Máximo Kirchner insiste en ir al default con el FMI: qué hay detrás de esa jugada

Máximo Kirchner insiste en ir al default con el FMI: qué hay detrás de esa jugada

El diputado oficialista agita el fantasma de la cesación de pagos con el organismo financiero internacional, tras criticar duramente las metas comprometidas. Para Máximo Kirchner es una alternativa incompatible con el plan de expansión del gasto que requiere el Gobierno para la campaña 2023.

 

Máximo Kirchner, nuevamente, lo dejó en claro. Y no sólo se refirió al pasado, sino al futuro. El diputado nacional blanqueó en las últimas horas que sigue proponiendo la voladura del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), reclamándole al Ejecutivo que renuncie a seguir cumpliendo las metas pactadas con el organismo financiero firmado el 25 de marzo pasado y que determine el esqueleto básico del plan económico que ejecuta en estos tiempos Sergio Massa.

El hijo de la vicepresidenta habló para un blog y declaró sin vueltas cuál es su mirada sobre el acuerdo negociado por el exministro de Economía Martín Guzmán: 

Lo que hace el FMI con Argentina es criminal. Creemos que se podría haber discutido más. Había que seguir negociando duramente. El acuerdo es impagable. Y la curva de vencimientos, el sobrecargo de intereses por tomar más deuda que el tope asignado, y el plazo total de repago, de 10 a 20 años.Si era un préstamo político se le debía dar una solución política y estuvo alejado de la manera en que se resolvió.No se puede decir que todo está bárbaro y que la historia dirá quién generó el problema y quién lo resolvió. Se dijo que se había solucionado un problema. Es verdad que la debilidad argentina hacía que el poder económico hubiera decidido avanzar, hacer un golpe de mercado, una corrida. Si entendés que esa posibilidad existe, contale a la sociedad por qué.

En definitiva, Máximo Kirchner sólo reiteró la posición que ya había hecho pública durante la primera quincena de marzo de 2022, en los días en que el proyecto con el FMI se hizo público y se negociaba dentro del oficialismo su aprobación. No pudo ser. El kirchnerismo se plantó contra Alberto Fernández y la negociación con Martín Guzmán y reclamó el cambio de la lógica de debate con el organismo financiero internacional.

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Pero fue más allá. Directamente declaró que hacia el futuro, el acuerdo tampoco se podrá cumplir y que es obligación de su fuerza política denunciarlo y provocar que se modifique. Incluso se pretende ir más allá y que sea el propio FMI el que se declare culpable de aplicar el acuerdo sobre el país y provocar la caída de la actividad económica.

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Y, si todo esto no ocurre, determinar directamente el fin de la coalición gobernante y responsabilidad con culpabilidad del 100% a Alberto Fernández.

El problema es otro. Sucede que el que está ejecutando, convencido, el programa pactado con el FMI es Sergio Massa; quien con su equipo económico hablan diariamente con la gente del organismo, sin quejas directas o indirectas sobre la calidad y posibilidades de cumplimiento acuerdo de Facilidades Extendidas. 

Qué tipo de acuerdo fogonea Máximo

Máximo Kirchner confirmó ayer lo que ya había planteado en el primer trimestre del año. Un plan de pagos a 15 o 20 años, con 10 de gracia. Tasas de interés de 1,05 en lugar de 4,05%. Sin revisiones trimestrales, sino eventualmente, anuales y cada vez que haya alguna cumbre del organismo. Sin metas fiscales, monetarias o cambiarias.

 

Y, fundamentalmente, con la libertad de llevar a juicio penal en Buenos Aires a los máximos conductores del Fondo Monetario Internacional (FMI) por haberle otorgado el crédito Stand By al gobierno de Mauricio Macri en 2018. 

Los números y porcentajes del compromiso fiscal para el sendero del déficit fiscal cero, comenzando con el 2,5% este año y el 1,9% del 2023; determinaron que ideológicamente era para él inaceptable la propuesta, y rompió filas con el oficialismo.

Máximo hizo números con sus técnicos cercanos, quienes determinaron que es imposible ubicar un déficit por debajo del 2% en el próximo año, sin un aumento considerable en las tarifas de servicios públicos, una fuerte contracción en el gasto social y una reducción considerable en el ritmo de obras públicas en las provincias.

