La llegada del prestigioso intelectual a la Biblioteca Nacional y los gestos que apuntan a reconstruir el vínculo con el Sumo Pontífice dan cuenta del objetivo del Presidente de reinsertar al país en el mundo
En el incesante despliegue de acontecimientos que viene produciendo el Gobierno nacional, algunos son extraordinarios, como la designación de Alberto Manguel al frente de la Biblioteca Nacional, y otros son sutiles, como el llamado de Mauricio Macri al Papa Francisco para su cumpleaños. Analicemos los dos hechos por separado.
Se sabe que Manguel es quizás el intelectual argentino de mayor prestigio internacional, además de un experto en la ciencia de los libros, exquisito lector y atractivo escritor y ensayista. Justamente por eso era inimaginable que aceptara hacerse cargo de nuestra Biblioteca, centro de las aldeanas pasiones que dominaron la discusión política de los últimos años. Cuando el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, confirmó la noticia que había empezado a circular, la pregunta que se repetía en el mundo editorial era cómo lo había logrado.
Lara Manguel, asesora del Ministerio y sobrina del escritor, fue quien acercó lo más útil en el momento, su dirección de correo electrónico, a donde escribió Avelluto tanteando el panorama. La primera respuesta dejó una puerta abierta, por lo que el intercambio continuó, cada vez más fluidamente. Luego intervino el agente literario de Manguel, el mítico Guillermo "Willy" Schavelzon, sólido representante de autores de ficción y no ficción (desde Héctor Aguilar Camín a Jorge Lanata, de Paul Auster a Ernesto Sábato), con oficina en Barcelona.
Avelluto considera a Schavelzon como el hombre que le dio la primer oportunidad en el mundo editorial, cuando lo hizo entrar a Espasa Calpe. "Willy" dejó el país, pero Avelluto siguió el trayecto que llevó a la dirección editorial de Random House Mondadori, hasta que renunció para trabajar en la carrera presidencial de Macri, integrando el equipo de comunicación.
Manguel encontró seguridad en los diálogos que siguió por la vía telefónica y desafiando al conglomerado de escépticos que consideraban imposible un sí de su parte, aceptó levantar amarras e iniciar el lento regreso a la escena argentina, que abandonó definitivamente en 1974, agobiado por el desinterés generalizado en lo que era su pasión, el mundo de los libros y sus infinitas circunstancias.
Recién podrá asumir a mitad del año próximo (aún no está decidido quién estará frente a la gestión de la Biblioteca hasta entonces, pero la expectativa es que continúe la actual subdirectora) y no estará para la presentación del equipo cultural que se realizará mañana en el Museo de Arte Decorativo, donde se presentarán los tres secretarios, Enrique Avogadro, experto en economía creativa, el filósofo Iván Petrella, que tendrá a su cargo la cooperación internacional cultural y las relaciones con las provincias y Américo Castilla, reconocido en el área de patrimonio cultural. También el resto del equipo, entre ellos Teresa Anchorena, Carolina Bicquard, Inés Sanguinetti, Liliana Piñeyro y Alejandro Casetta, por nombrar algunos nombres que serán parte de la nueva gestión.
Las cosas con otro argentino prestigioso en el mundo, el Papa Francisco, estaban complicadas. El estrecho vínculo del ex cardenal Bergoglio con Daniel Scioli, el candidato del FPV, no le caía nada bien a Macri, ni tampoco la profusión de fotos con la ex Presidente, Guillermo Moreno y la facilidad que tenía el ex embajador en el Vaticano, Eduardo Valdés, de intervenir en la agenda del Papa con la Argentina.
Claro, tampoco Francisco estaba conforme con la poca importancia que Macri le otorgaba al vínculo con la Iglesia, y se molestó muy especialmente cuando conoció declaraciones de Jaime Durán Barba en Humahuaca, minutos antes del acto de cierre de campaña, donde dijo que "el Papa no sumaba ni un voto" y se manifestó a favor del aborto.
Al otro día, el equipo de campaña de Cambiemos emitió un comunicado asegurando que Macri no compartía esos dichos, y una persona de la mesa chica del todavía candidato presidencial le hizo llegar al Papa la información de que esas declaraciones no fueron ni siquiera en off, sino unos comentarios dichos al pasar a un grupo de periodistas que se le acercó, en medio de otras vaguedades, como la temperatura reinante.
