Al cumplirse dos años del inicio de los trabajos, época visitó la zona en la cual se erigirá la nueva central hidroeléctrica. La gerencia estuvo a cargo del correntino Fabián Ríos, recientemente fallecido. Las cuatro miradas sobre su impacto.
Por Mariana Blanco
El sol asomaba con fuerza luego de la placidez de una templada temperatura sobre una suerte de "ciudad invisible", sutil en su extensión, entre hormigón, complejas piezas electromecánicas, estructuras de acero, el dinero de dos naciones, maquinarias provenientes de puertos internacionales, agua, arena y barro. La fuerza del trabajo, de cientos de obreros y de los técnicos, era la argamasa de lo que en el futuro será una nueva central hidroeléctrica.
Considerada una de las infraestructuras energéticas más importantes en ejecución, con parte de su gerenciamiento en Argentina, Aña Cuá no sólo tendrá un impacto de mejora en la generación eléctrica en el sistema nacional, también contribuye a una nueva dinámica social y económica en sus alrededores, con nuevos puestos de empleo y el transporte de materiales y recursos. Pero, además, tiene trascendencia en lo cotidiano, como el caso de las trabajadoras entrevistadas por época, que manifestaron cómo les cambió la vida incorporarse a la obra.
Su ejecución se inició en agosto de 2020 y continuó aún con las restricciones sanitarias y de logística en plena pandemia de COVID-19. Cuando finalice tendrá tres turbinas tipo Kaplan de 90 MW cada una. Aportarán un aumento del 10% en la generación eléctrica a la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), es decir, unos 270 MW. Además, generará un adicional de más de 70 millones de dólares para la entidad, ya que la generadora comercializa casi el 80% de su producción al sistema nacional eléctrico.
Por ello, según se prevé, responderá a la demanda de consumo de al menos 1,2 millones de personas, según informaron. Será una especie de "mini-yacyretá". Así, potenciar el sistema nacional eléctrico será una gran parte del impacto de la nueva infraestructura.
Pero pese a su magnitud, Aña Cuá pareciera ser una "ciudad escondida". Para llegar a la zona de obra desde el lado argentino hay que partir desde Ituzaingó, Corrientes, y atravesar por el coronamiento de la represa Yacyretá, cruzar un paso fronterizo que tiene fuertes restricciones de tránsito. Y, mientras los hilos de sol salpican sobre el embalse, bajo la gran central hidroeléctrica ruge el Paraná. Allí, el movimiento del agua se hace energía.
Una empresa similar se intenta replicar en la nueva central hidroeléctrica. Y aunque la escala en este caso sea menor, en relación con otras infraestructuras en ejecución en el país, es una de las más importantes.
En agosto, el tránsito de camiones de grandes proporciones resoplaba el polvo que se entrelazaba sobre la tibia brisa de un invierno tardío. Trasladaban materiales, piedra y arena. El ronquido de las bocinas no amortiguaba el tronar de los tractores.
Allí, más de 100 hectáreas están comprometidas, entre depósitos, instalaciones, obradores y talleres. Más adelante, el complejo se reducirá a la superficie construida. Las obras consisten en la construcción de la sala de máquina, la presa de empalme y el canal de restitución.
El agua se desprendía, vívidamente, desde la presa naciente de brillo terracota. Su fluir contrastaba con la aridez de lo que sería el canal de restitución de la próxima central, cuyo génesis reviste cientos de detonaciones sobre el suelo.
En la zona de trabajos, hasta fines de septiembre se habían volcado 44.500 metros cúbicos de hormigón en la obra civil.
Unos 5.600 metros cúbicos sólo durante el mes pasado. De esta manera, se alcanzó el 88% del total de restitución, el 11% del total de hormigón estructural, 18% en el hormigonado de los seis bloques de la casa de máquinas y el 14% de las presas, según se informó oficialmente.
