Cuando Rosa Solís llegó hasta el casco del campo en el que vivía su hija Margarita Giménez, la noche del pasado jueves, se encontró con clima enrarecido. No sólo no tenía noticias de ella desde hacía diez días, sino que no había nadie, pero las puertas estaban abiertas. Fue hasta el patio y percibió un olor nauseabundo que salía desde un aljibe. Al acercarse confirmó la peor noticia: era el cuerpo de su hija en estado de descomposición.

Solís llamó a la comisaría de Villa Ángela. Pero por la falta de luz no pudieron sacar el cuerpo de la mujer hasta la mañana siguiente. En esas horas, como el esposo de Giménez, Ramón López, y la bebé de ambos no aparecían, el marido se convirtió rápidamente en el primer sospechoso del homicidio de mujer y secuestro de la menor.

Pero cuando finalmente el cuerpo de Giménez fue retirado, apareció junto a ella su bebé, también sin vida. Las pericias determinarían luego que ambas murieron producto de golpes contundentes en la cabeza.

Mientras, el fiscal de Villa Ángela Sergio Ríos ordenó un operativo de rastrillaje en el lugar, que terminó con un giro en el caso: a 70 metros del casco fue hallado sin vida y tapado por unas ramas López, quien pasó de sospechoso a víctima. Tenía un orificio en su espalda que podría ser producto de un balazo de un objeto cortante con punta cilíndrica.

Junto al cuerpo del hombre también se habría encontrado escondida entre las malezas una motocicleta Zanella de 50 cilindradas, que sería propiedad de la víctima. Podría ser un indicio de un fallido intento de fuga.

Según trascendió, se presumen que habría trascurrido entre ocho y diez días entre los homicidios y su hallazgo. El móvil del crimen, por ahora, no se determinó. Y los investigadores mantienen un absoluto hermetismo las hipótesis que manejan.