“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y, en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: “No matar”.
Memoria, Verdad y Justicia
1976 - 24 de marzo - 2015
Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”.
El 23 de marzo de 1980, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo del Salvador, pronunciaba su última homilía. El texto citado es de allí. Al día siguiente sería asesinado. Otro 24 de marzo que enlutó a América Latina con la Doctrina de la Seguridad Nacional. Celebramos la noticia de su próxima beatificación y la memoria de su martirio.
Cuatro años antes (1976), Argentina comenzaba la dictadura más sangrienta que recuerde la patria. Por ese otro 24 de marzo nos unimos en una nueva jornada de Memoria, Verdad y Justicia, 39 años después.
Las palabras del mártir pastor salvadoreño podrían haber sido utilizadas para aquellos oscuros años en la Argentina.
Hacemos memoria porque queremos futuro de justicia y verdad. Permítasenos reparar en algunas reflexiones, pensando que la dictadura implantada no fue sólo “militar”, sino “cívico–eclesiástico–militar” como piensan muchos.
• El 24 de marzo de 1976 se sentaron las bases del sistema económico que llevó a plenitud la década neoliberal de los ´90. El despojo del patrimonio nacional nos ofreció su escena lacerante y patética: el caos de diciembre de 2001. Desde 2003, con sus luces y sus sombras, han sido muchos los esfuerzos por recomponer el tejido social y caminar hacia una mayor justicia en la distribución de la riqueza. Hemos salido de contemplar incesantes marchas de desocupados a poder discutir paritarias. Pero sigue habiendo hermanos y hermanas que nos cuestionan porque les falta la tierra, la educación, el pan, el futuro.
• Un capítulo anexo, y no menor al anterior, es permitirnos pensar en una historia que no esté dominada por el imperio del lucro capitalista ni la acumulación indiscriminada. Este tipo económico ha dado muestras más que suficientes de inhumanidad, violencia y generación de miseria. La misma Madre Tierra está gimiendo por el desorden que los seres humanos producimos por nuestra insaciable avaricia.
• La Dictadura pisoteó los Derechos Humanos. Estos son hoy una política de estado. Pocos países como la Argentina avanzaron tanto en los Juicios por delitos de lesa humanidad. Han habido justicia, condenas y presos. Falta mucho aún, pero se camina en esa dirección. Celebramos cada uno de los nietos y nietas recuperados, pero sabemos que hay otros y otras que anhelan recuperar su identidad y encontrarse con su verdad. Nos inquietan las desapariciones en democracia, como la de Julio López. Advertimos contra la renuencia del poder Judicial para avanzar en las causas que involucran a grandes empresarios que, en ese entonces, entregaron trabajadores a la muerte. Nos preocupa la demora de aquellas causas contra los dueños de medios de comunicación cómplices de los represores y los casos de apropiación ilegal de bienes durante la Dictadura. El pueblo argentino espera saldar una gran deuda: la democratización del Poder Judicial.
• Creemos que las instituciones militares han registrado el impacto de haberse apartado del Estado de derecho durante los años de la última dictadura. No son pocos los que supieron acompañar el camino democrático reconquistado en 1983. Pero aún quedan sectores que reivindican “el Proceso” y la “teoría de los dos demonios”. Nos sigue preocupando la falta del sentido de los derechos humanos en otras fuerzas como las del sistema carcelario o la misma policía. Los problemas de la trata de personas y el narcotráfico se vinculan, entre otros entramados complejos, con estas “fuerzas de seguridad”. Los pibes de nuestros barrios más pobres sufren cotidianamente la prepotencia de quienes en lugar de cuidar la vida, la maltratan.
• El Papa Francisco ha colaborado con nuestro amigo, el obispo de La Rioja Marcelo Colombo, para que el juicio por el asesinato de don Enrique Angelelli (4 de agosto de 1976) pudiera llegar a su fin con culpables y condenas. El primer Obispo de Quilmes, Jorge Novak, que tanto trabajó en el acompañamiento de familiares de desaparecidos y alzó su voz pidiendo justicia en esos tiempos de plomo, pedía perdón en su Testamento: “Pido perdón a los hombres que, en situaciones extremas de angustia (familiares de desaparecidos, familiares de combatientes de las Malvinas; familias de desocupados; familias de los asentamientos; familias sin vivienda; niños abandonados; jóvenes drogadictos; ancianos desesperados) esperaban justificadamente mi anuncio profético, mi presencia amiga, mi participación valiente y servicial y me vieron retaceando el esfuerzo y la fatiga del Evangelio. Pido perdón a quienes creyeron que yo no promovía cabalmente las causas que angustian, conmueven y comprometen hoy al hombre: la verdad, la justicia, la paz”. Nos alegra que los obispos inviten públicamente a colaborar más eficazmente con la justicia en este tema. Se nos pide ofrecer información, respaldar explícitamente a personas y organismos que trabajan en Derechos Humanos. Nos los exige la memoria de 30.000 desaparecidos y de los mártires laicos, religiosos, sacerdotes y obispos que dieron la vida en aquellos años.
• Desde 1983 hemos logrado, con avances y retrocesos, darnos cuenta del valor del sistema democrático. Sabemos que este sistema no se sostiene sólo por la emisión del voto en los distintos sufragios. La participación social y política se requiere cada vez más para madurar nuestras instituciones. Celebramos el incremento de la participación social y política, especialmente entre los jóvenes. Y, al mismo tiempo, advertimos sobre cualquier intento de desestabilización de la democracia en nuestro país y en la región. Como decía el recordado Mons. Gerardo Farrell: “los males de la democracia se curan con más democracia”.
• Finalmente, con la memoria del 24 de marzo hemos aprendido a leer que los caminos de nuestra patria se tejen con los destinos de los pueblos hermanos. Aquel plan sistemático de muerte iniciado en nuestras tierras en 1976, antes y después asolaron América Latina y el Caribe. Creemos que hemos aprendido el valor de la convivencia y la unidad como pueblos de la región. Hemos aprendido que sólo habrá futuro sustentable si lo hay para todos y todas. Nos parece importante utilizar todo nuestro empeño en fortalecer todas aquellas instancias que unan a gobiernos y pueblos de la región: no sólo para repeler las agresiones de quienes se sienten más poderosos, sino para pensar creativamente en todo aquello que hace a la felicidad de nuestros pueblos.
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