Por: Jorge Liotti. La política argentina, rica en tradiciones populares, ha sumado en las últimas décadas una nueva costumbre: hacer de los cierres de frentes electorales y de la presentación de candidaturas un minué, algo frenético, con múltiples protagonistas moviéndose al mismo tiempo en busca de sociedades.
El folclore se propagó a partir de la crisis de 2001 y el deterioro de los partidos políticos; de la devoción por las sorpresas y las designaciones a dedo del kirchnerismo, y del "efecto misterio" que Sergio Massa patentó en 2013, cuando definió su candidatura a último momento y terminó con un triunfo resonante.
En la confusión que impera en estos días hay dos interrogantes claves: qué impacto tendrá el acercamiento de Massa al kirchnerismo y quién será el candidato a vicepresidente de Mauricio Macri. Pero, en realidad, lo importante es lo que representa cada una de esas incógnitas. La primera define si el escenario electoral reedita el esquema de fragmentación de 2015, cuando la resistencia del peronismo intermedio le permitió a Cambiemos una estrategia incrementalista que lo llevó hasta el ballottage; o si se pasa a una prematura hiperpolarización entre el kirchnerismo y el macrismo desde las PASO. La segunda determina qué esquema de gobierno elige el Presidente en el caso de ser reelegido; si reincide en el purismo amarillo o si decide girar hacia un modelo ampliado, con mayor participación radical y, eventualmente, peronista. Curiosamente, ambos interrogantes están vinculados.
El dato más palpable de los últimos días es que se desfondó el espacio que ocupan Alternativa Federal y Consenso 19. La secuencia se inició con el congreso del Frente Renovador de hace diez días y terminó ayer con el documento en el que Massa habla de una "gran coalición opositora", un eufemismo que expone su voluntad de avanzar en una construcción conjunta con el kirchnerismo. Es decir, Massa terminó de sepultar la "ancha avenida del medio" para pararse definitivamente en la "ancha vereda opositora", aunque no está claro que allí encuentre un mejor futuro.
En el medio Juan Schiaretti decidió tomarse unas inoportunas vacaciones, Roberto Lavagna protagonizó una presentación poco convincente, Miguel Ángel Pichetto se enojó con el exministro por su escasa voluntad de acuerdo y Juan Manuel Urtubey siguió su marcha solitaria.
Ante este espectáculo, los gobernadores y los intendentes peronistas agilizaron los contactos con Alberto Fernández, que transformó el Sanatorio Otamendi en un centro de procesión y oración. Por allí pasó Juan Manzur, quien supo estar sentado a la mesa de gobernadores que respaldó Alternativa Federal y que en el último año giró decidido hacia el kirchnerismo. Y cuando Fernández ya estaba de nuevo en Puerto Madero, lo visitó Sergio Uñac, un lavagnista de la primera hora que también redescubrió sus raíces. Son dos gobernadores emblemáticos del proceso de reconfiguración opositora, porque sucedieron a caudillos kirchneristas (José Alperovich y José Luis Gioja), buscaron diferenciarse y apostar por proyectos alternativos y terminaron refugiándose otra vez bajo la misma sombra. Algo similar a lo que le pasó a la nueva generación de intendentes bonaerenses, que desde hace tiempo están alineados para salvar sus territorios. Allí participan, como ejemplo viviente, Gabriel Katopodis o Juan Zabaleta, que pagaron cara su apuesta al Florencio Randazzo prometedor de 2017. En definitiva, una nueva temporada de la serie "Otro fracaso de la renovación peronista".
Al enfilar Massa hacia un esquema de alianza con el kirchnerismo (la principal duda hoy es si disputa las PASO presidenciales o si establece otro tipo de acuerdo territorial para mantener a sus dirigentes), los votantes "ni-ni" tendrán pocos incentivos para mantenerse equidistantes de los dos polos, porque aunque Lavagna, Urtubey y Pichetto sigan adelante, ya se desgastaron en el proceso.
