Fueron reelectos en Tierra del Fuego y Salta con armados propios y amplio apoyo popular. Las estrategias para ganar poder de presión en el Congreso.
Por Mauricio Cantando
Gustavo Melella y Gustavo Sáenz lograron este domingo ser reelectos en Tierra del Fuego y Salta por diferencias de 30 puntos, después de construir alianzas locales que los posicionan como gobernadores de partidos provinciales con capacidad de presionar al próximo Presidente. Estos liderazgos provincialistas funcionan como aliados potenciales del Gobierno de turno si cubren sus necesidades: que varían desde obras públicas, coberturas de déficits previsionales o hasta medidas estratégicas como zonas francas.
En la lista ya figuran Rolando Figueroa (Neuquén), Alberto Weretilneck (Río Negro) y Hugo Passalacqua (Misiones). Otro que podría sumarse es Martín Llaryora si logra suceder en Córdoba a su jefe político Juan Schiaretti; mientras que el santiagueño Gerardo Zamora tiene mandato hasta 2025 y juega en esta liga, aunque con mayor afinidad al kirchnerismo.
En las últimas décadas esta especie de mandatarios fue creciendo hasta incomodar a la histórica liga de gobernadores peronistas, que, por definición, participan de las gestiones de su signo político y apoyan las medidas de los presidentes cuando sin cuestionar la letra chica.
Después de ganar con alianzas locales transversales que les impedían mostrar una bandera nacional, en estos años Melella y Sáenz no se posicionaron en ninguna de estos grupos. El PJ siempre los consideró ajenos y no lograron sumar legisladores propios para presionar en la Casa Rosada, práctica habitual y necesaria de los partidos provinciales.
Los recorridos provinciales
Sus recorridos no fueron fáciles. El fueguino enfrentó en 2015 a la entonces gobernadora peronista Roxana Bertone, aliada al intendente de Ushuaia Walter Vuoto, de La Cámpora. Melella era el jefe comunal de Río Grande, la otra ciudad importante de la provincia, y tenía un pasado kirchnerista vinculado al radicalismo K, con el sello de Forja, la marca rebelde de la UCR de los años 30.
Para este año Melella aprovechó su alta intención de voto para sumar todo lo que tenía cerca. Consolidó una alianza con Vuoto y los otros intendentes kirchneristas Martín Pérez (Río Grande) y Daniel Harrigton (Tolhuin); y hasta sumó al radical Federico Sciurano, exintendente de Ushuaia que migró de Juntos por el Cambio. Todos se rindieron ante una popularidad que le permitió volver a superar el 50% de los votos y evitar el ballottage.
Sáenz tuvo la misma versatilidad para llegar a la gobernación en 2019 y revalidar el domingo. Para consagrarse por primera vez aprovechó el desinterés de Juan Manuel Urtubey para definir un sucesor y la potencia de haber sido intendente de la capital, donde se concentra la mitad de los votos de la provincia.
El salteño se apoyó siempre en Sergio Massa, su padrino para ganar la ciudad de Salta en 2015, pero mantuvo su alianza local con el senador de JxC Juan Carlos Romero, y logró que la hija Bettina lo sucediera en la intendencia. También nombró como ministro de Infraestructura a Sergio Camaño, emblema de las obras púbicas de la gestión provincial del senador.
Como Melella, Sáenz mantuvo perfil bajo estos años y para lograr la reelección diseñó una alianza bien diversa, que licuó al PJ local entre fuerzas de todo el espectro ideológico, como Libres del Sur, Memoria y Movilización, FE, Frente Salteño, Primero Salta, Partido Conservador Popular, Unos Por Salta, Partido Autonomista y el Partido Renovador.
Sólo se le escapó La Cámpora, representada por el diputado Emiliano Albertini, quien para enfrentarlo tuvo que aliarse a su colega Carlos Zapata, del partido de Alfredo Olmedo, el diputado que lideraba el rechazo a leyes como el matrimonio igualitario, el aborto legal o la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Quedaron terceros, a más de 30 puntos de distancia del gobernador.
Para ordenar su tropa, Sáenz eliminó las primarias y diseñó varios frentes electorales para que compitieran entre sí. La compulsa principal fue por la intendencia de la capital, donde el periodista Emiliano Durand derrotó a Betina Romero. No fue la única: en casi todas las disputas municipales hubo duelos patrocinados por el gobernador.
El desafío que se viene
Para Melella y Sáenz se viene el desafío de mostrar su liderazgo afuera de sus provincias y lograr ayudas nacionales que hasta ahora no podían negociar. El fueguino tiene que sostener el parque industrial de Río Grande, el principal polo tecnológico del país. Según el último presupuesto, representan el 0,39% del Producto Interno Bruto (PIB) y en el Congreso lo miran de reojo todos años. En Salta el gobernador gestiona la creación de un proyecto nodo logístico y puerto seco de General Güemes. Ya tuvo reuniones con funcionarios del Ministerio de Transporte, cercanos a Massa.
Para sumar presión, ambos necesitan legisladores nacionales propios y su primer prueba será en octubre, cuando intentarán mezclarse en la grieta nacional y ganar al menos un diputado. En los comicios legislativos de 2025 tendrán el mayor desafío: sus provincias elegirán senadores nacionales. Alcanzar votos claves en la Cámara alta les garantizaría un protagonismo nacional que hoy no tienen.
El otro desafío es no ser "pato rengo", como se denominan a quienes gobiernan las provincias y no pueden reelegir. Sáenz no tiene problemas, porque está habilitado a una segunda reelección. Melella, no; pero tiene en carpeta una reforma constitucional que, de mínima, le permitirá jugar con la idea de su continuidad e impedir que las referencias de La Cámpora al frente de intendencias se disputen la sucesión sin consultarlo. La agenda de la reforma de la Carta Magna fueguina que dejó trascender el gobernador tiene medidas como la eliminación de los cargos vitalicias o la modificación del sistema electoral. No se habló de un tercer mandato. Por ahora.
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