En dos años, la ejecución del proyecto superó el 35%, si se promedian los contratos de las obras más importantes y la fabricación de las piezas electromecánicas. Piezas que se ensamblaron en otros países. Transformadores de salida y de los generadores de 100 MVA llegaron desde puertos internacionales, con orígenes tan disímiles como China, España, Italia, Croacia, Brasil, Paraguay y Argentina. Una grúa puente arribó al obrador tras su construcción en la India. Pero las marcas de los equipos son escasas, dado el requerimiento de una gran pericia.
El Consorcio Aña Cuá, a cargo de la ejecución, está conformado por tres empresas, una de ellas de origen europeo, otra paraguaya y una tercera, argentina. Además, están relacionadas con al menos media docena de subcontratistas constituida por profesionales de ambos márgenes del Paraná. También, operan otras empresas que son pares del consorcio, proveedoras de las turbinas y generadores, de revestimientos de las pilas de narices, que ya cuentan con la experiencia de Yacyretá.
El emprendimiento demanda más de 400 millones de dólares de recursos propios. La Gerencia de Obras Margen Izquierdo, la maquinización del brazo Añá Cuá en la Entidad Binacional Yacyretá, estuvo a cargo del correntino Fabián Ríos, quien falleció el pasado lunes de manera repentina, mientras practicaba un deporte, en la ciudad de Ituzaingó.
"La trascendencia es un incremento de potencia importante de energía limpia. Es un recurso natural renovable, eso tiene un valor agregado importante a la hora de encontrar fuentes de generación de energía y tiene impacto ambiental prácticamente cero", dijo Ríos a época, durante la última visita a Aña Cuá, en agosto de este año.
Entonces, se construía la sala de máquinas, que, según explicó el ingeniero, "es la zona donde se ponen repuestos, se hacen montajes; sirve para tarea de armado, para ir montando en la parte baja de la central los componentes de turbina. Después quedará como una instalación permanente de mantenimiento para depósito".
"Nos abocamos a obra civil, en lo que es hormigón. Tenemos un avance del 10% de hormigones estructural, estamos en unos 30.000 metros cúbicos de hormigones estructurales de los casi 300.000. Estamos abriendo frentes para ampliar y acelerar el proceso productivo", dijo a época el jefe de Producción del área civil del Consorcio Aña Cuá, Martín Peña, cuando se cumplieron dos años del comienzo de la obra.
Sólo durante el primer semestre de 2022, la obra civil de la hidroeléctrica Añá Cuá consumió 6.827 toneladas de cemento y 1.444 toneladas de acero, todos provenientes de Argentina.
Así, en líneas generales, el proyecto se divide en tres grandes ejes. Primero, los trabajos generales de movimiento de suelo que demandó excavaciones de 2.220.000 metros cúbicos de suelo y 280.000 metros cúbicos de roca.
En segundo lugar, se puede mencionar la construcción de las presas. Y en tercero, el volcado de 270.000 metros cúbicos de hormigón para construir la casa de máquinas, estructuras y el canal de restitución. Esto incluye una propia planta de triturado de piedra, una de hormigón y una fábrica de hielo.
Según había anticipado Ríos a este diario, en 2024 estará operativa la primera unidad de turbina. "Aspiramos a que estemos en condiciones de comercializar energía en 2024", informó en ese momento.
Nariz de pila
Hace poco más de un mes se habían recibido las piezas anillo de descarga y anillo predistribuidor de la Unidad N°2 de la futura sala de máquinas. Son piezas electromecánicas fabricadas por la firma alemana Voith Hydro (que también construye las turbinas Kaplan), que, a su vez, envió los materiales para el revestimiento de las narices de pila.
"De la turbina sale el agua, una vez que pasa por la turbina, a su vez, sale por un cono de aspiración y sale a su mayor velocidad. Entonces se protege el hormigón, se hace una protección de acero que se llama nariz de pila. Las divisiones, los flujos de agua, cada salida de agua están divididos por pilas por paredes de hormigón y se llaman nariz por su forma", explicó entonces el gerente de la obra a este diario.
