“Este año fue como caminar en un pantano. Yo no sé dónde piso y me hundo”. En tono reflexivo, a la vez que despojado de corrección política, Alberto Fernández hizo esa confesión pocos días atrás en la Casa Rosada. La pandemia y la crisis económica, retroalimentándose hasta crear la tormenta perfecta, marcaron a fuego el primer año del mandato de un Presidente que, con la metáfora de la inestabilidad, también podría haberse referido a la cruda interna de la coalición gobernante.
A tal punto, que el Gabinete nacional termina 2020 envuelto en más dudas que certezas sobre la continuidad de varios ministros, en especial los que tuvieron el respaldo explícito del propio Alberto Fernández en el reparto del poder gubernamental. La omnipresencia de la vicepresidenta Cristina Kirchner, que empezó el año con un largo silencio estratégico y lo terminó provocando un fuerte ruido político, atentó contra la consolidación del liderazgo del presidente de la Nación.
El tercer aliado clave en el Frente de Todos, Sergio Massa, osciló entre su rol de contrapeso para que el kirchnerismo no tomara la conducción de la alianza peronista y las gestiones de urgencia entre los socios del oficialismo cuando la sangre estuvo a punto de llegar al río. La buena relación personal entre el presidente de la Cámara de Diputados y Máximo Kirchner facilitó la distensión, pero en términos políticos hubo varios momentos en los que las divergencias afloraron, aunque ahora Massa guarda silencio sobre la disputa en el justicialismo por la conducción del partido en la Provincia.
El jefe del bloque de diputados del FdT se convirtió, por acción propia, en el cuarto integrante de la mesa chica de la coalición gubernamental, lo que le asegura al kirchnerismo su condición de accionista mayoritario. El avance de integrantes de La Cámpora en el tablero de ministerios y secretarías de Estado fue una demostración evidente, así como el intento de Máximo de quedarse con la lapicera del PJ bonaerense pese a la resistencia de algunos intendentes del Conurbano.
Desconfianza y geopolítica
La llegada de la vacuna rusa a la Argentina, que comenzará a aplicarse desde el martes, estuvo envuelta en una controversia que agudizó las desconfianzas entre el oficialismo y la oposición, sobre todo porque el Gobierno retrasó el acuerdo con el laboratorio norteamericano Pfizer, lo que puso sobre el tapete la discusión sobre el rumbo geopolítico de la Argentina. No obstante, la escala de producción de Rusia no asegura la provisión masiva de vacunas, con lo cual el Presidente ordenó retomar la negociación con Pfizer.
Las idas y vueltas con las vacunas también se llevaron puesto al embajador argentino en Beijing, Luis María Kreckler, a quien el canciller Felipe Solá atribuyó el fracaso en las negociaciones con la empresa Sinopharm, aunque el diplomático dejó trascender que en enero podría llegar al país un embarque con un millón de dosis proveniente de China. El trasfondo político es que Solá fue uno de los apuntados por Cristina y entrevería que Kreckler es uno de los candidatos a sucederlo.
Otra ministra con el “boleto picado” por la Vice es Marcela Losardo, la titular de la cartera de Justicia, a quien le atribuye inacción sobre a lo que define como “lawfare”. Pero Alberto Fernández no tendría ninguna intención de entregar a una de las funcionarias de su entera confianza en el Gabinete.
Día D en el Congreso
Pero más allá de las internas, que ya se disputan a la luz pública por las cartas y los discursos de Cristina –algo que se le cuestiona a la Vice dentro del oficialismo-, el Gobierno se jugará este martes una parada política determinante en el Congreso de la Nación. Allí, sesionarán en espejo el Senado (que debatirá la ley del aborto) y la Cámara de Diputados (por la fórmula de actualización de las jubilaciones). Según se proyecta, ambas votaciones se perfilan sumamente ajustadas. La superposición de los temas no es casual.
Los últimos conteos dan 34 votos “verdes” contra 33 “celestes”, aunque estos últimos incluyen al senador Carlos Menem, quien continúa internado en una clínica porteña. Aún quedan cuatro indefinidos y habrá un ausente con aviso: el tucumano José Alperovich, de licencia desde que lo acusaron de abuso sexual. Si hubiera empate en dos ocasiones –como marca el reglamento-, deberá votar Cristina Kirchner. En ese caso, se consumará finalmente la legalización del aborto.
En la Cámara baja, el proyecto del oficialismo para modificar la fórmula de las jubilaciones no tendría una victoria asegurada pero sí el quórum de 129 diputados presentes para iniciar la sesión. La exclusión del índice de inflación del cálculo previsional lleva a la oposición a denunciar un ajuste sobre los jubilados.
Paradójicamente, el Gobierno intentará presentar la ley como un avance para la negociación ante el FMI, con el que tomó deuda la administración de Mauricio Macri.
El voto negativo anticipado por tres de los cuatro diputados que responden a Roberto Lavagna indica que el entendimiento entre Alberto Fernández y el ex ministro de Economía ya no está en plena sintonía. Lavagna acaba de publicar una carta en la que insiste con la necesidad de implementar una reforma laboral que privilegie “la creación de empleo privado”, un tema absolutamente tabú para los sindicatos y los sectores del PJ que apuntalan al Gobierno.
Previsiones económicas
El Presidente espera para el año que viene un rebote de la economía –tras la caída estimada de diez puntos del PBI en 2020-, ya que el nivel de actividad “hace meses que tiene repuntando muy bien”. No obstante, Alberto Fernández reconoce que no se puede prever qué sucederá “si hay un rebrote” de coronavirus, como está sucediendo en el inicio del invierno europeo. Por eso, todas las fichas del Gobierno estarán puestas en arrancar y consolidar el operativo de vacunación.
Se trata, en rigor, de un objetivo compartido con la oposición, como lo prueba el hecho de que ayer participaron de la videoconferencia los tres gobernadores radicales y el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, pese a la disputa por el recorte de fondos a CABA. Larreta fue al comienzo de la pandemia un socio privilegiado de Alberto, pero con el enfrentamiento declarado ahora pasa la ambulancia entre peronistas desencantados con el giro kirchnerista del Presidente.
El jefe de Gobierno porteño busca afianzarse como potencial desafiante opositor de cara a 2023, pero su estrategia de acumulación es muy distinta a la de Macri y otros referentes de Juntos por el Cambio, que hacen más hincapié en la grieta política con el oficialismo. Si fuera por las encuestas, el liderazgo de Larreta no tendría discusiones, pero eso no alcanza para jubilar a Macri, así como tampoco bastó para sacar de carrera a Cristina cuando el peronismo resignó el poder en 2015.
En medio de ese pantano político, Alberto Fernández piensa que la manera de sacar a la Argentina del estancamiento pasa por dar “más certezas y menos incertidumbre”. Justamente, todo lo contrario de lo que sucedió este año.
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