Luego de la victoria electoral, fue el propio Marcos Peña el que tomó el problema entre las manos, buscando recomponer un vínculo que sin duda estaba dañado por una serie de malentendidos. Fue así que se concretó un llamado que se decidió no dar a conocer oficialmente, pero en el que Francisco le solicitó a Macri que enviara al Vaticano un embajador de carrera, es decir, un profesional. Un allegado le confesó a Infobae que el Papa se sintió muchas veces avergonzado por la forma chacabana con la que se manejó el último embajador argentino en el Vaticano, y lo único que quería era un diplomático normal, como el de cualquier país del mundo.
El anuncio de la designación de Rogelio Pfirtzer cayó especialmente bien en Santa Marta, aunque ya antes un amigo del Papa le había avisado al entorno de Macri que iba a aprovechar alguna ocasión propicia para hacer público el acercamiento que ya se estaba dando. No fue necesario, ya que fue Macri el que cruzó la distancia pública que los separaba y dio a conocer el llamado de felicitación por su cumpleaños.
El gesto fue precedido por una serie de decisiones que tomó Francisco en sus vínculos con el país donde nació, básicamente, tomar distancia de viejos amigos y amigas que se aprovecharon de la confianza para beneficio personal. Ahora es José Ignacio López quien está ordenando la comunicación del Papa con la Argentina, con gran respaldo de los obispos locales.
La llegada de Manguel a la Biblioteca Nacional y la recuperación del vínculo con Francisco son dos caras que expresan la misma obsesión de Macri y su equipo porque Argentina regrese al mundo de la mano de las figuras más prestigiosas que tiene nuestro país en todas las áreas.
Vivimos largos años con las relaciones contaminadas por actitudes agresivas y casi siempre incomprensibles, que iban desde irrespetuosas llegadas tarde hasta la exigencia para que se atiendan desopilantes excentricidades propias de monarcas, pasando por la conformación de alianzas contrarias a la tradición democrática inaugurada en 1983.
Es el caso que contó a InfobaeTV el diputado Juan Carlos Villalonga, que desde que cambió el Gobierno presidió la delegación argentina en la Cumbre de Cambio Climático en París, ya que la reunión empezó con la gestión de Cristina pero terminó con la de Macri. El ex director de Greenpeace contó que al comenzar la Cumbre, Argentina formaba parte del grupo integrado por Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Cuba y Ecuador, de fuertes lazos con un grupo de países petroleros, que en conjunto son los más reacios a tomar compromisos para reducir la emisión de gases con efecto invernadero y cambiar la matriz energética para introducir sin demoras los combustibles renovables.
"Países como México, Chile, Perú, Colombia, Uruguay, incluso Francia, por supuesto, y tantos otros que tenían claro el aporte de nuestro país en otras etapas del debate del cambio climático me preguntaban qué nos había pasado estos años, porque no entendían que Argentina que fue vanguardia en la agenda verde, haya asumido posturas negacionistas, contrarias a los más elementales criterios científicos", explicó Villalonga.
Por cierto, en Argentina no somos totalmente conscientes del oscurantismo que dominó nuestras relaciones con el mundo, impidiendo la renovación tecnológica y sometiéndonos a debates propios de sociedades en guerra, en nuestro caso, una interna.
Salir del adormecimiento de estos años no será fácil ni sencillo. Una parte de la sociedad sigue asustada y teme que el levantamiento del cepo cambiario haga poco sustentable a la industria nacional y hasta anuncian el fin de muchas producciones.
A lo largo de la historia argentina, siempre hubo una parte de la sociedad conectada naturalmente con el mundo y otra parte aterrada con cualquier cosa que bajara de los barcos, y que solo está dispuesta a cerrarse.
La obligación de Macri es representar a ambas Argentinas y encontrar una fórmula que incluya a todos, sin renunciar a sus objetivos estratégicos. La elección de Manguel, que fue elogiada por todos los sectores, es una muestra de que de los laberintos que plantea la discusión entre los K y los antiK, lo mejor es salir por arriba. El llamado al Papa Francisco es la muestra de que allí donde hay un puente roto, lo mejor es tomar la iniciativa para reconstruirlo.
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