Esto podría forzar a un replanteo de la estrategia de Cambiemos, que siempre se basó en repetir la lógica de 2015. Si entre el kirchnerismo y el macrismo no quedan flotando 21 puntos como hace cuatro años, sino 10, la dinámica electoral cambia y fuerza a la Casa Rosada a ir detrás de una parte de ese capital simbólico intermedio. Por eso los contactos con Urtubey y Pichetto se mantuvieron muy activos. Las negativas de hoy podrían ceder ante la presión polarizadora.
La propuesta de colectoras para María Eugenia Vidal le generó al oficialismo más ruidos internos que respaldos políticos (también hubo muchos lamentos esta semana por el desdoblamiento que no fue). Prueba de ello es que nadie se quiso hacer cargo de la autoría intelectual de la movida. Con Vidal en Colombia, solo quedó Horacio Rodríguez Larreta manteniendo una infructuosa conversación con Massa.
La definición del tablero electoral puede incidir en la elección del candidato a vicepresidente del oficialismo porque es probablemente el último recurso que tiene Macri de reperfilar su propuesta política y recrear expectativas. La jugada de Cristina Kirchner de desplazarse hacia el costado y nombrar a Alberto Fernández, sumada a la disolución del peronismo intermedio, parece jugar a favor de quienes sostienen que el compañero de fórmula debería ser alguien que resignifique políticamente el espacio. Por este motivo hoy prevalece la idea de que el cargo forme parte de las tratativas con los radicales que a partir de esta semana liderarán Alfredo Cornejo y Gerardo Morales, se supone que fortalecidos por sendos triunfos hoy en sus provincias. Elisa Carrió envió el mensaje de que no perturbará ninguna decisión.
Pero la negociación puede terminar siendo una trampa para los radicales si no logran un claro consenso interno. Si hay algo que Maci no tolera es hacerse cargo de las diferencias en la UCR. Bastante concede cuando hoy dice que no recuerda haber afirmado alguna vez que se cortaría el brazo antes de ir con un radical. En el Gobierno ponen como ejemplo un episodio de esta semana: el gobernador correntino, Gustavo Valdés, se reunió con Macri para tributarle su triunfo del domingo pasado. Al terminar, evitó sumarse a la ríspida reunión que en el despacho de al lado mantenían Cornejo y Peña para discutir la estrategia nacional.
De los tres candidatos "naturales" que sobrevolaron los diálogos, Mario Negri y Martín Lousteau cuentan con resistencias de sectores internos de su propio partido. Además Macri vetó a Lousteau para ese cargo. Queda en pie Ernesto Sanz, quien para muchos es el candidato ideal. Una fuente cercana al Presidente admitió que si lo pudieran convencer, sería el indicado para Macri. El mendocino se niega con el argumento de que desintoxicó su vida desde que se alejó públicamente de la política. En realidad duda de que Macri y su entorno tengan una voluntad real de ampliación política. La marginación de Gabriela Michetti de las decisiones centrales no es un buen antecedente. Además aún arrastra las cicatrices de las críticas de sus correligionarios cuando se sentaba a diario con Macri.
El desafío, en definitiva, es que el candidato a vicepresidente se transforme en símbolo de una nueva coalición de gobierno, con un radicalismo realmente integrado. Sería una oferta de política tradicional, poco seductora para el laboratorio electoral de Cambiemos, que siempre impulsó una mujer, preferentemente de Pro. Este sector admite que los vientos cambiaron y que las opciones originales (Michetti, Carolina Stanley, Patricia Bullrich) perdieron fuerza, aunque podrían retornar si no prospera el diálogo con la UCR. Como intersección surgieron nombres de un grupo de mujeres radicales poco conocidas a nivel nacional, como Karina Banfi, Laura Montero o Pamela Verasay. "No lo veo", respondió escuetamente un funcionario con despacho en el primer piso de la Casa Rosada, donde atribuyen la versión al propio radicalismo en su afán por ofrecer alternativas. "No sería serio en un contexto con tantas dificultades como las que tenemos", devaluó otro ministro.
Cambiemos se encuentra ante una situación inusual. Debe elaborar una estrategia electoral renovada para un tablero que está cambiando constantemente. Si solo apela a las recetas que le funcionaron en el pasado, quizá esta vez pueda equivocarse.
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