jugada con Schiaretti: la vigencia política del peronismo.
Ignacio Fidanza
Este domingo por la noche, con los resultados puestos, es un buen momento para volver a ver el video de Waldo Wolff que con ritmo de vértigo repasa los sucesivos triunfos peronistas de este año, para preguntarse como es posible que Juntos se de el lujo de rechazar al cordobés Schiaretti.
El aplastante triunfo de Manzur y Jaldo sobre la fórmula de unidad de Juntos en Tucumán, que cayó por más de 20 puntos y esta a punto de perder el bastión de la capital tucumana, funciona como un feroz despertador para aquellos que -una vez más- se engolosinaron con vaticinar un final de ciclo, un declive irreversible, una decadencia inexorable, del peronismo.
Gato encerrado
Pero esto no significa que no se le pueda ganar, sino que acaso la lectura de Larreta tenga un fondo de verdad: a la ensalada de Juntos le falta más lechuga peronista. Y esta noche ofrece la ventaja de darnos el ejemplo que faltaba: la inoxidable dinastía de Rodríguez Saá en San Luis cayó en manos de un retoño de ese tronco: el peronista Claudio Poggi, a quien Larreta no dudó en abrazar y financiar.
Acaso la lectura de Larreta tenga un fondo de verdad: a la ensalada de Juntos le falta más lechuga peronista.
Acaso esto también arroje una lección para Tucumán. Las astillas del mismo palo tienen una efectividad interesante en aquellos feudos en los que el peronismo parece imbatible. Por eso, vista la sideral diferencia que Jaldo le sacó al radical Rodolfo Sánchez -un mal candidato que prácticamente no habla-, muchos en Juntos se preguntaban este domingo si la derrota no habría sido menos lacerante con el peronista Germán Alfaro, que conoce de adentro la lógica de sus ex compañeros, cuando todos convivían bajo el liderazgo imperial de Alperovich.
Claro que se puede argumentar que en Mendoza y Corrientes ganó el radicalismo. Pero el punto que plantea Larreta no es desembarazarse de los radicales, sino sumar peronistas donde al PRO y la UCR no les alcanza. Frente a esa posición, Macri y Bullrich prefieren hacerse fuertes en la "pureza" ideológica de derecha dura y buscan una alianza con Milei.
Este domingo Milei volvió a mostrar que no logra trasladar sus supuestos votos. Su candidato en Tucumán, Ricardo Bussi, hizo la peor elección de su historia y apenas superó los tres puntos ¿Tendrá el economista libertario todos los votos que le vaticinan las encuestas o estaremos ante un tremendo malentendido?
Esta interesantísima discusión electoral transita sobre un metaverso paralelo que es el debate sobre la gobernabilidad de un segundo mandato de Cambiemos ¿Por qué deberían tener éxito si hacen lo mismo que los llevó a fracasar? Lilita Carrió no es tan optimista, cree que lo que viene será sensiblemente peor al gobierno de Macri, si se impone la variante de shock que ahora impulsa el ex presidente.
Larreta cree que al gobierno de Macri le faltaron más peronistas de centro para avanzar con las reformas que necesita el país. Esas que quedaron enterradas por falta de acuerdo, bajo los piedrazos del Congreso. Esto, es natural, genera enojos en una franja importante del PRO, que mantiene los reflejos de un antiperonismo de otra época, cuando la grieta era una trinchera. "El problema de Horacio es que plantea la campaña para las PASO como si fuera la general", repiten sus críticos. Por eso, argumentan, crece Patricia que le dice a los convencidos lo que quieren escuchar.
Como sea, este domingo demostró que Juntos tiene que dejar las harinas y empezar a entrenar en serio. Y el problema no es Milei, ni el peronismo que en medio de una inflación que lo lleva al galope logra el milagro de ganar elecciones. El problema está adentro y es la dificultad para darle un orden político a sus internas.
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