Según Máximo Kirchner, el ajuste que implica lograr estas metas fiscales es incompatible, por ejemplo, con un oficialismo en campaña electoral en 2023. Para el diputado, ganar las elecciones presidenciales del próximo año requieren un nivel de esfuerzo fiscal lo suficientemente amplio y flexible como para poder encadenar una serie de políticas expansivas de gasto social; incompatibles con un corset semejante al que impone el organismo financiero internacional en su acuerdo de Facilidades Extendidas.

Máximo hizo números con sus técnicos cercanos, quienes determinaron que es imposible ubicar un déficit por debajo del 2% en el próximo año, sin un aumento considerable en las tarifas de servicios públicos, una fuerte contracción en el gasto social (incluyendo disminución fuerte de planes) y un nivel de reducción considerable en el ritmo de las obras públicas especialmente las provinciales.

La campaña metió la cola

Para el diputado, este panorama es incompatible con un ejercicio electoral clásico dentro del kirchnerismo, el que considera ampliamente probado en el terreno político, especialmente el bonaerense. Más puntualmente, Máximo Kirchner cree que sin dinero fresco, rápido y flexible para gastar, las posibilidades de retener el complejo conurbano bonaerense se complicarían en el 2023; por lo que no se puede aceptar una restricción de fondos como la que impone el FMI en sus metas fiscales para el próximo año. 

 

Las otras cuestiones que buscaba Máximo Kirchner en este acuerdo con el FMI estuvieron descartadas desde el primer día de iniciadas las negociaciones con Washington, a mediados del 2021. Por ejemplo, el diputado buscaba un plazo de más de 15 años, algo que directamente no está en los anaqueles del organismo financiero internacional. Lo mismo la reducción de las tasas de interés y los sobrecargos de los créditos para los países complicados como la Argentina.

Esto hubiera requerido algún tipo de acuerdo político directo con el gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea (UE) para ser aprobado. Debido al tamaño del favor que se hubiera requerido, sólo una decisión política de los grandes árbitros de la política internacional hubiera podido destrabar la cuestión en el board del FMI.

Para esto, Argentina se debería haber convertido en una especie de aliado incondicional del gobierno de Joe Biden y de las potencias europeas. Por ejemplo, en estos tiempos complicados, Alberto Fernández debería haber apoyado a Occidente en la guerra desatada por la invasión de Rusia a Ucrania.

Algo parecido a lo que Carlos Menem decidió con aquella Guerra del Golfo de 1990-1991, cuando Argentina envió algunos buques simbólicos para repeler la invasión de Irak a Kuwait. La misma actitud "pro yanqui" se debería haber mantenido en contra de Venezuela, Nicaragua y, quizá, contra algunas de las políticas de China; algo que para el kirchnerismo sería directamente un suicidio impensable.

Sin embargo, sólo este tipo de actitudes de países de alianzas plenas (casi carnales) con Estados Unidos y Occidente, ameritan cambios estratégicos profundos en las votaciones del board del FMI. Simplemente, así es el poder internacional. Y no se cambiará desde Buenos Aires. 

El último intento

Por lo demás, Argentina ya sabía que nada de lo que proponía el kirchnerismo existe siquiera en los anaqueles negociadores del FMI. Se lo dejaron en claro hace un año a Alberto Fernández y Martín Guzmán, cuando ambos participaron de la cumbre del G-20 de Roma en octubre de 2021.

 

Allí el presidente tuvo un encuentro con Kristalina Georgieva. El entonces ministro de Economía se entrevistó con el número dos del FMI, un norteamericano llamado William Seiji Okamoto; un trumpista que, luego, en marzo de este año, fue reemplazado por la también estadounidense, de origen indio, Gita Gopinath, que secunda a Georgieva como Consejera Económica y Directora del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI).

En ese momento la titular del Fondo le aclaró al presidente argentino que cualquier salida política por fuera de los acuerdos vigentes, era imposible de negociar. Y que, en todo caso, debía hablar con Estados Unidos o la Unión Europea.

En la reunión Guzmán, Okamoto, Gopinath se dejó en claro que lo único que se podían discutir eran condiciones de un Facilidades Extendidas standard y según lo que la carta organica del FMI autoriza. Con lo que cualquier extensión de los plazos a más de 10 años, una reducción de intereses, y la inexistencia de misiones fiscalizadoras y metas fiscales o monetarias; nunca iban a estar sobre la mesa.

Bajo estas consideraciones, el kirchnerismo consideró que había que dejar de negociar y entrar en default con el FMI. Lo que no explican Máximo Kirchner y otros, es el tipo de economía en la que habría caído la Argentina si esta hubiera sido la actitud.

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