Impacto ambiental
"Se mantiene la biodiversidad", aseguró en agosto a este medio el ingeniero Ríos al referirse al impacto ambiental de la obra, a la cual consideró que sería mínimo. En la actualidad, el vertedero de Aña Cuá no tiene un sistema de transferencia de peces como en Yacyretá.
Explicó que esto fue un tema de conversación de los especialistas desde que el proyecto estaba en planificación. Recientemente se llegó a la conclusión de que este sería el más adecuado. "Es una adicional en materia de conservación", expresó.
La ejecución no generará la inundación de superficies, ni la relocalización de familias. Además, se propone cumplir con el objetivo de desarrollo de la ONU de generar energía asequible, limpia, renovable y no contaminante.
El mundo del trabajo
La obra también dinamiza el mundo del trabajo. Unas 160 personas realizaban tareas en el turno tarde cuando época arribó a la zona. Son aproximadamente 900 los operarios que allí se desenvuelven en los diferentes turnos.
De ese total, el 45% de los operarios son de Paraguay, el 10% de otros lugares del mundo y 45% de Argentina. "483 de esos trabajadores residen en Ituzaingó y generaron ingresos por salarios para esta localidad correntina por más de $640 millones para este año", explicó el ingeniero en su última publicación en Twitter.
Mujeres en el frente de obra
Viviana Osorio trabaja en el área de Programación y Control del sector de Inspección, es decir, se desempeña en la fiscalización de las obras. Es oriunda de la ciudad de Ayolas, Misiones, departamento de Paraguay.
Hace pocos meses se incorporó al megaproyecto, haciéndose espacio en lo que ella consideró como "un mundo de hombres". En diálogo con época, mencionó que tuvo el acompañamiento de sus compañeros y que el aprendizaje ha sido veloz.
Ingeniera industrial, Viviana se graduó de la Universidad Nacional de Pilar. Tiene 27 años y ya cuenta con su primera experiencia en un proyecto de gran magnitud, como lo es Aña Cuá.
Lucila Rodríguez es de Ituzaingó y conductora de un camión mixer, cuya experiencia la forjó en empresas de construcción en la Patagonia Argentina, atravesando varias pruebas para lograr la habilitación. "Es un orgullo para mí que me hayan tomado en Aña Cuá", expresó con una gran sonrisa a este diario.
"Si abrimos las puertas de la mente un poco más, creo que mujeres y hombres podemos estar aquí, en obra. Sobre todo con cuidado y tomando conciencia de que no es un equipamiento habitual con el cual se saldría a manejar afuera, en la ciudad. Tanto en obra como en ruta, he tenido el privilegio y la bendición de Dios de estar siempre firme y presente, con mucha conciencia al volante porque requiere de mucha concentración", manifestó a época, con el rugido de los motores de fondo.
Lucila conduce camiones desde los 23 años. Hoy tiene 36. Nació en Ituzaingó. Viajó al Sur porque no conseguía trabajo. "La situación económica lo ameritaba, tuve que migrar por el bien de la familia y allí se me abrieron puertas", recordó.
Sin embargo, tras el fallecimiento de su mamá, regresó a su ciudad natal donde volvió a insistir para encontrar laburo en su profesión. Hace aproximadamente un año y medio "se me abrieron las puertas de este proyecto hermoso", dijo con emoción brincando de su boca.
"Siempre le pongo el alma y el corazón para dar el 100% de mí y espero que ellos queden conformes en el trabajo", expresó a época durante la última visita a Aña Cuá.
Lucila es madre trabajadora y soltera. Tiene dos "hermosos varones", declaró con alegría en sus ojos. Uno de 11 y otro de 6 y dijo: "Mis hijos son los que esperan que mamá llegue a casa. Eso, cuando estoy en obra, me hace tomar conciencia sobre el valor de la vida y del trabajo".
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